Política

Sexta semana del juicio del 'procés': un microondas en Las Salesas

Josep Rull, en el banquillo de los acusados, ha ideado un recurso casi adolescente que consiste en sujetar una carpeta en las rodillas y sobre ella ocultar un libro de

Josep Rull, en el banquillo de los acusados, ha ideado un recurso casi adolescente que consiste en sujetar una carpeta en las rodillas y sobre ella ocultar un libro de la vista del profe Marchena. Podría ser el Código Penal, pero el grosor invita a pensar que es una lectura más llevadera. Se descarta también la Constitución por razones obvias. Los abogados han pasado de rasgarse las vestiduras en el empeño de saber quién activó el código rojo a enredarse en el análisis de informes y la cosa casi siempre acaba en empate. Malo para las acusaciones y para el espectáculo de un juicio entendido como un combate de boxeo al se le exige un nocaut cada media hora. Las sesiones se hacen cada vez más largas y cada uno mata el tiempo como puede.

Rull con su libro y el resto de acusados leyendo otras cosas

El hecho de que el realizador de la señal interna del Tribunal Supremo no pueda fijarse sobre los guardias civiles mientras declaran hace que se tenga que buscar la vida combinando otros planos. Uno de los tiros de cámara sorprende al abogado de Vox Javier Ortega Smith muchas veces distraído en otras cosas. Podría ser mala suerte si fuera porque sucede con demasiada frecuencia. Así se explica mejor que los abogados de Vox fuesen los únicos que quedaron satisfechos con la declaración de Rajoy. O que se les pasase la pregunta clave a Trapero sobre su reunión con Puigdemont.

Ortega Smith disimula poniendo gesto serio y una mano en la frente mientras con la otra consulta su móvil smartphone con pantalla táctil. Incluso retuitea en medio de la sesión el anuncio en la red de que su jefe de comunicación será también candidato al Congreso. Eso es antes de que el partido deje caer de las listas al polémico historiador que recetaba armarios con doble llave a los gays. “Candidatos indeseables hay que echarlos de inmediato (...) los partidos tienen que ser rápidos”, dejó dicho horas antes Jiménez Losantos (desde 1.40). Demasiados frentes como para que no esté al tanto el abogado, secretario general del partido y ex boina verde atrapado en el convento de Las Salesas.

Mensaje retuiteado por el abogado de VOX durante la sesión del juicio

El hilo musical alrededor es una sucesión de guardias civiles que de golpe han elevado el nivel de detalle del juicio al de quinto de procés. Solo apto para muy iniciados. De Rajoy a Trapero, los grandes protagonistas se marcharon y los titulares a cinco columnas han dado paso a unas voces en off a los que por seguridad no se les puede siquiera poner cara. En el pelotón del Tribunal Supremo reina una sensación de etapa de transición a la espera de próximos puertos de montaña. Eso a pesar de que esta partida puede ser más relevante lo que diga el funcionario con carnet profesional G36994P que los recuerdos indirectos de un presidente del Gobierno.

El juicio del procés ha entrado definitivamente en otra fase y para seguir el hilo de la trama es preciso un manual de instrucciones, que en este caso es un sumario con decenas de miles de folios. Llegados a este punto es de justicia admitir al lector de que la mayoría de novedades desveladas esta semana ya habían sido publicadas hace meses (¡sorpresa!) por los periodistas que siguieron la instrucción. Desde Torra en labores logísticas del 1-O al intento de financiación china del procés. Pero cuando eso se contó, la señal de streaming del Tribunal Supremo no peleaba el prime time a los programas de la tele. Surge el debate entre recalentar enfoques en el microondas o dar la impresión de haberse levantado al baño justo en la parte más interesante.

El 'rebeliometro'

El rebeliometro se mantiene todo el tiempo en unos niveles estables gracias a los relatos de los guardias que en casi todos los interrogatorios se reservan algo para recordar el hostigamiento al que se vieron sometidos por hacer su trabajo a las órdenes de un juez. Este medidor experimenta picos de intensidad de cuando en cuando si el protagonista se extiende en detalles. Los relatos especialmente gráficos generan demasiado a menudo unas risitas. Es un ruido indignado que mezcla escepticismo y distancia cínica, como la de esa mayoría de la clase que toleraba al matón cuando se cebaba sobre el débil porque, total, no era para tanto.  

Las risitas desacreditan por loco a quien osa a cuestionar la revolución de las sonrisas donde Rufián iba a merendar. Otra loca era Dolores Agenjo, la “española de mierda” que denunció acoso por no ceder las llaves de su instituto. Arrimadas, ya se sabe, es una puta a la que desearon incluso una violación y la secretaria del juzgado que huyó por un tejado, una histérica a la que linchar una vez más en las redes sociales.

-“...las caras denotaban violencia, una rabia descontrolada...”

(Risitas)

- “... los manifestantes empezaron a mover el vehículo, la secretaria empezó a llorar…”

(Risitas)

- “... en ese momento la señora Forcadell animaba a la masa…”

(Más risitas, en este caso de la acusada Dolors Bassa, mientras imita el gesto de mover la mano al lado de la expresidenta del Parlament, que pone la cara de cuando desde un escenario trazaba la línea entre catalanes buenos y malos a los que ahora no permite siquiera haber tenido miedo).

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