El 'lunes negro' venía siendo una tradición en el Partido Popular. Desde el desastre de las elecciones generales (e incluso antes), los 'maitines' de los lunes se convertían en una caja de desagradables sorpresas para Casado y su equipo. ¿Qué ocurrirá hoy? se preguntaban, a la espera del penúltimo bramido o el último berrido de alguno de los barones cabreados. Incendio en Galicia, granizada en Bilbao, vendaval murciano...
Los periodistas tenían muy afinada su particular escala Ritcher para medir la magnitud del temblor. Caso de ser menor, la encargada de aparecer ante los medios era Marta González, vicesecretaria de Comunicación del partido. Si el estruendo adquiría dimensiones severas, sería Javier Maroto, número tres de la formación, siempre prudente y de verbo muy fluído, el encargado de dar la cara ante los medios. Si la avería era de dimensiones preocupantes, bajaría a la sala de prensa Teodoro García Egea, el secretario general, el 'señor Lobo' de Génova.
Los lunes tocaban temblores. Hubo uno muy ruidoso, cuando Alberto Núñez Feijóo le amargó el almuerzo a Casado y al resto de los congregados en la sede nacional. Fue el lunes posterior a las autonómicas, cuando la reunión de la Ejecutiva amagaba con desarrollarse por los senderos de la celebración. Vox había encogido y Ciudadanos se replegaba. El líder gallego, sin embargo, llegó dispuesto a dejarse oir y hasta a llevarse a Teo por delante. Fue un cónclave ruidoso y arisco. Un lunes feroz. El presidente del PP no lo ha olvidado. Ni al lunes ni a Feijóo.
Últimamente, el arranque de la semana en Génova discurre por un sendero plácido y bonancible. Hace ya un tiempo que Casado optó por mutar su estrategia. Centrado en los pactos y negociaciones, ha suspendido los maitines, ha espaciado sus encuentros con los periodistas y ha serenado su agenda. Ya no hay ruidos ni apenas turbulencias.
Convulsión en Ciudadanos
Este lunes la tormenta cambió de barrio. Cruzó la M-30 y aterrizó en la calle de Alcalá, en el edificio naranja de Cs. Mientras Pablo Casado departía amablemente con Pedro Sánchez en un encuentro secreto en la Moncloa, Toni Roldán, Javier Nart y algún otro del sector de Luis Garicano, anunciaban de forma inesperada su renuncia. Consideran, como aquellos barones díscolos del PP, que el partido de ha 'derechizado' y que está demasiado próximo a Vox. "Este guión me suena", comenta un veterano del PP. Los 'progres' se dejan oir, luego exigen algo y finalmente, se van.
La convulsión fue de tales de dimensiones que incluso empieza ya ha ponerse en cuestión la continuidad de Albert Rivera al frente de Ciudadanos. La teoría más escuchada en los ambientes políticos madrileños es que el Ibex, ese protagonista colectivo con muchas caras y no siempre demasiado ojo, ha apretado el acelerador para que Ciudadanos facilite la investidura de Pedro Sánchez. Lo ha intentado de todas las formas posibles. El presidente de la CEOE, Antonio Garamendi, ha sido el último en exigirlo públicamente.
Rivera no cede. En la tarde del fatídico lunes, Ciudadanos hizo saber que había rechazado una entrevista con Sánchez en Moncloa hace ocho días. Un presidente en funciones no ha de recibir en la sede de la jefatura del Gobierno. Esos encuentros han de celebrarse en el Congreso, al igual que ocurrió con la primera ronda de la investidura.
El oscuro pacto de Navarra
Sánchez recibe a Casado en el preciso momento en el que Roldán anuncia su aviesa salida de Ciudadanos. El Gobierno filtra la noticia del encuentro con el líder del PP y dinamita el supuesto secreto. "Nosotros no dijimos nada porque atendimos al formato dispuesto por Moncloa", se excusaban con ingenuidad de primerizos desde Génova. El resumen de la jornada quedaba meridianamente diáfano. Sánchez da un paso más hacia su gobierno Frankenstein-2, con los sacristanes vascos, los secesionistas catalanes, el de las anchoas y los concubinos de ETA. El PP, al mismo tiempo, se consagra como el líder indiscutible de la oposición, luego de escapar a su propio naufragio.
Ciudadanos, que estuvo a punto de consumar el gran 'sorpasso' el 28-A, bracea ahora a la desesperada para escapar de una incipiente crisis que le están organizando desde fuera. Soros o no Soros, primero las pedradas de Valls, luego lo de Macron, ahora el goteo de salidas con Roldán a la cabeza, es un rosario de muy malas noticias para Rivera. No puede dar marcha atrás y correr en apoyo de un Pedro Sánchez que le exige una rendición sin condiciones y un respaldo sin contrapartidas. Y menos, desde el oscuro acuerdo de Navarra, entregada a los nacionalistas del PNV y Bildu. "Abstenerse y soportar", como mandaba Epicteto. A ver lo que aguanta.
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