El uno de junio, durante la última sesión de la moción de censura a Mariano Rajoy, Pedro Sánchez se encaró con Albert Rivera y le dijo que tuviera cuidado porque si el PP hace sus deberes, Ciudadanos "acabará pasándolo mal porque se quedará sin espacio político. Hasta este miércoles estaba siendo así, el PSOE ha pasado en estos tres meses a liderar las encuestas, seguido por el PP y a mucha distancia de éste, los naranjas.
Este martes, el pasado académico de Sánchez y el del sucesor de Rajoy, Pablo Casado, irrumpió de nuevo en el hemiciclo del Congreso y puede quedarse a menos que los líderes de PSOE y PP lleguen a un pacto de no agresión que devuelva a Rivera a donde ha estado en estos tres meses.
Cuando se pregunta a segundos niveles, todos lo niegan tajantemente -de hecho, la portavoz del Grupo Socialista, Adriana Lastra, reclamó la dimisión de Casado tras el "ejemplo" que le ha dado la exministra de Sanidad, Carmen Montón- pero, a poco que se analice lo ocurrido en la Carrera de San Jerónimo, a ambos les interesa.
Porque en el día del estreno del líder popular frente a Sánchez, quien brilló fue Rivera, no contra él, que pasó desapercibido, sino dejando descolocado nada menos que al presidente del Gobierno al exigirle que "haga pública" su tesis doctoral Innovaciones de la diplomacia económica española. Análisis del sector público 2000-2012.
Ambiente de tensión
La jugada de Rivera, muy sutil, fue "tirar la piedra y esconder la mano", en palabras de un indignado diputado socialista, extender la sospecha de que Sánchez plagió su principal trabajo académico. La tensión se palpaba en el ambiente y no precisamente con los populares, que en este asunto no pueden levantar la voz.
Tan es así que Casado se vio obligado a hablar en pasillos de la petición que acababa de hacer Rivera para señalar que en algún momento del día Sánchez debería dar explicaciones... vamos, lo mismo que le exige el PSOE a él tras las dimisiones de Cristina Cifuentes, primero, y Montón, ahora, por el caso de los másteres en la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid.
El acuerdo del dentista
La de Casado fue una reacción casi obligada, de puro compromiso. Terreno pantanoso. El líder del PP apenas tuvo oportunidad de lucimiento en su estreno como primer espada de la oposición. Nervioso, agarrotado, no parecía Casado el orador suelto, seguro y convincente que demuestra en cada una de sus intervenciones.
El presidente del PP está maniatado con su propio máster. Pendiente el Supremo, rehuye el combate. “Son arenas movedizas”, señalan en la dirección de Génova, donde descartan la posibilidad de un ‘acuerdo del dentista’ con el PSOE. “No hace falta hablar nada, estamos en lo mismo y no queremos hacernos daño”, desliza un veterano de la formación conservadora.
El PP reclamó ya este verano, por medio del diputado José Ignacio Echániz, que Sánchez presentara ante el Congreso su polémico trabajo universitario. La Mesa no lo ha visto conveniente, luego del informe de los letrados. “Nosotros lo hemos intentado, pero no ha salido”, se justifica una alta fuente del PP.
Ahora ya no hay tanto empeño en la jugada. Casado, por ejemplo, ni se inmutó cuando Lastra reclama su renuncia. “Era un gesto obligado”. Horas más tarde, Dolors Montserrat, la portavoz del grupo popular, reclamó explicaciones al presidente del Ejecutivo. “Ya está tardando en venir al Congreso”. Un pellizco de monja, un amagar y no dar. La artillería más potente tendrá que esperar.
En Génova se confía en que la tormenta amaine y que el Supremo actúe con celeridad. Dan por hecho que casado superará la prueba de los tribunales, con algún pasaje complicado. Quizás tenga que declarar en condición de investigado. “El máster de Montón lo ha alterado todo, ha vuelto a emerger un asunto que estaba dormido durante el verano”, señalan las mencionadas fuentes.
Apoya TU periodismo independiente y crítico
Ayúdanos a contribuir a la Defensa del Estado de Derecho Haz tu aportación