El hasta hace poco titular de Exteriores, José Manuel García-Margallo, y el de Interior, Jorge Fernández Díaz, posiblemente los dos ministros más polémicos del último Gabinete presidido por Mariano Rajoy, han dejado sus respectivas carteras para ceder el testigo a Alfonso Dastis y Juan Ignacio Zoido.
El Ministerio del Interior, que al comienzo de la Legislatura en 2011 parecía ser una 'perita en dulce' tras el entonces reciente alto el fuego definitivo de ETA, se ha convertido en una auténtica 'patata caliente' para el nuevo ministro. Y, en buena medida, por culpa del que durante cinco años ha sido uno de los titulares más polémicos de la cartera, capaz de poner de acuerdo a la oposición, a los integrantes de las propias Fuerzas de Seguridad del Estado y a amplios sectores de la sociedad. Sólo su estrecha amistad con un Mariano Rajoy 'alérgico' a los cambios le ha mantenido en el puesto durante todo este tiempo.
De hecho, su mandato ha estado sazonado de polémicas. Sacó adelante una ley, la de Seguridad Ciudadana, que soliviantó los ánimos de una parte de la población que la veían como un intento de coartar la libertad de manifestación en plena época de protestas por los recortes. También ha cesado a responsables policiales que investigaban a miembros de su partido, como ocurrió con el 'caso Ático' que aún hoy mantiene imputado a Ignacio González. Con su beneplácito han circulado informes policiales de origen más que dudoso sobre cuentas en el extranjero de dirigentes de la antigua Convergencia en plena ofensiva soberanista de Artur Más. E, incluso, ha ninguneado investigaciones de sus subordinados cuando señalaban la presunta implicación de cargos públicos 'populares' en casos de corrupción, como sucedió en el 'caso Púnica' con el documento de la UCO que tiene contra las cuerdas al actual presidente de la Región de Murcia, el 'popular' Pedro Antonio Sánchez.
Además, no ha sabido frenar la bochornosa 'guerra de comisarios' que ha sacudido en los últimos meses a la Policía Nacional. Ha puesto medallas policiales a la Virgen del Amor. Ha gastado dinero público en levantar un cuartel de la Guardia Civil, tildado de innecesario desde el propio Instituto armado, en la localidad navarra de Fitero, donde él veraneaba y vivía su madre. Y, sobre todo, ha quedado en evidencia tras salir a la luz sus conversaciones con el entonces responsable de la oficina Antifraude catalana que revelaban maniobras en la trastienda para que afloraran a la luz pública supuestos casos de corrupción que afectaban a dirigentes de las formaciones independentistas catalanas. Demasiado pecados capitales para seguir en un cargo que puede hacer ganar elecciones... pero también perderlas.
Con todo ello, la principal 'papeleta' que deja a su sucesor, Juan Ignacio Zoido, es la de apaciguar las aguas en Policía y Guardia Civil, muy revueltas por los recortes presupuestarios puestos en marcha a partir de 2011 y las polémicas que han dado una imagen de politización, sobre todo en el primero de estos Cuerpos. Por ello, no faltan voces dentro de ambas instituciones que piden que los políticos dejen de ocupar los puestos de director general de Policía y de la Guardia Civil, y que estos cargos pasen, definitivamente, a los 'profesionales'. Fernández Díaz ni se lo planteó durante estos cinco años, aunque siempre 'ignoró' a Ignacio Cosidó y Arsenio Fernández Mesa, los hombres que el partido le puso muy a su pesar para dichos puestos.
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