Si Felipe González lanza un torpedo, Moncloa responde con un misil. En el Gobierno no ha sentado nada bien que el expresidente socialista hablara abiertamente del relevo de Pedro Sánchez cuando falta poco más de un mes para el Congreso Federal que le reelegirá por aclamación. Las fuentes consultadas coinciden en que la proliferación de apariciones mediáticas del expresidente en los últimos días busca dos cosas: por un lado, foco, y, por otro, atizar al jefe del Ejecutivo en uno de sus mayores momentos de debilidad desde que llegó a Moncloa.
Una fuente muy próxima a Sánchez, con un puesto destacado en Moncloa, describe así, en conversación con este diario, lo que le provocan los comentarios de González: "Su opinión sobre el sucesor de Pedro [Sánchez] vale lo mismo que la de Ana Rosa Quintana". Otra fuente, de la planta noble del partido, sostiene que es probable que el expresidente esté ya más harto del actual gobierno que ellos de él. Así están las cosas. El desprecio es mutuo y no se esconde. Como ya contó este diario, el PSOE no ha invitado a González al gran cónclave de Sevilla, que se celebrará del 29 de noviembre al 1 de diciembre.
Lo cierto es que en poco más de tres años, desde el Congreso Federal de octubre de 2021, Sánchez ha pasado del abrazo a Felipe González a la indiferencia. El expresidente se ha convertido en uno de los críticos más fieros con las decisiones políticas de Moncloa: los indultos, el borrado de la sedición y la rebaja de las penas por malversación, la amnistía, el cupo catalán… y el resto de contrapartidas del PSOE a los secesionistas que implican, según los padres socialistas de la Transición, el desandamiaje de la arquitectura constitucional de 1978.
González lanzó su arsenal junto a su ex número dos Alfonso Guerra en Antena 3. Ambos irrumpieron como elefante en cacharrería en el proceso precongresual del PSOE. Un proceso que está tropezando más de lo esperado en cuitas internas. Y eso que Sánchez esperaba un cónclave tranquilo, de aclamación y exhibición de fuerza sobre los suyos.
El expresidente niega la mayor de que el PSOE carezca de alternativa a su liderazgo. "¿No hay nadie que pueda sustituir al secretario general? Claro que podría no ser Sánchez. ¿Puede haber un candidato de envergadura? Tengo en la cabeza varios, pero si lo que tengo en la cabeza sale de ella, está muerto", lanzó.
Lo cierto es que, como comentan las fuentes consultadas, aún no hay una némesis que contrarreste el hiperliderazgo del 'gran jefe', porque hace mucho frío fuera del Gobierno central. El Ejecutivo se ha convertido en un refugio para multitud de cuadros socialistas. Y eso es, precisamente, a lo que se agarran. "Nadie muerde la mano que da de comer", sintetiza un socialista con dos décadas de cargos dentro del partido.
Ni si quiera se ha obrado la farsa de aupar un candidato de apariencias de cara al congreso. Y todo esto tiene a buena parte del PSOE sumido en la resignación. "El partido está controlado por los contratados", explica un líder territorial a este diario. Las antenas socialistas emiten en más bandas que la oficial. Cada vez hay más indignación en las federaciones y en las casas del pueblo con el liderazgo de Pedro Sánchez, porque más allá de las prebendas al independentismo -cupo catalán incluido-, creen que está fusionándose con un partido que tiene más de 140 años de historia.
De puertas para fuera, la posición oficial del partido sobre González es que su tiempo pasó y corresponde a la actual generación de dirigentes gestionar la organización. Es más, una de las cuestiones que el propio Sánchez más saca a relucir cuando se le pregunta por el asunto es que el PSOE ahora pertenece a sus militantes. Sánchez se vanagloria de haber conducido a un partido con 145 años de historia al devenir de sus afiliados. Pero de puertas para dentro, sigue molestando mucho que uno de los grandes referentes políticos del país se comporte así.
Los más jóvenes ya tienen incluso cierta animadversión "al personaje", como le definen algunos cargos intermedios. A González aún le escuecen algunos de los encontronazos que ha tenido con los colaboradores de Sánchez. Cabe recordar el que tuvo con la entonces portavoz socialista en el Congreso Adriana Lastra a cuenta del apoyo de Bildu y ERC a los primeros presupuestos generales que aprobó la coalición de PSOE y Podemos. La política asturiana despachó las críticas de González por apoyarse en los independentistas diciendo que escuchaba a sus “mayores” pero que reivindicaba las decisiones tomadas por la nueva dirección. Y claro, González fue contundente: “No voy a consentir que me manden callar”. Parece que seguirá sin intención de que le silencien. Por eso, habla alto y claro.
Apoya TU periodismo independiente y crítico
Ayúdanos a contribuir a la Defensa del Estado de Derecho Haz tu aportación