Las relaciones entre España y Marruecos son un constante tira y afloja. Rabat está asfixiando a Ceuta. En los últimos días, la presión migratoria hacia la ciudad autónoma no ha hecho más que crecer. El número de menores acogidos a 27 de agosto era de 502 -22 de ellos ingresaron este mismo lunes-. La sobreocupación es del 479 %, según el ejecutivo autónomo. Y su presidente, el popular, Juan José Vivas, ha lanzado una llamada de auxilio. Pero Moncloa elude el choque con el reino alauí, pese a intuir que las imágenes de los últimos días son su responsabilidad. Cabe preguntarse, pues, de qué ha servido el giro español hacia el Sáhara.
Fuentes gubernamentales niegan que Marruecos esté "abriendo el grifo" migratorio. Pero fuentes diplomáticas consultadas por este diario lo ven obvio. El movimiento de Rabat, según estas mismas fuentes, buscaría dos cosas. Una: llamar la atención en plena gira del presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, en África para abordar este mismo asunto y marcar la agenda española. Y dos: fondos económicos. Los mismos que Madrid va a comprometer en Mauritania, Senegal y Gambia. No obstante, Marruecos, siempre según el relato de estas fuentes -que han tratado a menudo con el vecino del Sur en otros ejecutivos- no tendría intención de boicotear a Sánchez.
"Probablemente sí, quieran fondos. Pero a Marruecos también le interesa frenar la inmigración desde Mauritania, porque mucho les llega a ellos. Mi experiencia con los marroquíes es que, en general, apoyan y fomentan las medidas de este tipo", explica una fuente diplomática conocedora como pocas de las relaciones hispano-marroquíes. ¿Y cuánto dinero va a desembolsar Sánchez? Para Moncloa, lo más importante asegurar que los casi 500 millones prometidos en febrero junto a la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, no se pierden.
Fuentes del Gobierno citadas por El País explican que más del 50 % de los 215 millones anunciados por la UE están ya “asignados” a programas concretos. Mientras, la cooperación española ha comprometido otros 50 millones para un proyecto cofinanciado con el Banco Mundial en el río Senegal. Además, España ha dispuesto 150 millones de una línea de crédito. Pero esta dependerá de qué empresas la soliciten.
Cabe añadir que Bruselas dedicará alrededor de 22,5 millones del fondo con el que financia a Ucrania para equipar al Ejército de Mauritania con el fin de ayudarle a combatir el yihadismo y Madrid, por su parte, aportará medio millón para la formación en defensa y seguridad de las tropas mauritanas. Marruecos celebra todo eso, pero también quiere su parte de la tarta. La última visita de Sánchez a Rabat fue en febrero también. Entonces, Rabat dio largas a Madrid sobre otro asunto parado: las aduanas comerciales. Casi dos años después siguen cerradas, un castigo para los trabajadores y las empresas.
Los esfuerzos de Sánchez por tener las mejores relaciones posibles con el reino alauí no están dando sus frutos. Y eso que el Ejecutivo de coalición prometió que las aduanas de Ceuta (que implicaría una de nueva creación) y de Melilla serían una realidad a principios de 2023 pero en lo que vamos de 2024 sigue sin haber avances y Marruecos sigue alegando "problemas técnicos" para mantener sine die su cierre.
El cambio de postura de Moncloa respecto al Sáhara, orquestado por el PSOE sin consenso político alguno con el resto de fuerzas políticas, reconoce la soberanía alauita sobre la excolonia española, ya que ve el plan marroquí de autonomía como la propuesta más creíble para resolver el conflicto contra la posición del Polisario, que quiere un referéndum de autodeterminación bajo el amparo de Naciones Unidas. Ese giro de Sánchez a la política exterior, competencia exclusiva del jefe del Gobierno, provocó una seria crisis en la coalición. El tema es sensible en la izquierda española.
La propia Yolanda Díaz atizó en su momento al presidente por el giro del PSOE, que calificó como "incoherente". La vicepresidenta segunda denunció la opacidad con la que, creía ella, Pedro Sánchez tomó esa decisión. Para más inri, los socialistas evitaron en febrero del año pasado una investigación sobre supuestos sobornos de Marruecos en la Eurocámara por indicación del titular de Exteriores, José Manuel Albares.
En Moncloa está instalada política de no molestar a Marruecos. Las relaciones con el país vecino no acaban de carburar pese al cambio de postura sobre el Sáhara. En verdad, Madrid ha cedido ante Rabat no solo con el Sáhara, también con Ceuta, Melilla e incluso con la política gasística. Lo cierto es que España ha renunciado a que las dos ciudades autónomas adquieran a ojos del escenario internacional el mismo estatus que los territorios peninsulares.
Y es que hay que reseñar que Ceuta y Melilla ni están dentro de la OTAN, ni se benefician de Schengen, el espacio de libre circulación de bienes y personas de la Unión Europea. Es más, Madrid no quiere que la agencia europea de fronteras (Frontex) despliegue a sus efectivos porque no quiere que Marruecos monte un numerito en forma de salto masivo. Pero Rabat casi siempre guarda un as en la manga para poner en apuros la frontera.
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