Carles Puigdemont se hará este fin de semana con el control total de Junts, el partido que él mismo fundó y que presidió entre 2020 y 2022. Tras dos años voluntariamente alejado de la vida orgánica de la formación, que han dirigido Laura Borràs y Jordi Turull, el expresidente de la Generalitat ha oficializado este miércoles su deseo de volver a la presidencia de la organización separatista. Algo que preocupa en Moncloa por la posibilidad de que ERC, también en un proceso de renovación interna, se vea obligada a radicalizar su mensaje y su actitud. Lo que podría encarecer el precio de su apoyo.
El retorno de Puigdemont al cargo de mayor responsabilidad en el partido, no es tan simbólico como pueda parecer. Pues la aprobación de la amnistía, que negoció él mismo con Santos Cerdán en Bruselas, ha cambiado las cosas. Aunque por ahora no se le puede aplicar, y deja en el aire su retorno a España para hacer política institucional de nuevo, su intención sigue siendo volver y actuar de la misma forma que lo hizo en 2017. Incumpliendo así su última promesa electoral, en la campaña de las elecciones autonómicas de este mismo año, cuando afirmó que abandonaría la política si no lograba ser investido presidente.
Puigdemont, que entre 2022 y finales de 2023 delegó en la dirección de entonces, más pragmática y parecida a la extinta Convergencia, la toma de decisiones, quiere erigirse de nuevo en un actor político de primer orden. Obligando a Sánchez y al PSOE a negociarlo todo con él, aprovechando la rehabilitación política a la que ha sido sometido por parte del Gobierno. Haciendo valer los siete votos de los que dispone en el Congreso de los Diputados. El voto favorable de ERC a la investidura de Salvador Illa, cerrándole el paso a él para volver al poder, considera que "es una oportunidad" para su espacio político para ganar terreno a su principal rival de cara al próximo ciclo electoral.
Y es que Junts nunca ha tenido tan poco poder institucional en Cataluña y a la vez ha sido tan determinante y crucial como ahora en la política nacional. Los siete diputados capitaneados por Míriam Nogueras en la Cámara baja, son imprescindibles para todo lo que quiera hacer Sánchez. Y Puigdemont, consciente de ello, lo aprovecha para doblegar al PSOE en cada una de las negociaciones que han llevado a cabo en los últimos meses. Logrando concesiones que parecían tan imposibles como la amnistía que, en su momento, Sánchez tachó de "inconstitucional", o una delegación de competencias en inmigración a cambio de no votar dos decretos ley y permitir con ello la convalidación de los mismos.
Aviso de Rufián
Este miércoles, antes de la sesión de control al Gobierno, el portavoz de ERC en el Congreso, Gabriel Rufián, ha dado un aviso al Ejecutivo al transmitir que la negociación para la aprobación de una nueva senda de déficit "va mal". El diputado por Barcelona ha explicitado que es así porque desde el Ejecutivo conversan más con Junts que con su formación. Rufián ha llegado a quejarse de que el Gobierno les llama "poco". Preguntado expresamente si cree que están negociando más con los de Carles Puigdemont ha respondido: "La verdad es que sí. Y es raro. ¿O no?", ha deslizado.
Dando por hecho el apoyo de los republicanos, Moncloa y Ferraz han vuelto a cuidar más la negociación con Junts para asegurarse la estabilidad de la legislatura. De ahí que en las últimas semanas se hayan intensificado las reuniones con el mediador internacional en Suiza. En algunos casos, como en el último encuentro, celebrado en Zúrich, con ofertas económicas por parte del Ejecutivo a cambio de lograr el beneplácito de los junteros a la senda de déficit que ya han rechazado en dos ocasiones.
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