“Nunca antes había visto tantas banderas de España en los balcones de Valencia”. Lo dice Joan Ignasi Culla, personaje histórico del valencianismo y analista político. Algunas de esas banderas cuelgan de los edificios que miran a la plaza de Sant Agustí., la misma que cada 25 de abril (conmemoración de la Batalla de Almansa) y 9 de octubre (día de los valencianos) reúne sendas manifestaciones de marcado carácter catalanista. El éxito de esas marchas ha estado siempre condicionado por el número de autobuses que las entidades y partidos catalanes desplazaban desde el Principado. “Sense València, no a la independència”, gritaban años atrás cuando el procés empezaba a caminar y el movimiento civil que lo apoyaba seguía soñando con los ‘países catalanes’.
Al final, el secesionismo ha roto su promesa al tiempo que quebrantaba la ley en el Parlament; y en Valencia, que ese sector catalanista nunca tuvo demasiadas simpatías, la respuesta ha venido en forma de rojigualda balcón tras balcón. Ese nacionalismo catalanista ha convivido y convive con el valencianismo, un movimiento mayoritariamente autonomista que históricamente siempre ha estado más o menos ligado al anticatalanismo. Y en muchas ocasiones, se ha acomodado entre los brazos del españolismo. Algo así como la tesis de Joan Fuster interpretada al revés: “Llamarnos valencianos es nuestra forma de llamarnos españoles”.
“El sentimiento español y el anticatalanismo siempre han estado ahí. Ahora estaban más dormidos, pero la crisis catalana ha encendido la chispa de la reacción”, asegura Culla en conversación con Vozpópuli. Las reacciones han sido muy dispares: resignación, banderas en las calles o agresiones como las que tuvieron lugar el 9 de octubre. Ese sentimiento que se ha despertado en parte del pueblo valenciano ha pillado con el pie cambiado al Consell de la Generalitat.
El españolismo ha aprovechado el momento para ganar adeptos con un mensaje directo y contrario al tema catalán”
El presidente valenciano Ximo Puig se había puesto de perfil con respecto a la cuestión catalana, bien para no ver dañada su imagen, bien para evitar una crisis en el seno de su Gobierno por las tensiones que pudieran generarse con Compromís. En la propia coalición de izquierdas ya se han producido grietas. Mientras la vicepresidenta Mónica Oltra (líder de Iniciativa) llegó a pedir que Puigdemont retirara la celebración del referéndum, los principales dirigentes del Bloc (otra de las patas que forman Compromís) comentan en público y en privado su apoyo al “derecho a decidir”, aunque en ningún caso han reconocido la legitimidad de la república catalana.
La compleja realidad política valenciana se está viendo afectada por el desafío independentista. Ni el nacionalismo de tinte catalanista, ni el valencianismo de corte autonomista parecen salir beneficiados de esta situación. “El españolismo ha aprovechado el momento para ganar adeptos con un mensaje directo y contrario al tema catalán”, sentencia Culla. Y aunque asegura que el valencianismo “tiene margen para crecer” electoralmente, las condiciones actuales no lo facilitan.
En el último barómetro electoral publicado el 9 de octubre, con motivo del Día de la Comunitat Valenciana, Compromís salía perjudicado al perder dos escaños, también Podemos pasaba de 13 a 7 y el PSPV, que había optado por esquivar debate sobre el desafío, crecía de 23 a 26.
Una mirada al País Vasco
La escalada secesionista en Cataluña sí tuvo una respuesta paralela aunque de menor intensidad en el nacionalismo vasco. La independencia que votó el Parlament ha sido reconocida por EH Bildu y el propio Arnaldo Otegi ha visto una vía para que Euskadi logre su independencia de España. Aunque el PNV no ha reconocido la secesión, la formación nacionalista sí ha sido uno de los actores clave en los últimos días del procés. Desde el primer momento se opusieron a la aplicación del artículo 155 de la Constitución. De hecho, presionaron al PP para que no lo activara con su veto a los Presupuestos Generales del Estado. Y tanto el miércoles como el jueves mediaron entre el Gobierno central y el catalán para que Puigdemont convocara elecciones y evitara el choque de trenes que finalmente se ha producido.
Antes el nacionalismo vasco sí se había manifestado unido a favor de la celebración del referéndum. El 30 de septiembre miles de personas protagonizaron una marcha masiva en Bilbao bajo el lema Democracia y libertad para decidir. Sin embargo, esa demostración de fortaleza en las calles y el discurso victimista del nacionalismo catalán no parecen ser suficientes como para provocar un vuelco en la opinión mayoritaria de los vascos. Así lo considera Francisco Llera, catedrático de Ciencia Política en la Universidad del País Vasco: “Las actitudes y las identidades en la sociedad vasca es poco probable que cambien porque están muy ancladas”, ha indicado en una conversación con Vozpópuli.
El también director del Euskobarómetro asevera que la cuestión catalana solo “le ha dado oxígeno a EHB, que se había quedado sin programa, permitiéndole ocultar sus vergüenzas pasadas”. Por eso duda de que los partidos se vayan a ver beneficiados o perjudicados por la proclamación de la república catalana y recuerda que “todos los partidos tienen compromisos con todos: PNV y PSOE cogobernando, PNV y PP con un pacto presupuestario muy sustancioso para ambos, PP y PSOE atados por la respuesta al desafío independentista y PNV y EHB con pactos locales”. Aunque “el PNV está siendo obligado a hacer un contorsionismo que no le gusta, tiene la ventaja del refuerzo de su centralidad útil”, analiza el profesor que prefiere esperar a ver los resultados del próximo Euskobarómetro.
El pasado 18 de octubre la televisión pública vasca avanzó cómo cambiarían las representaciones en el Parlamento Vasco si se celebrasen ahora elecciones. Un año después de su última convocatoria, el EiTB Focus apuntaba hacia una mejora en escaños para el PNV y EHB. El partido del lehendakari Urkullu mejoraba el resultado de 2016 al pasar de 28 a 30 representantes. EHB ganaba un parlamentario. Mientras tanto los más perjudicados eran Podemos, que cedía uno a favor de la izquierda abertzale y el PP que se dejaba dos.
En Galicia el panorama electoral no parece verse afectado por las idas y venidas del procés catalán. Los gallegos, al igual que los vascos, eligieron un nuevo Parlamento el 25 de septiembre de 2016 en el que el PP de Alberto Núñez Feijóo consiguió una holgada mayoría absoluta con 41 parlamentarios. La última fotografía electoral, realizada vía encuesta por La Voz de Galicia, le otorgaba a los populares una nueva mayoría con 40 escaños, al perder uno en favor de En Marea. Los nacionalistas del BNG se consolidaban en el Parlamento con 6 representantes y aumentaban su apoyo ligeramente un 0,2%.
Seis días después de la publicación de este sondeo, representantes del BNG y En Marea participaron en Santiago en una marcha multitudinaria en apoyo a la celebración del referéndum de independencia en Cataluña. Tras la proclamación de la república catalana, solo el BNG llegó a reconocer su “legitimidad” mientras que En Marea se ha mantenido en la línea de Podemos, su socio en el Congreso de los Diputados, al criticar duramente la aplicación del artículo 155.
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