La idea de la Zarzuela era elaborar un mensaje muy directo, alejado de la retórica y de la ampulosidad. Sin palabras huecas ni concesiones a las metáforas. Era su primera intervención en las Cortes como Jefe del Estado. "Se pretendía un discurso en el que se entendiera todo, sin irse por las ramas, dentro de los límites de la neutralidad que marca la Constitución y del nivel político que las circunstancias demandan", desliza una fuente conocedora de los trabajos efectuados por el equipo de Zarzuela y Moncloa en la elaboración de este texto.
Felipe VI vigiló, controló y preparó su debut en la apertura de sesiones de una Legislatura con delicadeza de entomólogo. Cada palabra estaba medida, cada frase, revisada y cada expresión, estudiada. El colaboración con el Gobierno, como es costumbre en estos casos, don Felipe dio indicaciones precisas sobre los puntos clave en torno a los que había de discurrir su intervención, largamente aplaudida. Casi tres minutos. En la ocasión precedente, su padre, don Juan Carlos, apenas fue ovacionado 50 segundos.
Después de un año en el dique seco, la intervención de don Felipe en tan solemne ocasión era todo un reto para el Monarca y la Institución. Los borradores circularon durante semanas, antes incluso de confirmarse la investidura de Mariano Rajoy. El Rey era consciente del evidente desánimo que ha anegado a una opinión pública en la que se palpaba el sentimiento de rechazo y descrédito hacia la clase política y las instituciones. El fantasma de unas nuevas elecciones sobrevoló en las palabras del Rey como una amenaza irrepetible en el Hemiciclo.
Este era el primer factor a batir, la primera referencia fundamental de sus palabras. Una vertiente en la que se incluyó tanto la mención a las víctimas de la crisis económica, la necesidad de la cohesión social, el elogio a la transición y a los cuarenta años de vida en común. La lacra de la corrupción, lo que provoca la indignación de la ciudadanía formaban parte de este bloque, una especie de examen general de conciencia sobre cómo se ha actuado en estos últimos meses y la urgencia para superar esta etapa.
Tiempos nuevos
La incertidumbre ante una etapa fase política, con un Parlamento zarandeado por una pluralidad sin precedentes era otro asunto a abordar en profundidad. De ahí el elogio del Rey a la 'generosidad' de las fuerzas políticas para superar largo bloqueo y la exhortación insistente al 'diálogo', la palabra más repetida en su discurso. "Vivimos tiempos de incertidumbres, tiempos nuevos", subrayó, no sin hacer referencia a la necesidad de plantear el futuro con optimismo, mediante 'la reflexión y la acción'.
El tercer eje fue la unidad de España, en el que se subyacía el órdago nacionalista catalán, en plena ebullición con un horizonte preñado de incógnitas. En la misma tarde del jueves, Don Felipe asistía a un acto empresarial en Barcelona, en compañía de la vicepresidenta del Gobierno y el presidente de la Generalitat.
Dijo el Rey que "España no puede renunciar a su propio ser" y repasó la necesidad de cumplir las leyes
Los diputados nacionalistas catalanes y vascos no aplaudieron su discurso. Permanecieron de pie y con las manos bajas durante los aplausos. Dijo el Rey que "España no puede renunciar a su propio ser" y repasó la necesidad de cumplir las leyes y que todos los españoles y que el autogobierno de las Comunidades han de compartir dos elementos: igualdad y solidaridad.
En Zarzuela había este jueves una perceptible satisfacción por los ecos de esta crucial intervención del Jefe del Estado. "Se ha trabajado muy duro y unas reacciones parecen positivas", comentan en fuentes próximas al equipo del Monarca.
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