Soraya Sáenz de Santamaría ha arrancado con potencia su gestión como la ‘ministra para Cataluña’, es decir, la titular de Administraciones Territoriales cuyo objetivo prioritario es frenar la deriva secesionista catalana. “Diálogo y empatía”, son sus argumentos, algo que ha caído muy bien en el mundillo soberanista, donde se prepara ya la cita de Oriol Junqueras con la vicepresidenta.
Este lunes, Santamaría asistió en Barcelona a la toma de posesión del nuevo subdelegado del Gobierno, Enric Millo, quien, desde ahora, “será mis ojos, mis oídos, mi mano derecha y hasta mi mano izquierda” en la Comunidad, según expresó gráficamente en el acto. Millo, que procede de las filas de CiU, habló de una nueva etapa y dio a entender que a partir de ahora se pasa página con el pasado. Allí estaban presentes los altos responsables del PP catalán, con Alicia Sánchez-Camacho, ya de salida, a la cabeza, y con un Xavier García Albiol, actual ‘coordinador’ de los populares catalanes, algo mustio ya que aspiraba a un cargo en Madrid. Por parte de la Generalitat asistió Raül Romeva, conseller de Asuntos Institucionales, a quien se le considera una especie de 'ministro de Exteriores' catalán.
La soflama del victimismo
La vicepresidenta del Gobierno se ha volcado, desde el minuto uno, en este encargo del presidente, un Miura de muy difícil lidia. Asistió el viernes a la entrega de premios de Fomento del Trabajo donde escuchó sin pestañear una soflama victimista del presidente de la Generalitat, quien, además, le entregó una distinción al conde de Godó, el editor de medios más relevante de la comunidad y firme impulsor, en su momento, de la vía hacia la 'consulta'.
Sáenz de Santamaría ha adoptado como su manual de actuación el documento de una cuarentena de reclamaciones que en su día le entegó Artur Mas a Mariano Rajoy en una entrevista eterna e imposible Moncloa y a cuyo estudio y evaluación el presidente del Gobierno central apenas habrá dedicado tres minutos y medio. Ahora se desempolva para reactivar las relaciones y emprender un camino hacia el diálogo.
"No consentiré concesiones a Cataluña a costa de la financiación y las infraestructuras que tiene pendientes Galicia"
“La operación Cataluña” que dirige la vicepresidenta ha empezado a escocer en algunos ámbitos del partido, en especial en los más veteranos, donde se teme que, más pronto que tarde, el Gobierno tenga que incurrir en una serie de gestos y guiños amigables para aplacar y dar satisfacción a sus interlocutores. Ya lo advirtió días atrás Núñez Feijóo, el barón más respetado del partido: “No consentiré concesiones a Cataluña a costa de la financiación y las infraestructuras que tiene pendientes Galicia”. Más que un 'hablar por hablar', era una advertencia, según fuentes de su entorno.
Algunos dirigentes regionales del PP comparten esta opinión. "No admitiremos que se otorguen favores a los separatistas", comentan. Son conscientes de que Rajoy tiene en su mesa dos 'patatas calientes' que requieren toda su atención. Cerrar unos presupuestos que den satisfacción a Bruselas, para, de esta forma, tener asegurado un ejercicio sin demasiados contratiempos, y afrontar en forma decidida el ‘dossier catalán’.
Rajoy es consciente de que Convergencia, ahora llamada Partido Demócrata Catalán, atraviesa por uno de los momentos más delicados de su historia, con un electorado menguante y con su gobernabilidad en manos de la CUP, una agrupación extravagante, que le obligó a comprometer una fecha para la celebración de un supuesto referéndum de secesión.
Sáenz de Santamaría mantiene buenas relaciones con Junqueras, el líder de ERC que se ha hecho cargo de la conselleria económica del Govern, y no está mal vista en el mundo empresarial catalán. Su idea es hacer más ostensible la presencia del Estado en esta comunidad, algo que siempre reclamaron los dirigentes del PP sin obtener apenas respuesta desde Madrid. Va a viajar con frecuencia a Barcelona e incluso se le va a facilitar un despacho en la sede de la delegación de Gobierno, de acuerdo con algunas versiones.
El PP catalán queda al margen de toda esta operación. Soraya ha de rendir cuentas exclusivamente a su presidente. Es una cuestión de Gobierno y no de partido. Dolores Cospedal, actual ministro de Defensa, queda, asimismo, prácticamente al margen de esta aventura. Incluso se siente objeto de una campaña de arrinconamiento interno. De ahí los recelos en algunos círculos del partido. Carles Puigdemont, presidente de la Generalitat, pretende hacer muy ostensible cada avance que consiga del Gobierno central. Santamaría es partidaria de la sutileza y el guante de seda. De ahí la elección de Millo, experto en hacer amigos pero firme cuando es necesario. La ‘operación diálogo’ u ‘operación Cataluña’ se ha puesto en marcha a toda velocidad. La vicepresidenta se ha sumergido de lleno en esta apuesta. Hay muchas cosas en juego.
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