La salida de Esperanza Aguirre del panorama político abre las puertas a los rumores y quinielas sobre quién será el futuro candidato del PP en las elecciones municipales de 2019. No es asunto al que Mariano Rajoy le dedique medio minuto, dada su tendencia a solventar estas dudas casi sobre el límite de lo razonable.
Cristina Cifuentes sí ha ocupado algo de su tiempo y algunas conversaciones a reflexionar sobre este asunto. La presidenta del PP madrileño, elegida sin rival en el congreso regional de hace unas semanas, se señaló como objetivo recuperar Madrid para sus colores. La Comunidad ya es del PP. Toca repescar el Ayuntamiento, que perdió en 2015 merced al pacto entre Podemos y el PSOE.
Circulan nombres intramuros del partido. El más mencionado es Pablo Casado, aznarista, aguirrista, rajoyista y posiblemente uno de los rostros más mediáticos del PP. Joven, de sólida formación, de enorme trayectoria, forma parte de la 'operación relevo' del partido que desembarcó en Génova hace un par de años. Dolores Cospedal le respeta y Fernando Maíllo, el hombre fuerte del partido, es uno de sus principales valedores. También Jorge Moragas, jefe de Gabinete de Rajoy, ahora algo desdibujado en la estrategia del PP.
Una oferta tentadora
Juan Vicente Herrera, antes de renunciar a mantenerse en la presidencia del PP de Castilla y León, le ofreció a Casado, diputado por Ávila, convertirse en su secretario general. De ahí se convertiría en presidente de la regional y quizás en candidato autonómico. Un itinerario con reminiscencias aznarianas, con etapas en el vértice de Valladolid, Génova y Moncloa. Costó convencer a Casado para que no se moviera de Madrid, dicen algunas versiones en la cúpula del PP. Casado siempre insiste en que carece de ambiciones fuera de su puesto actual como vicesecretario general, en el que que aún no lleva ni dos años.
Quizás Cifuentes, con la anuencia de Rajoy, le haga la oferta que no pudo concretar Herrera. No hay ahora mismo más rival en el horizonte. Algunos airean el nombre de Soraya Sáenz de Santamaría, vicepresidenta del Gobierno. No parece una opción con visos de llevarse a cabo. Santamaría apenas goza de predicamento en el partido. Su entorno siempre ha sido el Congreso o la Moncloa. Y a ella no le encantaría la idea, dicen en su entorno. "Sería una especie de destierro o de castigo", señalan.
A dos años de esos comicios, todo puede evolucionar. Las especulaciones buscan tan sólo llenar el enorme hueco mediático que ha dejado Aguirre. Será Rajoy, como es habitual, quien despeje las dudas.
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