“En política ya no me fío de nadie". Así lo dijo Pablo Iglesias en su última entrevista televisiva de ayer en El programa de Ana Rosa antes de reincidir en su ataque contra la “trama” de policías, políticos y periodistas vinculada al ex comisario José Manuel Villarejo y a la que ha incluido al PSOE como corresponsable o encubridor. Estos ataques reiterados al equipo de Pedro Sánchez están rompiendo el pacto tácito que existe entre ambas formaciones para evitar el fuego amigo en esta campaña electoral.
Desde el pasado enero, en una serie de encuentros mantenidos en La Moncloa, Sánchez e Iglesias acercaron posturas. El adelanto electoral y las conversaciones mantenidas para avanzar en un posible pacto en el Senado, frustrado por la caída de Podemos y el rechazo de Ciudadanos a juntar fuerzas con el PP en la Cámara Alta, hicieron que cristalizara algo parecido a un pacto de no beligerancia.
Los dos líderes y ex socios de la moción de censura a Mariano Rajoy siguen hablando a través de mensajes privados. Así lo reveló el propio Iglesias en una de sus últimas entrevistas, en la que reconoció que conversan de muchos asuntos, pero no de la investigación de la Audiencia Nacional sobre el supuesto robo de un móvil a una ex colaboradora de Iglesias.
Iglesias incluye al PSOE y al Gobierno de Sánchez como corresponsables de la persistencia de sectores de la policía desviados.
El pasado domingo, no obstante, algo se rompió. Iglesias incluyó por primera vez al PSOE y al Gobierno de Sánchez como corresponsables de la persistencia de sectores de la policía desviados. En otras intervenciones Iglesias señaló al PSOE como incapaz –por no querer o no poder- de “limpiar” las “cloacas del Estado”. Y desde el bando socialista empezaron a llegar las primeras respuestas.
PSOE como el PP
La más contundente la expresó la vicepresidenta Carmen Calvo, quien aseguró que no existe nada parecido a una conspiración contra Podemos. La respuesta llegó minutos después desde los pasillos del Congreso y por boca de Irene Montero: “Hay pruebas de la existencia de policías corruptos y estos siguen en activo”, acusó. Y recordó que el PSOE rechazó junto al PP que Villarejo compareciera en el Congreso. “Es un silencio clamoroso”, dijo, y remarcó: "Afecta fundamentalmente a la democracia en nuestro país".
Desde el PSOE consideran que Iglesias está sobreactuando en su crítica a Sánchez. Miembros de esa formación cree que reprochar ahora a los socialistas por no haber permitido que Villarejo acudiera al Congreso es un error. Alegan que se trató de una medida de sentido común para evitar que el ex comisario se luciera con todo tipo de acusaciones falsas y especulaciones. Y que aquel grupo de policías desviados está desarticulado.
Pero en el PSOE reiteran que su objetivo es atacar al PP en esta campaña electoral. E intentan rebajar la tensión generada por las palabras de Iglesias. Aunque cierto malestar existe, porque ven que la formación morada empieza a tensar la cuerda con su política del palo y la zanahoria: por un lado acusa al PSOE de connivencia directa o indirecta con la “trama”, y por el otro defiende un Ejecutivo de “coalición” con Sánchez después del 28 de abril.
Podemos no se limitará a luchar por revalidar su liderazgo en el espacio de la izquierda radical, sino que intentará reagrupar al electorado que ha perdido.
Fuentes de la formación de Iglesias añaden a Vozpópuli que en los próximos días de campaña lloverán más ataques al PSOE, pero no en el ámbito judicial, sino en asuntos de política social. Podemos, en definitiva, no se limitará a luchar por revalidar su liderazgo en el espacio de la izquierda más radical (tal y como espera el PSOE), sino que intentará reagrupar a parte del electorado que ha perdido en estos años y que ha vuelto al PSOE: una operación difícil de realizar en tan poco tiempo, pero por la que Iglesias está dispuesto a apostarlo todo.
"En política no hay que tener confianza, hay que tener garantía", afirma el líder de Podemos. Intenta colar el mensaje de que sin Podemos habrá un gobierno PSOE-Ciudadanos. Ese escenario significaría para la formación morada abandonar todo tipo de veleidades de llegar al poder. Y, de paso, verse abocado hacia un proceso de lucha interna por el liderazgo con la seria posibilidad de perder el control del partido.
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