Un ministerio para tres ministros. El epicentro de la cohabitación forzada entre Podemos, Izquierda Unida y el PSOE se encuentra en el centro de Madrid. Concretamente, en el Paseo del Prado número 18, donde Salvador Illa (PSOE), Pablo Iglesias (Podemos) y Alberto Garzón (IU) tienen sus despacho a pocos metros de distancia. “Esto parece el camarote de los hermanos Marx”, ironizan los funcionarios del ministerio.
En ese edificio imponente del centro de la capital, a pocos metros del museo del Prado y de la Estación de Atocha, Iglesias se pasea por las mañanas. Anda por la cuarta planta, donde tiene su oficina y donde también están las de los otros ministros, a menudo sin mucho qué hacer. Charla con algunos funcionarios, anima a los suyos mientras toman cafés en un cuarto común... Y muchos se preguntan: ¿cuánto durará el estado de duermevela del líder de Podemos?
El de Sanidad ya ha batido un récord: es el ministerio con más ministros hacinados en sus interiores, el ministerio con más ministros por metro cuadrado de la democracia. Tres políticos buscando hueco, y entre ellos el todopoderoso secretario general de Podemos, que ha llegado al poder tras prometer “asaltar los cielos”.
El ministerio de Sanidad es el con más ministros por metro cuadrado de la democracia
El vicepresidente que hace 'coaching'
La actividad del secretario general de Podemos se resume en hacer ´'coaching'. Anima a los suyos. Sobre todo al exJemad, Julio Rodríguez, y a los políticos Ione Belarra y Nacho Álvarez, que le acompañan. Iglesias es un político con pocas competencias en el Gobierno y Pedro Sánchez le ha impedido tener acceso directo a La Moncloa. Le ha obligado a distribuir por toda la capital sus ministros: Irene Montero (Igualdad), Yolanda Díaz (Trabajo) y Manuel Castells (Universidades).
“Nada de cuartel morado, sottogoverno o fortín pablista”, ordenó Sánchez. De ahí que en los primeros días de su mandato, Iglesias haya encontrado el tiempo para ir a la guardería del Congreso de los Diputados a recoger a sus hijos.
“Se presentó con cinco escoltas, para presumir del cargo”, comentan algunos testigos de su llegada triunfal en la Cámara Baja. Las escoltas de los otros diputados, mientras tanto, esperaban a sus protegidos en las afueras del hemiciclo. “Aquí nadie entra con sus escoltas, no hace falta”, aseguran los representantes públicos.
Si la vida del vicepresidente de momento es bastante gris, la de Garzón, ministro de Consumo, no es muy diferente. También Garzón pelea para tener su trocito de espacio en el ministerio más concurrido de la ciudad. Los funcionarios le ven rodeado de los suyos, pero hasta ahora es todo silencio y corrillos sobre su actividad.
El Iglesias en versión vicepresidente es un político disciplinado. Un buen alumno del gobierno con Sánchez. En el Consejo de Ministros se sienta al lado del Presidente, pero tiene a todos sus ministros al fondo de la mesa. Incluso a Irene Montero, en la otra esquina de la mesa, vigilada por el ministro José Luis Escrivá.
La situación de aislamiento es palpable, aunque quien le conoce sabe que no durará para siempre. Iglesias buscará protagonismo. Antes o después “la liará”. Pero no demasiado. Estar en el gobierno, aun compartiendo ministerio con Illa y Garzón, es un sueño demasiado dulce para interrumpirlo. Al menos hasta que Sánchez quiera.
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