De rozar el sorpasso al PSOE en 2016, a convertirse en muleta de Sánchez, y ahora casi a la irrelevancia. Podemos se encuentra en una peligrosa encrucijada. La formación morada nacida para dar voz a la indignación popular con la crisis económica y el sistema representativo afronta, a cinco años de su fundación, una tormenta perfecta. Cae en los comicios, pierde poder territorial y sufre el ninguneo de los socialistas, a los que tenía que derrotar como misión histórica. "Esto se va al carajo", alertan algunos dirigentes.
Pablo Iglesias está más solo que nunca. La crisis territorial amenaza con disolver el experimento político más novedoso de la política española contemporánea, pero su cúpula actúa sin asumir errores. Traiciones, hiperliderazgo y estructura ligera. La combinación de estos tres elementos explican en gran parte por qué hoy se va desplomando Podemos.
“Iglesias y Montero están cerrados en un búnker”, acusa una voz crítica. “Pablo estuvo cuatro meses de baja, volvió e hizo una campaña de 20 días, y es cierto que algo recuperamos, pero solo después de perder muchos votos al convertirnos en muleta de Sánchez. Ahora intenta que no se celebre un congreso y culpa a los territorios del resultado electoral, cuando todas las decisiones se han tomado en Madrid”, lamentan dirigentes del partido que no esconden su temor a que el partido “se desplome”.
El divorcio andaluz
Este fin de semana, la federación andaluza de Podemos ha amagado con un divorcio de la matriz madrileña. Teresa Rodríguez y su compañero, José María González Kichi, llevan tiempo enfrentándose a la otra pareja, Iglesias e Irene Montero, que controla el partido desde la capital. “Descentralización” es el término empleado por los andaluces. Pero esconde un pulso contra Iglesias, al que quieren impedir entrar en el ejecutivo de Sánchez.
Esta es precisamente la salida de emergencia, la única, que plantea Iglesias. Ha llegado incluso a amenazar con impedir la investidura del socialista. Para algunos esta opción es un “suicidio político”. Pero el entorno del secretario general asegura que está dispuesto a emprender esa vía, si sirve para evitar una travesía en el desierto de cuatro años.
Las elecciones generales de abril fueron una señal. Podemos perdió casi 30 diputados. Pero las autonómicas han sido una ducha fría. El partido morado ha perdido peso y poder en todos los territorios, con la excepción de Cádiz, que es el fortín de los críticos andaluces. Y si bien es cierto que en el resto de España los díscolos han caído en las urnas, su enfado ha aumentado. Algunos admiten que incluso empiezan a mirar de reojo a Íñigo Errejón, quien, por su parte, se siente con el viento de cola.
Segunda fase de la Opa de Errejón
En Madrid, Errejón se comió dos de cada tres votos de Podemos. Pero la suya fue una victoria pírrica: no ayudó a que la izquierda superara al bloque de centro-derecha, incapaz de romper la barrera ideológica de Podemos. En el frente interno, sin embargo, derrotó sin paliativos a la candidata de Iglesias, Isa Serra. Esto le permite ahora entrar en la segunda fase de la Opa a Podemos: atraer a las viejas siglas regionalistas aliadas y robar dirigentes y votantes.
Mientras, Iglesias está ocupado en mirarse las espaldas. Además de los andaluces, otros sectores quieren su cabeza. Esperan plantear una alternativa en un congreso adelantado. Pero el secretario general “es muy inteligente”, dice quien le conoce, y va moviendo ficha. Busca un acuerdo con Alberto Garzón para una fusión con IU que amplíe el censo de afiliados de Podemos, lo que le permitiría superar el cónclave.
La fusión con IU también ayudaría a resolver otro problema de Podemos: aportaría presencia en el territorio corrigiendo el gran talón de Aquiles del partido estrella de la “nueva política”. Pero con un inconveniente, que el proyecto político “del cambio” se vería inexorablemente asociado a la experiencia de IU.
Nueva corriente de Espinar
Ante ese escenario, los críticos en Podemos reprochan a Iglesias falta de reflexión. Este segmento tiene ahora como referente a Ramón Espinar, quien se postula como futuro líder de la formación. Lo hace reconociendo el "cambio de ciclo" y la necesidad de realizar un "balance" sobre la gestión de Iglesias: pide un congreso adelantado y un nuevo liderazgo sin "los Iglesias-Montero".
“Iglesias siempre ignoró la ramificación en el territorio. Estaba convencido de poder llegar a los votantes a través de la televisión y las redes, y su estrategia consistía en crear la estructura de Podemos desde las instituciones”, comentan fuentes de Podemos. Esta ramificación, al contrario de las agrupaciones de partidos como PP y PSOE, se habría fraguado a través de asociaciones y empresas afines.
Se trata de la misma estrategia de Errejón, que llamó “instituciones populares de resistencia” y que Madrid la alcaldesa Manuela Carmena alimentó con decenas de millones de euros. La pérdida de los municipios “del cambio” representa en ese esquema un golpe muy duro para Iglesias y el futuro del partido.
Hablar de muerte o supervivencia entre las filas de Podemos, de hecho, ya no es tabú. La velocidad con la que el partido morado está cayendo preocupa y mucho. Errejón es considerado un traidor, pero la falta de autocrítica por parte de Iglesias frustra el debate interno.
El líder morado cree que la única salida es entrar en el gobierno. Pero la confianza en Sánchez, y en sus promesas, va a menos. Empieza así a manifestarse el fantasma de la repetición electoral. “Pablo quiere entrar él en el gobierno y nadie más, porque podría hacerle sombra. Le vemos dispuesto a todo”, advierten algunos dirigentes del partido.
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