Le pasa a Felipe VI con Sánchez lo mismo que le ocurría a su padre con Aznar. Se entienden lo justo, aunque el Rey padre lo disimulaba peor. En el entorno familiar de don Juan Carlos se recurre a esta fórmula para describir la relación de los dos monarcas con los presidentes que les tocó 'bailar'. Felipe VI es de una inexpresividad hermética y de una paciencia bíblica. En los cinco años de reinado que ahora se cumplen, el jefe del Estado ha dado muestras de una prudencia infinita a la hora de abordar sus relaciones con los respectivos inquilinos de la Moncloa. Está en el sueldo y en el oficio de Rey, comentan en su entorno.
Con Mariano Rajoy vivió dos momentos delicados. El primero, muy sonado y aún recordado, fue la renuncia del entonces presidente a presentar su investidura en enero de 2016, tras las fracasadas elecciones del 20-D. "No tengo apoyos, sólo una mayoría en contra", argumentó Rajoy, ante la general sorpresa y una cierta estupefacción en Palacio. Un plantón estrepitoso, una caída de cartel inesperada que forzó al Rey a una rápida improvisación. Le encargó a Pedro Sánchez esa responsabilidad para que se pusiera en marcha 'el reloj de la democracia'. Una iniciativa que produjo cierto malestar en Moncloa, de acuerdo con lo que circulaba por entonces en los círculos del PP. Rajoy no quería una derrota en la investidura y confiaba en que el Rey le diera más tiempo para macerar a sus rivales. Al pasarle la responsabilidad a Sánchez, el entonces presidente se sintió traicionado.
El mensaje del 155
El histórico discurso del 3 de octubre contra los secesionistas catalanes también aventó teorías de desencuentro. Rajoy no estaba por la labor, se dijo. Fue la Corona quien decidió dar el paso al frente, dos días después en la celebración del referéndum ilegal. Felipe VI pronunció el que hasta ahora es el momento cumbre de su mandato, la pieza por la que se convirtió en Rey. Tras esas palabras, que se acogieron en toda España con encendido fervor y evidente alivio, el entonces presidente del Gobierno se vio impelido a agilizar los trámites para la aplicación del 155, algo que despertaba recelos tanto en su Gobierno como en PSOE y Cs, sus socios constitucionalistas.
Con Pedro Sánchez, todo arrancó muy bien. Había sintonía generacional y un feeling positivo. Al menos mientras Sánchez era secretario general del PSOE. Desde su llegada a Moncloa las cosas cambiaron. "En cuanto cambió el colchón, cambio su actitud", dicen los conocedores. Desde el minuto uno. El infautado protagonismo del actual presidente en funciones ha sido el origen de estas tensiones subterráneas.
Los desencuentros de Aznar
José María Aznar bloqueaba la agenda internacional del rey Juan Carlos para evitar inconvenientes políticos. Aquella fue una relación complicada, con altibajos y muchas tensiones. El Rey padre se entendía bien con Felipe González, que optaba por mirar hacia otro lado. La severidad castellana de Aznar no sintonizaba con aquel estilo de Zarzuela. Y pasó lo que pasó.
Cinco viajes ha efectuado el don Felipe en lo que va de año. Tan sólo uno de ellos, el de Argentina, ha sido una visita de Estado. Una quincena lleva Sánchez en el mismo periodo. Desde que llegó a la Moncloa suman casi medio centenar. Es el presidente a un Falcon pegado. "Falconetti", le bautizó Jiménez Losantos. La obsesión viajera del presidente del Gobierno, unida a su tendencia protagonista, han eclipsado en cierta medida la figura internacional del Rey, cuya agenda internacional depende del Gobierno y atraviesa por momentos de curiosa inacción.
El momento más inaudito se vivió con motivo de la celebración en París del primer centenario del final de la Gran Guerra. Allí acudió Felipe VI, en solitario. Y allí se plantificó también Sánchez con su esposa, Begoña Gómez, que acapararon una buena dosis de atención informativa. No era viaje para esposas, se deslizó desde Palacio. También la señora Sánchez acompañó a su esposo en su viaje a La Habana, adonde no acuden los mandatarios acompañados.
Más chusco resultó el error de protocolo de la Fiesta Nacional, cuando el matrimonio Sánchez se situó a la derecha de los Reyes tras el tradicional besamanos, cuando les tocaba desfilar hacia el salón adjunto, como a todos los invitados. Zarzuela se vio impelida a emitir una nota asumiendo toda la responsabilidad del traspiés, objeto de mofa en las redes.
La inviolabilidad de la Corona
Más delicada fue la sugerencia de suprimir la inviolabiliidad del Rey que recoge la Constitución. Sánchez lo soltó en una entrevista. Un comentario sin precedentes que se recibió con estrépito en Zarzuela. "Estoy convencido de que el propio Rey estará de acuerdo con ello, no habrá ningún problema, al contrario", se explayó Sánchez. Nada había hablado con Su Majestad de este asunto, delicado donde los haya. Tanto que, a las pocas horas, José Luis Ábalos, el guardián de Ferraz, tuvo que salir al quite y asegurar que "el PSOE no hace propuesta alguna de revisión sobre este asunto". La iniciativa que sugería Sánchez obliga a una reforma agravada de la Constitución con disolución de Cortes y referéndum. "Es de una frivolidad que asusta", se oyó en el entorno familiar del Monarca.
Y llegó el libro, Manual de Resistencia, escrito a dos manos por Irene Lozano y el propio presidente. Un cúmulo de despropósitos aliñado con una puñado de inexactitudes. La obra incluía al menos 15 referencias al ámbito privado de la relación con el Rey. Algunas de ellas, forzadas o poco vinculadas con la realidad. "Desde el principio surgió una relación de complicidad entre las dos personas que íbamos a sacar al país del riesgo del bloqueo", era una de las afirmaciones de la polémica obra.
"Me llamó para darme ánimos cuando renuncié a la secretaría general". Con el Rey hablamos de política, "le apasiona en especial de política internacional y de Iberoamérica". "El independentismo le está tratando injustamente porque se ha expresado con frecuencia en catalán cuando ha ido allí". Estas son unas pocas de las perlas que se pueden leer en el singular opúsculo, en el que se iba mucho más allá de lo que presidente del Gobierno en activo ha publicado jamás sobre el jefe del Estado.
El número en torno a Rubalcaba
La imprudencia de Sánchez le llevó también a anunciar un viaje del Rey a Rabat sin siquiera haberlo acordado con Zarzuela. Marruecos es socio delicado, complicado y preferente de España y en la Casa Real esa visita se estaba preparando con enorme delicadeza y discreción. Nadie había abierto la boca hasta que llegó Sánchez a Rabat y abrió la boca. "Algo tenía que decir", comentan en broma en los círculos mencionados.
Hace unos días, Sánchez dejó colgado al Rey en su retorno a Cataluña con motivo de la inauguración de la feria del Automóvil. El presidente del Gobierno había retornado urgentemente de un compromiso europeo y se convirtió en el insólito protagonista de una representación en torno a las últimas horas de vida de Alfredo Pérez Rubalcaba.
El Rey se lleva bien con todo el mundo. Y con quien tiene algún problema, lo disimula como nadie. Don Juan Carlos lo llevaba peor y no ocultaba sus odios ni sus inquinas. Felipe VI mantiene una relación razonable con la clase política. Se entiende bien con Casado, con Rivera, con Iglesias. A Torra no lo soporta, como es natural, y de Puigdemont acaba de comentar que le gustaba más como alcalde de Gerona, según desveló la diputada secesionista Laura Borràs tras su paso por la Zarzuela. No tiene amigos en la clase política. Hay gente con la que se lleva bien. Y también ha algunos a los que, de cuando en cuando, consulta. Pero guardando las distancias. El borboneo pasó a mejor vida.
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