Pablo Iglesias confía en llegar a un acuerdo satisfactorio con Pedro Sánchez. Agita el miedo a un pacto oculto con Albert Rivera, pero en realidad sabe que entre el PSOE y Ciudadanos, al menos de momento, han saltado todos los puentes. Aun así tiene prisa. Quiere que Sánchez confirme públicamente lo que hablaron durante la campaña electoral. Eso de avanzar hacia un gobierno de coalición a lo valenciano, con altos cargos de Podemos en todos los departamentos para que los ministerios tengan una guía compartida, tal y como adelantó Vozpópuli. Sánchez, sin embargo, gana tiempo.
El resultado electoral del PSOE ha sido mejor de lo esperado y el socialista sabe que una promesa en campaña electoral tiene un valor relativo. No quiere desvelar sus cartas. Al menos hasta el próximo 26 de mayo, fecha de las elecciones europeas y autonómicas. Quiere revalidar su victoria y erigirse como político más admirado por la socialdemocracia europea (nunca se sabe si esa áurea sirve para reciclarse en Bruselas en el futuro), y sobre todo empujar el PP hacia el barranco.
En el medio del periplo queda un escollo: la formación de la mesa del Congreso. Un asunto para nada baladí, y en el que Podemos dará la batalla para que Sánchez conceda algo e hipoteque así el nuevo acuerdo de las izquierdas.
Quiniela de nombres
Iglesias quiere sacarle a Sánchez la presidencia del Congreso o al menos dos miembros de la mesa. La presidencia es un cargo muy importante. Permite manejar “mucho dinero”, que sería bienvenido dado que Podemos perderá 700.000 euros en subvenciones por el mal resultado del 28-A, y otorga honorabilidad al partido que la gestiona.
Fuentes internas de la formación morada afirman que Iglesias maneja incluso algunos nombres, entre los cuales se encuentra Gloria Elizo
El presidente del Congreso aparece como el árbitro de las contiendas dialécticas en el hemiciclo y la mesa resuelve muchos aspectos técnicos, pero esenciales en la vida parlamentaria. En Podemos recuerdan que un reparto de ese tipo es habitual en caso de gobiernos de coalición en Europa. Algo que es cierto.
Fuentes internas de la formación morada afirman que Iglesias maneja incluso algunos nombres, entre los cuales se encuentra Gloria Elizo. La diputada madrileña fue vicepresidenta cuarta del Congreso durante la gestión de Ana Pastor (PP). Es letrada y protagonizó uno de los momentos más llamativos de la última legislatura cuando se conmovió en la despedida de Pastor, quien la alabó por su lealtad.
Elizo es además una fiel pablista, un elemento clave en tiempos en los que Iglesias está muy temeroso por nuevas “traiciones” después del golpe de Íñigo Errejón y defecciones como la de Ramón Espinar. El pasado viernes acompañó al líder morado en el cierre de campaña. En ese mitin también estuvo la jueza Victoria Rosell, que comparte con Elizo un perfil “técnico” y que en Podemos consideran que puede encajar como cargo institucional.
Iglesias quiere entrar en el Ejecutivo
Sin embargo, a menos de veinte días para que se resuelva el asunto de la mesa del Congreso, el PSOE no tiene intención de adelantar decisiones. Día tras días se limita a poner un pequeño ladrillo a lo que podría convertirse en la casa de las izquierdas. Pero hasta la fecha mantiene un veto: el de incluir a Iglesias como miembro del Consejo de Ministros. Iglesias presiona, pero Sánchez no le ha asegurado nada al respecto.
Así que Podemos ya avanza en su tercer frente: la cuestión programática. Sabe que redactar unas propuestas de fuerte impacto social (aumento del salario mínimo, pensiones o banca pública) puede forzar un acercamiento de Sánchez. Es una jugada arriesgada, que debe ser bien medida para que no se convierta en un bumerán, pero que está sobre la mesa de la cúpula de Podemos.
Todas las tres actuaciones (obtener la presidencia del Congreso, nombrar altos cargos en el nuevo Ejecutivo y redactar medidas programáticas que presionen al PSOE) forman parte de la misma estrategia: hacer que Iglesias alcance el poder después de cuatro candidaturas al mando de Podemos.
El desgaste de quien no gobierna
Se trata de un planteamiento que, desde luego, tiene una lectura política: la de “impedir al PSOE que les tiemblen las piernas y avance en políticas progresistas”. Pero que en realidad esconde una intención primordial del secretario general y su núcleo duro, que consiste en blindar el control interno del partido desde el gobierno.
Solo así podrá asegurar el relevo controlado de la secretaría general a Irene Montero. La jugada es clásica y parte de la reflexión del político italiano Giulio Andreotti, quien sostenía que “el poder desgasta sólo al que no lo tiene”. Aunque la lectura de Iglesias es en clave interna.
Pero Iglesias no es el único actor: “Todos juegan y el BOE es mucho BOE”, alertan las voces más expertas de Podemos sobre la tentación de Sánchez de gobernar en minoría. La cúpula morada sin embargo insiste. “El ciclo político ha cambiado” y “para la investidura se necesita a Podemos”. El líder de Podemos está dispuesto a jugar al doble o nada, una vez más. Va de su futuro y del de Montero. Sánchez queda avisado.
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