Política

Pánico en las federaciones del PSOE ante el próximo ciclo electoral: "El pacto con ERC tiene mucho coste"

Los socialistas están preocupados por las consecuencias en las urnas del pacto fiscal en Cataluña. Temen que mengüe aún más el débil poder territorial que conservan

No se entiende el funcionamiento interno del PSOE sin sus federaciones territoriales. Los barones tienen mucho que decir sobre la línea política del partido, aunque el secretario general, Pedro Sánchez, ha ejercido en estos años desde su llegada al poder un liderazgo vertical que ha conseguido contrarrestar la influencia de las sucursales socialistas de España. Pero el pacto fiscal suscrito entre el Gobierno y ERC para Cataluña las ha reactivado (y removido). Es más, las ha aterrorizado por sus consecuencias.

Fuentes del partido consultadas por este diario en varias federaciones explican que, en efecto, el miedo y la incertidumbre las ha invadido. Este mismo viernes, el líder del partido en Aragón, el también expresidente Javier Lambán, ha puesto palabras a ese desasosiego: "El pacto [en Cataluña] pone los pelos de punta. Me temo que el resultado catastrófico del 2023 va a ser una broma comparado con el de 2027". Los socialistas están en pánico. Creen que tendrán imposible recuperar el poder territorial que se fue por el sumidero en mayo del año pasado.

Es más, algunos consideran que aún puede menguar más el ya de por sí escaso número de gobiernos autonómicos y municipales que lideran. Cabe recordar que los comicios de mayo de 2023 hicieron perder al PSOE siete ejecutivos autonómicos. Solo retuvo (y con dificultad) Castilla-La Mancha, Asturias y Navarra. Aquel fue un fuerte golpe que Pedro Sánchez, no obstante, logró neutralizar azuzando el miedo a la ultraderecha para movilizar a los votantes progresistas y unirlos en torno a la papeleta del puño y la rosa apenas dos meses después.

Un barón del partido, en conversación con Vozpópuli, no es tan agorero, consciente de que queda mucho para 2027 y de que un año en política es una eternidad. Pero también está inquieto (y temeroso) ante lo mucho que se juega: "El asunto es delicado y tiene muchas aristas con mucho coste. De aquí a tres años queda mucho, no obstante".

Lo cierto es que el acuerdo entre Moncloa y el PSC, entre otras cosas, saca a Cataluña de la caja común, permite una Hacienda catalana que recaudará el cien por cien de los impuestos y no aclara qué parte de ese dinero revertirá luego a la caja común, quebrando el principio de solidaridad entre territorios. Todo eso es lo que tiene de uñas a las federaciones del partido, que esperan que el nuevo president de algún detalle más sobre el acuerdo que le ha encumbrando a lo más alto del la plaza de Sant Jaume.

Un histórico socialista dijo una vez que en el PSOE no se puede abrir un debate territorial sin sangre de por medio. Y eso es lo que se ha visto en la última semana. Hasta seis direcciones han pedido al todopoderoso secretario general que convoque un cónclave territorial para fijar una postura común sobre financiación autonómica. Nadie en el PSOE más allá del núcleo duro del líder tiene una copia del acuerdo. Ferraz ha dejado que la iniciativa la llevara ERC.

A todo esto cabe sumar la falta de reflexión acerca de la sangría del partido en las elecciones autonómicas en las que ha concurrido con la salvedad de Cataluña y, en menor medida, Euskadi. Hace tiempo que existen voces críticas en Ferraz por la supuesta entrega de los socialistas a los partidos regionalistas e independentistas que son los que están rentabilizando el voto de izquierdas en estas elecciones. La dirección del partido es consciente de ese efecto, según reconoce una fuente de la ejecutiva a este diario.

Fuentes del oficialismo socialista apuntan que España tiene una realidad plurinacional que hay que atender y que eso implica tener un discurso regionalista, pegado al territorio. Y eso implica abrir huecos por el que se pueden colar los mensajes de los partidos regionalistas e independentistas. Estas fuentes, de hecho, ven las voces críticas internas como un ejemplo más de posturas propias que obedecen a los intereses de sus territorios, donde también opera otro nacionalismo: el español.

Un claro dardo a algunos de los dirigentes socialistas más contestatarios. Pero estos echan un falta un proyecto nacional, porque ven el partido subsumido en una maraña inquietante: por tener el poder, se abraza a políticas que ponen en jaque el sistema constitucional de 1978. Y el acuerdo en Cataluña es el penúltimo ejemplo. Todo lo que ha ocurrido allí en las últimas semanas ha revuelto a muchos socialistas, pese a la alegría por la investidura de Salvador Illa.

En verdad, cada vez más miembros del PSOE se miran y no se reconocen. Un monumental enfado atraviesa el partido por seguir dependiendo para continuar en el poder ejecutivo de Carles Puigdemont tras su último espectáculo en Barcelona. La segunda huida del expresidente catalán ha indignado a buena parte de los socialistas.

Poco a poco se extiende el convencimiento de que esta legislatura será una auténtica tortura para el PSOE. No porque Puigdemont vaya a derribar a Pedro Sánchez con una moción de censura. Es más, la cúpula del partido piensa que no tiene sentido ese extremo antes de que la amnistía esté atada y bien atada. Pero sí porque Junts impedirá toda ley, todo proyecto. "Junts lo volará todo", explica una destacada socialista con cargo institucional. 

La llave del caos la tiene el expresidente catalán, como demostró en Barcelona. Ante ese escenario, en el PSOE se empieza a vislumbrar la posibilidad real de que la salida de la legislatura del callejón sea una nueva convocatoria de elecciones. Moncloa, no obstante, confía en poder evitar la llamada las urnas. Y Sánchez está dispuesto a prorrogar una vez más los Presupuestos.

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