Es fácil decir ahora que esa foto es sinónimo de fracaso, pero el mérito de quien así se expresa, alguien que les conoce muy bien, porque trabajó en Ferraz y en La Moncloa desde los años 80, es que ya lo pensaba hace dos meses: Son "los referentes de mi vida política", admite, pero Felipe González, José Luis Rodríguez Zapatero, Alfonso Guerra y Alfredo Pérez Rubalcaba "se equivocaron profundamente" participando en el mitin con Susana Díaz el 26 de marzo, y ella "aceptándolo".
Fue una foto de régimen, "un disparate" que pretendía, en palabras del emocionado Eduardo Madina en aquel escenario de Ifema, lanzar la idea de que "esto es el PSOE" y quien no estaba allí un podemita disfrazado de socialista; se trataba de arrollar por segunda vez -tras el traumático Comité Federal del uno de octubre- al Pedro Sánchez que Díaz había interpuesto en su camino para impedirle ganar las primarias de 2014.
"Esto" fueron aquel día los 6.000 militantes que acudieron a Madrid, en vehículos privados y en más de 40 autobuses fletados por Andalucía y las federaciones susanistas; y, sobre todo, presidentes autonómicos, decenas de exministros, alcaldes, y secretarios provinciales; los mismos que luego moverían Roma con Santiago para sacar avales debajo de las piedras a favor de la candidatura de la presidenta andaluza.
Desde el domingo sabemos que ese PSOE que se pretendía arrollador, que nunca dio la más mínima posibilidad de triunfo a Sánchez -José María Barreda cuenta asombrado a una cena en la que alguno de la foto y varios ex ministros así se expresaron-, congrega el favor de solo el 39,90% de la militancia... Y eso con una participación nunca vista en unas primarias.
El PSOE se ha quedado "huérfano" de referentes: ¿Quién va a creerse ahora elogios a Sánchez de González, Guerra, zapatero o Rubalcaba?"
El problema hoy va más allá de que González recuerde su conocida frase "vuelvo a estar en minoría" o de que no telefoneara a Pedro Sánchez para felicitarle el domingo por la noche y revelara el martes a los periodistas "le estoy felicitando ahora"... El problema es que, como dice el autor de la frase que encabeza este reportaje, han dejado al PSOE "huérfano" de referentes; sin voces autorizadas para cerrar el abismo emocional que separa a ese sector del 50,26% que votó a Sánchez.
¿Quien va a creerse lo que digan ahora González o cualquiera de los otros en un mitin en favor del triunfador?... Es lo que tiene forzar la máquina en una dirección y sin anestesia. Ya le pasó al aparato en 1998, cuando apostó todo a la carta de Joaquín Almunia en contra de José Borrell, que finalmente triunfó como Sánchez; o, en circunstancias bien diferentes, en 2000 con aquel "todos con Bono"... para que al final ganara Zapatero.
En esta ocasión el panorama se dibujó aún peor que entonces. Se trataba, en desafortunada frase de alguno de los protagonistas, de elegir "entre Macron (Díaz) o Le Pen (Sánchez)" para sacar al PSOE de las garras de "un loco" o "un bluf" (Bono). Tan dramático era el dilema que no pocos antisusanistas decían aquello de "Yo nunca he sido susanista, pero...", como si el triunfo de la andaluza hubiera adquirido rango de fenómeno meteorológico, inevitable: "Hasta que no gane Susana no va a haber paz".
Sólo unos pocos, como Patxi López, intentaron salirse de esa dinámica "suicida". Aún siendo interesada, su diagnóstico hace semanas que hoy se antoja certero: "Los problemas del PSOE empezaron el día en que el PSOE andaluz dejó de trabajar para el PSOE y éste se puso a trabajar para el PSOE andaluz"; so pretexto de que solo desde la primera federación, la que tiene más militantes (45.000) y un concepto cuasi leninista del ordeno y mando, muy alejada de otros territorios, se podían arreglar los males del PSOE... El ex lehendakari lo decía cuando ya había recorrido sus primeros miles de kilómetros de campaña y había palpado, por encima de todo, "un antisusanismo visceral".
Lambán anunció anunció a bombo y platillo que la andaluza estaba llamada "por los dioses" para "mandar y templar" en el PSOE... de momento solo en el andaluz
Porque, todos los infinitos mapas que se han hecho desde el domingo revelan que el PSOE de Susana es Andalucía y el de Sánchez el resto -salvo el País Vasco-. Diríase que el poderío con el que iba a "templar y mandar" (Javier Lambán dixit) se antojó excesivo al resto del partido, que corrió a refugiarse en brazos del renacido secretario general que ella y el resto de barones habían conseguido tumbar en el dramático Comité Federal del uno de octubre.
Han sido nueve meses en los que los seguidores del culebrón, es decir, España entera, no solo los 188.000 militantes con derecho a voto, terminaron preguntándose al final de cada capítulo "¿Quien mató a Pedro Sánchez?", como los seguidores de Twin Peaks, la serie de David Lynch, se preguntaban hace 25 años: ¿Quien mató a Laura Palmer?". Y la respuesta, indefectiblemente conducía a una única sospechosa: Susana Díaz era la autora del crimen del apuesto galán que ocupaba despacho en Ferraz.
Y ¿cuando se convirtió Díaz en sospechosa? A decir de uno de sus antecesores consultado por Vozpópuli, "mucho antes de la existencia política de Sánchez". En tiempos de Rubalcaba, cuando hizo del PSOE-A un ariete de su estrategia para extender su poder al resto de España. Más o menos lo que señala Patxi López con otras palabras.
"Cuando tú, líder del PSOE andaluz, la federación más importante, estás más preocupado por reivindicar tu poder que por ser el primus inter pares de los barones, ese día comienzan tus problemas. Porque, automáticamente, el resto, todas las federaciones que solas no son nada, se sindican contra ti".
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