Pedro Sánchez tiene una fijación: las elecciones autonómicas gallegas del próximo 18 de febrero. El presidente del Gobierno y secretario general socialista quiere evitar un batacazo de los suyos, porque le afectaría directamente a él. Y ese es el motivo por el que no va a propiciar el desastre electoral juntándose con Carles Puigdemont. La previsión de una rotunda mayoría absoluta del PP dejaría tocado al partido. Y entonces será casi imposible que en Ferraz no se haga la lectura en clave interna de que la amnistía ha tenido mucho que ver. En ese caso, los nervios crecerían con las elecciones vascas, europeas y catalanas a la vista.
Por eso, según las fuentes consultadas, Sánchez tiene decidido evitar la foto con Puigdemont antes de que se abran las urnas en Galicia. El objetivo es no hundir las opciones del PSdeG, que está intentando aglutinar a toda la izquierda tras la voladura de la entente entre Sumar y Podemos. Aunque fuentes oficiales de Ferraz no descartan cualquier escenario. Es más, Junts presiona al jefe del Ejecutivo para que esa foto sea cuanto antes ahora que Sánchez ya no es presidente de turno del Consejo Europeo.
Ahora bien, el adelanto electoral en Galicia torpedeó esa posibilidad. Fue el propio Sánchez quien confesó a finales de diciembre en Moncloa que tendría encuentros tanto con Puigdemont como con Oriol Junqueras (ERC. Lo hizo tres días antes de que el presidente gallego, Alfonso Rueda, anunciara los comicios por ‘sorpresa’. El PP intenta que el PSOE trastabille con Junts para complicarle la legislatura. Si puede comprometer la imagen con Puigdemont para irritar el deseo del fugado de Waterloo tanto mejor para Génova.
No hay buenos datos en Galicia
El problema es que el PSOE no maneja buenos datos electorales de cara a los comicios gallegos y ya han activado la misma estrategia de las generales: el miedo a Vox. El presidente no va a dar munición a los populares con una imagen que, aunque está dispuesto a propiciar, no va permitir que dinamite sus planes electorales. Al final, Sánchez espera manejar los tiempos a su antojo. Puigdemont debe esperar para conseguir su ansiado premio.
Y es que un encuentro entre Sánchez y Puigdemont sería una victoria política para Junts, que vería a su líder mesiánico -fue quien proclamó la independencia en 2017 durante ocho segundos- rehabilitado públicamente. Eso, según el independentismo constituye “una bajada de pantalones” por parte del Gobierno español a la que no se pueden resistir. Durante las negociaciones de investidura con los de Puigdemont, el PSOE acordó esa cita para la "rehabilitación total y definitiva" del prófugo de la Justicia. Pero Ferraz sostiene que habrá "contenido político" más allá de la foto que busca alimentar la retórica del expresidente catalán.
Las cosas ahora andan revueltas con el decreto ómnibus del Gobierno que, entre otras cosas, cambia la ley de enjuiciamiento civil y que, en la práctica, podría dejar en papel mojado la ley de amnistía, actualmente en trámitación en el Congreso de los Diputados, según denuncia Junts. Y es que ese retoque permitiría a los jueces elevar siempre a la Justicia europea una cuestión prejudicial con cada uno de los posibles beneficiados por la medida de gracia. Así, siempre que un togado los considere oportuno, podría paralizar y dilatar la aplicación de la la amnistía. Moncloa considera que es un malentendido; que no se busca cambia nada que no estuviera ya en el ordenamiento. Ese decreto es clave para que España reciba otros 10.000 millones de los fondos europeos. Y será el primer gran examen de la nueva mayoría de Sánchez.
Que vienen los ultras, el mantra socialista
Mientras, el PSOE intenta obviar la amnistía; ese gran dolor de cabeza. El partido está centrado en arrastrar al PP al marco de su alianza con Vox. En definitiva, los socialistas quieren reactivar nuevamente el discurso de alerta antifascista ante Vox que, tras varios intentos fallidos desde 2019, por les dio resultado en las últimas generales. Ahora, los principales de Ferraz y Moncloa han salido en plenas vacaciones navideñas para atacar la “tibieza” del PP por no condenar los hechos de fin de año en la sede socialista de Madrid, donde un grupo de radicales apaleó una piñata con la efigie de Pedro Sánchez.
La estrategia socialista pasa por culpar al PP de “alimentar el odio y la violencia”. Que vienen los ultras, Galicia decidirá si es más convincente que la amnistía como reclamo político. Sánchez, consciente de que los suyos dependen de él para mantener puestos jugosos en el Gobierno y en la Administración, ha decidido lanzar al partido al vacío, porque en verdad la amnistía no deja de ser lanzarse al precipicio.
Nadie, ni en el Gobierno ni en la planta noble de Ferraz, es capaz de garantizar que la amnistía se aplicará a todos los que pretende beneficiar. Ni tan siquiera pueden predecir los tiempos. El independentismo lo sabe. No por casualidad, el propio Puigdemont no se plantea volver a España hasta tener bien atado su negociado. De primeras, casi con toda seguridad intentará presentarse de nuevo como candidato en las elecciones europeas del próximo 9 de junio. La otra gran partida.
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