Pedro Sánchez ha atado el futuro de España a su vida personal. La decisión que el presidente del Gobierno tome este lunes "por la mañana" sobre su continuidad en Moncloa estará consensuada con Begoña Gómez. El líder del PSOE piensa en clave íntima, según las fuentes consultadas. "Probablemente solo su mujer le puede cambiar", explica a este diario una persona que le conoce muy bien. Los últimos cuatro días han sido un proceso de reflexión del que Sánchez solo ha hecho partícipe a su familia. Nadie ha podido penetrar la cápsula monclovita. Ni tan siquiera sus más estrechos colaboradores.
Ese sanedrín, compuesto por los ministros María Jesús Montero, Félix Bolaños, Óscar Puente, Pilar Alegría; su jefe de gabinete, Óscar López y el secretario de organización del PSOE, Santos Cerdán, se ha empleado estos días a fondo para enviar un mensaje a la pareja: quedaos. El empacho emocional del comité federal socialista del sábado estuvo a la altura del drama personal que se vive desde el pasado martes en el Palacio de la Moncloa.
Será en la más estricta intimidad donde se resuelva el impasse en el que se encuentra la política española. Sánchez recurrirá a su mujer, con quien siempre ha compartido otras tantas decisiones trascendentales en su vida y su carrera política: desde su intento de reconquista del trono de Ferraz, en 2017, al adelanto electoral del 23-J. El PSOE lo sabe y, por eso, la propia María Jesús Montero gritó el sábado: "Begoña, compañera, estamos todas contigo". Un mensaje que deja entrever la soledad que ha podido sentir la mujer de Sánchez.
¿Fin del camino?
Pero lo cierto es que a juzgar por el contenido de la carta que envió al buzón digital de los españoles vía redes sociales, el presidente no está dispuesto a seguir transitando un camino, el de la presidencia, que en estos momentos conduce casi irremediablemente a la destrucción de la persona de quien se dice "profundamente enamorado". Ese sendero conlleva el 'acoso' de la oposición y el escrutinio en los medios, en los juzgados y en las Cortes.
Nadie en Moncloa puede evitar informaciones periodísticas ni investigaciones judiciales. Tampoco que el PP termine citando a Begoña Gómez para que comparezca en el Senado. La situación de la mujer de Sánchez sigue siendo complicada tras la apertura de diligencias del juzgado de instrucción 41 de Madrid para investigarla por supuestos delitos de tráfico de influencias y corrupción en los negocios una vez ha trascendido la simbiosis entre sus negocios, sus encuentros con empresarios y el rescate de la aerolínea Air Europa (Globalia) con 475 millones euros en plena pandemia.
Pero no solo, también tras hacerse público que firmó dos cartas de apoyo a una Unión Temporal de Empresas (UTE) privadas cuyo principal accionista, Carlos Barrabés, participó en el diseño del Máster de Cooperación de la Universidad Complutense de Madrid que dirige. De hecho, esta UTE se llevó durante la pandemia tres lotes por valor de 7 millones de euros frente a veinte competidores, según informó El Confidencial.
El PSOE no está preparado para la sucesión
Todo eso, que para Moncloa y para el PSOE son bulos y desinformación, es lo que ahora Sánchez pone por encima de cualquier cosa. Incluso de su reputación personal y profesional. Y muestra de ello es el eco internacional del episodio, aún irresuelto, que Sánchez abrió el pasado miércoles con esa misiva para la Historia de España. La reacción de la prensa extranjera, muy crítica con la actuación del presidente, es una clara señal de que su prestigio exterior ha sufrido un golpe de dimensiones colosales que le llevará tiempo solucionar sea que se vaya o que se mantenga al frente del Gobierno.
Ahora todas las miradas están puestas en María Jesús Montero, porque si Sánchez sale de Moncloa, ella es quien tiene más papeletas para hacerse con las riendas. No solo del Gobierno, sino del partido. La dirigente andaluza se arremangó y ejerció de lideresa in pectore en el comité federal. Es más, una vez finalizado el cónclave la plana mayor del partido, con ella a la cabeza, salió de la sede a la calle para fundirse con la militancia, a la que gritó, besó y saludó todo lo que el equipo de seguridad que la acompañaba le dejó. Las imágenes de Ferraz dejan claro que el PSOE no está preparado para un final tan abrupto de su líder.
En caso de que Sánchez tire la toalla, deberá decidir si pilota la transición o no. Es decir, puede anunciar su salida de Moncloa y que alguien le sustituye, o bien que dimite y llama a elecciones que no podrían convocarse hasta el 29 de mayo. Pero sus fieles en el Gobierno ni se plantean, al menos en conversación informal con la prensa, la tesitura de una hipotética dimisión. "Si hay que abrir otra pantalla, se abrirá como se pueda", explica un alto cargo del Ejecutivo.
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