Pedro Sánchez no está dispuesto a que la "deriva judicial" del conflicto político en Cataluña, como él mismo la calificó en el discurso de investidura, frustre sus planes para desinflamarlo mediante el "diálogo" entre los dos gobiernos y los diferentes partidos que se quieran sentar a la mesa pactada con Esquerra Republicana de Catalunña (ERC).
Este domingo, en una conversación informal con los periodistas tras el anuncio oficial del nuevo gabinete, Sánchez ha señalado que sigue pensando en verse con el presidente de la Generalitat, Quim Torra, a pesar de que éste y el presidente del Parlament, Roger Torrent, se hayan declarado en rebeldía contra la decisión del Tribunal Supremo de ratificar la suspensión cautelar de Torra como diputado, decidida por la Junta Electoral Central (JEC) tras la condena del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña (TSJC).
Entiende el jefe del Ejecutivo que el Alto Tribunal sólo ha fallado sobre las medidas cautelares que había solicitado Torra, pero no sobre el fondo jurídico de la condena del TSJC por inhabilitación contra el presidente catalán por su negativa a retirar del Palau de la Generalitat pancartas y lazos amarillos independentistas en plena campaña electoral, algo que llevará meses al Tribunal Supremo.
Dentro de la 'ronda' autonómica'
Y como todo parece indicar que "su situación no se va a aclarar hasta más adelante", ha explicado el inquilino de La Moncloa, y Quim Torra sigue siendo el presidente de la Generalitat a todos los efectos, le va a mantener en la ronda de reuniones con presidentes autonómicos que va a convocar en cuanto el Gobierno eche a andar.
¿Antes o después de la constitución de la mesa de negociación pactada con ERC? "No lo sé", ha reconocido el presidente del Gobierno, consciente de que el calendario aprieta porque esa mesa, a la que los republicanos, presionados por Torra, ya han dicho que van a llevar el derecho de autodeterminación, debe de formarse en dos semanas. "Un poco en función de la agenda", dice Sánchez que le contestó al president de la Generalitat el jueves pasado, cuando él le urgió a reunirse esta misma semana y el presidente le replicó que primero tenía que formar el nuevo gabinete.
Sobre esto, el jefe del Ejecutivo ha desmentido que para el Ministerio de Justicia hubiese pensado en Manuela Carmena o en otros nombres que han salido en las quinielas. "Lo de Juan Carlos (Campo) lo tuve bastante claro", ha insistido el jefe del Ejecutivo, no ocultando que tiene una gran confianza depositada en el sucesor de Dolores Delgado para que lleve a buen puerto esta tarea de desjudicialización del conflicto catalán que ha prometido.
El presidente del Gobierno tuvo "muy clara" desde el principio la estructura del Gobierno y con Iglesias solo negoció su vicepresidencia y los ministerios asignados a Unidas Podemos
Con Pablo Iglesias negoció la estructura que incorpora a Unidas Podemos al gobierno de coalición, el primero en cuarenta años de democracia en España, su vicepresidencia social y sus cuatro ministerios: Igualdad, Irene Montero; Trabajo, Yolanda Díaz; Universidades, Manuel Castells (En Comú Podem), y Consumo, Alberto Garzón (de IU).
"Cuando hemos hablado de estos temas no ha habido ningún problema", ha dicho el presidente en esa conversación informal con los periodistas en la cual ha dejado claro también que con el líder morado no negoció la Vicepresidencia de Transición Ecológica y reto demográfico, que va a ocupar Teresa Ribera, porque no es de su competencia. Un asunto que ha causado las primeras fricciones porque los de Iglesias se sienten engañados.
El jefe del gabinete, que en público acababa de admitir que su gobierno tendrá a partir de ahora "varias voces", ha restado importancia a los roces que pueda hacer entre PSOE y Unidas Podemos porque "si fuésemos lo mismo estaríamos todos en el mismo partido".
Un 'dique de contención'
Da por hecho que coexistirán diferentes sensibilidades y esa es la razón de que el diseño del Consejo de Ministros que ha hecho, el segundo más numeroso en cuarenta años de democracia, admiten otras fuentes gubernamentales, tenga todo el aspecto de un dique de contención ante las turbulencias que llegarán tarde o temprano.
El ejemplo más claro, pero no el único, es la segregación de la Seguridad Social del Ministerio de Trabajo para que no la lleve la futura ministra, Yolanda Díaz, y el encargo de que pilote la reforma de las pensiones el hasta ahora responsable de la Airef, el ortodoxo José Luis Escrivá. Éste no oculta su preferencia por alargar la edad de jubilación y aumentar el número de años cotizados en la base de cálculo de la pensión, algo a lo que se resiste Podemos.
Si a eso se le une que la vicepresidenta Ribera va a tener mucho que decir en la Agenda 2030, en teoría competencia del vicepresidente segundo y de la hasta ahora portavoz adjunta parlamentaria de los morados, Ione Belarra, la sensación, por más que Sánchez se haya empeñado a fondo este domingo en ocultar las tensiones desde un principio, es la de un Pablo Iglesias políticamente acorralado dentro del gabinete.
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