La suerte está echada. Carles Puigdemont será detenido este jueves, previsiblemente, antes si quiera de entrar al Parlamento de Cataluña, donde se está previsto que a partir de las 10.00 arranque el pleno de investidura del socialista Salvador Illa al que acude en calidad de diputado electo. Y, según ha sabido este diario, Pedro Sánchez maniobró a espaldas del líder de los socialistas catalanes para persuadir al expresidente catalán de que no viniera a España. No ahora.
Sánchez activó a sus particulares emisarios para que convencieran a Puigdemont de que no era el momento aún de regresar ante la incapacidad de Moncloa de controlar al Tribunal Supremo. El principal interlocutor del presidente con Junts es el número tres socialista, Santos Cerdán. El alto tribunal ya ha dejado claro que no considera amnistiable el delito de malversación que se imputa al expresidente catalán y por tanto este deberá ser detenido y puesto a disposición del juez de la causa del procés, Pablo Llarena.
El secretario general del PSOE no le notificó nada a Illa para evitar que intercediera en el proceso de negociación entre el PSC y ERC que, finalmente, desembocó en el acuerdo para su investidura con pacto fiscal incluido. El Mundo ya adelantó esta semana el encuentro en Suiza de la delegación socialista con el equipo del expresidente catalán. La cita, que se celebró el 19 de julio, estuvo precedida de varios mensajes dirigidos al prófugo. Y todos con la misma advertencia: "Si viene, será detenido".
El Parlamento catalán amanece este jueves blindado para evitar la entrada de Puigdemont. Y para vigilar a los centenares de personas que se espera arropen al expresidente catalán en una convocatoria que las fuerzas de seguridad no prevén multitudinaria, según fuentes policiales y de la inteligencia española consultadas por varios diarios.
Casi siete años después de declarar ilegalmente la independencia de Cataluña y fugarse de España, Carles Puigdemont ha decidido poner fin al 'interregno'. Y eso que el resto de fuerzas independentistas, como ERC, también le han persuadido de que no viniera para evitar terminar en prisión. El expresidente sigue siendo un símbolo, aunque caído en desgracia. Es más, incluso dentro de su propia familia política hay quien señala que el espectáculo que ofrecerá este jueves es un error perpetrado por alguien que solo piensa en él, obsesionado por su lugar en la Historia.
El PSC, por su parte, da por seguro que el pleno para investir a Illa se aplazará al menos 48 horas. Fuentes de la dirección consultadas por Vozpópuli creen incluso que serán 72 horas. Es decir, hasta que se aclare la situación procesal de Puigdemont y se formalice su voto telemático o presencial para la investidura de Illa. No obstante, tanto los socialistas catalanes como el núcleo duro de Moncloa confían en la operación y en tener a un socialista al frente de la Generalitat tras una década de presidentes independentistas.
El Gobierno lleva más de un año cacareando que ha puesto fin al procés. Por eso, en el Consejo de Ministros circula la tesis de que la vuelta de Puigdemont es su estertor. El último sonido antes de la muerte. Los independentistas quedan divididos. El apoyo de ERC al PSC marca un antes y un después. Nada volverá a ser igual dentro del secesionismo y tanto Junts como los republicanos enfrentarán, previsiblemente este otoño, un periodo de reflexión interna que el PSOE espera que culmine con la renovación de ambas cúpulas. Menos radicalizadas y más abiertas al pacto en Madrid.
En cualquier caso, todo lo que no sea que Salvador Illa tome los mandos de la Generalitat será un fracaso y un duro golpe para Sánchez. El líder socialista lleva meses obcecado con hacerse con la pieza catalana. Y poco le importa que él se vea obligado a convocar elecciones si todo se vuelve inestable. Si Illa gobierna, Puigdemont puede tumbarle en Madrid con una cocción a fuego lento. Aunque en Moncloa creen que no le hará caer definitiavmente, al menos, hasta que el futuro judicial del expresidente catalán se despeje.
Lo peor que le puede pasar a Sánchez es que la investidura de su exmnistro de Sanidad salte por los aires y que el acuerdo suscrito entre Moncloa y ERC, pacto fiscal mediante, quede en papel mojado. Si los republicanos sucumben a la presión del independentismo radical y Cataluña se encamina a unas nuevas elecciones este octubre, Sánchez tendrá casi imposible seguir remando. Una nueva campaña lo volará todo y el Gobierno de coalición enfrentará una severa sequía legislativa, puesto que dos de sus aliados capitales en el Congreso son los independentistas catalanes de Junts y ERC, enfrentados entre sí.
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