El estado de ánimo en el PSOE oscila entre el abatimiento de quienes están a punto de perder el poder después de 36 años (la todopoderosa federación andaluza con Susana Díaz a la cabeza), el pánico al tripartito PP-Ciudadanos-Vox de los que se la juegan el 26 de mayo (el resto de presidentes autonómicos y alcaldes socialistas de toda España), y el desánimo de una mayoría de militantes que creía que la llegada a la Moncloa de Pedro Sánchez iba a inaugurar un nuevo ciclo de victorias.
Ese "entre Pedro y Susana se han cargado el PSOE", pronunciado por un barón socialista estos días, repite lo que vienen diciendo muchos militantes y cuadros desde hace dos años, cuando el aparato de los barones, con la lideresa andaluza a la cabeza, defenestraba a Sánchez y lo enviaba a su casa para facilitar la investidura de Mariano Rajoy.
Porque lo ocurrido el 2 de diciembre en Andalucía no es sino la constatación empírica de que la guerra entre los dos bandos en que se dividió el PSOE aquel aciago uno de octubre de 2016 continúa. Hoy, tirándose los trastos a la cabeza a cuenta de quién tiene más culpa en lo ocurrido de Despeñaperros hacia abajo.
La presidenta andaluza todavía acaricia la idea de sobrevivir al presidente del Gobierno y optar al liderazgo de "lo que quede del PSOE"
El movimiento del hoy presidente en la misma noche electoral andaluza para empujar a dimitir a su eterna rival orgánica ha tenido el efecto contrario: ha reforzado a Díaz en su tesis de que no debe hacerlo, a la espera de que se repitan las elecciones o de volver al poder, como Guillermo Fernández Vara en Extremadura, después de cuatro años de dura oposición. Y, desde ese relato del Ave Fénix resurgido de las cenizas, Susana Díaz sueña con liderar "lo que quede del PSOE" tras el adiós de Sánchez.
Sea cual sea el desenlace, el daño está hecho, se lamentan los más. Porque, en realidad, la división se remonta a las elecciones generales de 2015, en las cuales el PSOE cae de 110 a 84 diputados, su peor resultado histórico.
"Tenemos un criterio muy claro qué ha estado en el fondo de los debates internos y en las controversias que ha tenido el PSOE en los últimos tres años. No era sólo una batalla personal de quién mandaba en el PSOE. En realidad había por medio un cruce de modelos de intuiciones e intenciones", advertía ayer en Antena 3 el presidente de Castilla-La Mancha, Emiliano García-Page, uno de los aliados de Díaz contra Sánchez desde hace años.
"Y ese debate, no se va a apagar porque el concepto de España marca cualquier partido político (...) antes se rompe el PSOE que España", vaticina.
Con esto se refieren los críticos del sanchismo al callejón sin salida en el que ven al partido: si el Gobierno se pone duro con el presidente de la Generalitat, Quim Torra, que es lo que quieren Page y otros presidentes, como el aragonés, Javier Lambán, el partido lo acabará pagando porque el votante prefiere el "original", el PP, dicen en el PSC; y si Sánchez sigue con la mano tendida a Torra, el frente PP-C's-Vox seguirá creciendo.
El panorama empieza a amenazar la unidad interna incluso entro de cada sector del socialismo; que se lo digan al extremeño Vara, que ha recompuesto sus relaciones con La Moncloa aunque apoyó a Susana Díaz en las primarias. Éste viernes alertaba: cuidado con ilegalizar partidos independentistas, que se empieza así y nadie sabe cómo se acaba.
Con todo, el verdadero mal del PSOE está en sus nulas expectativas de seguir en los gobiernos, ya sea La Moncloa, los ejecutivos autonómicos o las alcaldías de toda España, si el tripartito de derecha de Andalucía se extiende a todo el país a partir de las elecciones del 26-M, como señalan todos los sondeos a partir del desastre socialista del 2 de diciembre:
Invymark para La Sexta: “Vox irrumpiría en unas elecciones generales que ganaría el PSOE con PP y Cs empatados como segunda fuerza”https://t.co/0xZ0QUoZd4
— Politikalia.es (@Politikalia_es) December 10, 2018
Ese escenario del triple empate entre dos fuerzas de derecha (PP) y centro-derecha (C's) con una de izquierda (PSOE, en un escenario de cinco partidos repartiendose la tarta de los votos es "letal" para Sánchez y los suyos, admite un experto demoscópico consultado por este periódico, porque a Sánchez no le suma más alianza que con Ciudadanos.
"Y ya vimos el miércoles pasado la buena relación que tienen el presidente del Gobierno y Albert Rivera", ironiza un diputado socialista.
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