Política

Pifias en campaña: los nueve errores de los sucesores de Rajoy

Soraya ha sido la más original. Cospedal, la más regular. Casado, la revelación. Termina la precampaña. He aquí las principales pifias de los aspirantes

Un experimento sin precedentes en un territorio inexplorado. El Partido Popular nunca ha elegido a su presidente mediante el voto de los afiliados. El procedimiento, un mix de afiliados y compromisarios a doble vuelta, se estrenó el pasado año en los congresos regionales. Hubo problemas pero sin desastres. Un precalentamiento para este momento de la verdad. El día 21 de julio se conocerá el veredicto. De las urnas y del nuevo sistema electoral.

Soraya Sáenz de Santamaría, Dolores Cospedal y Pablo Casado, los favoritos, han desplegado una actividad diogna de unas elecciones generales. Una media de seis actos diarios, presencia en todas las comunidades autónomas y en la práctica totalidad de las grandes ciudades. Un esfuerzo notable que desemboca en una jornada incierta. Sólo se han anotado 65.000 afiliados. Quizás participen 50.000. Unas ecuálidas cifras que pusieron al PP frente a la cruda realidad.

El resultado de la jornada de hoy será el segundo momento de la certeza. Todo son incógnitas. Las apuestas no coinciden.Hay valoraciones diversas incluso sobre el nivel de las respectivas campañas. Notables aciertos y muchos errores. "Estamos aprendiendo", se comenta en el partido. He aquí los más destacados de los segundos. Las pifias de los postulantes. 

Soraya y su pandilla

-Muy lejos del partido. Apostada a la vera de Mariano Rajoy en los despachos de Génova, Sáenz de Santamaría ha vivido alejada del PP. No es un tópico. Es una hiriente realidad. Un factor que puede jugar en su contra. Ni siquiera intentó enmendarlo en la campaña. Su mensaje se orientó desde el minuto uno hacia la Moncloa. "La candidata que vencerá a Pedro Sánchez", es su lema. Gran acierto. Ha disputado poco con sus rivales, actitud saludable si no va acompañada de algo de mohín y hasta desprecio. Buena oradora, regular mitinera. Protagonizó, eso sí, lso dos momentazos de la campaña: El paracetamol de Sánchez y el Informe Semanal de Monedero. 

-La mochila catalana. Estuvo en Cataluña pero evitó el tema. La mochila catalana le pesa demasiado. La 'operación diálogo' es un punto negro en su biografía. Una estrategia errada. Un patinazo con graves consecuencias. No lo evitaba en las entrevistas pero lo rehuía en los mítines. Sus contrincantes se lo recordaban. La agenda catalana, al margen de traiciones varias, pesó mucho en la caída de Rajoy. El tono patriótico nunca ha sido el fuerte de Santamaría. Se ha movido mejor entre la sala de máquinas y la maquinación. 

-Demasiados ministros. Evitó fotografiarse con Cristóbal Motoro, un espantador de votos. Pero cuenta con su apoyo. Su mano derecha en el trajín electoral ha sido Fátima Báñez, ex de Empleo, buen cartel electoral, futura vicepresidenta en un Gobierno de Soraya. Demasiados miembros del antiguo Gabinete en su cuadrilla. Méndez de Vigo, De la Serna, Nadal, Ayllón, Alonso...entre otros. Demasiado olor a Moncloa, a Ejecutivo, a cartera ministerial. Poca base, poca militancia, poco partido. "Algunos nunca han encabezado una lista electoral", le reprochaba su fiel enemiga Cospedal. 

Cospedal: La sombra del aparato

-Olor a Génova. Renunció a la secretaría general del partido para embarcarse en esta aventura. Le han llovido reproches y acusaciones sobre el uso inadecuado del aparato de Génova. Abusos de la estructura y los cargos intermedios, negados por el comité organizador. Su gran arma, quizás, para la segunda vuelta, sea ese control de los mandos medios. Las bases son otra cosa. Quizás quieran un cambio y renieguen del reciente pasado. Ha hecho una campaña masiva, intensa. Algo fría, a su estilo. Seria, profesional. Ha jugado la baza de estandarte del PP. Alguien tenía que hacerlo.

-Renegar de Aznar. En su pugna con Casado por representar al partido, incurrió en un tropiezo. Renegó de Aznar. Muchos coinciden pero sonaba raro, estridente. Cospedal intentaba situar su joven rival en el pasado, en el PP de nunca jamás, en la caverna del tiempo. Quizás un error. El personaje puede provocar rechazo y hasta desprecio. Pero es el fundador y hasta puede ser merecedor de un cierto respeto.

-Sin novedad en el frente.  Una campaña algo ramplona, sin novedades, sin resquicios a la imaginación. Sólida y sin sorpresas. Cospedal en estado puro. El ala derecha del PP duda entre ella o Casado. Cospedal tiene más perfiles del pasado. Consolidó la simpatía de su militancia pero quizás no ganó nuevos apoyos. Lo intentó a fondo. Sus mítines fueron masivos e intensos. Faltaba algo. La chispa.

Casado contra casi todo (y todas)

-El máster sospechoso. Fue el primero en lanzarse a la contienda. El factor sorpresa jugó en su contra. Y hasta hizo replegarse a Feijóo, el eterno delfín, el gran ausente. Un máster sospechoso anegó la arrancada de la campaña. Lo daban incluso por 'muerte'. Defendió su verdad y salió adelante. Quedan salpicaduras. Y sombras inquietantes tras las que se adivina 'fuego nada amigo'.

-Demasiado cuerpo a cuerpo. En el programa de Federico, en esRadio, se quitó la faja, según su expresión. lanzó su proclama, esparció su prédica, revolucionó a las bases y la audiencia. "El auténtico PP" hacía al fin acto de presencia. Un vuelco en la anodina pugna. Luego vinieron los choques, el cuerpo a cuerpo, las patadas en la espinilla. Casado sacudió a 'todos y todos'. Con escasos miramientos. También recibió lo suyo. Muchas puñadas entre compañeros. O lo que sean.

-El hombre del pasado. Dijo Rajoy que considera a Casado 'uno de los suyos'. Le adjudican ser de Aznar. Y de Esperanza Aguirre. Dos pesos pesados de la derecha española. Es el candidato que más odian los separatistas. Y los populistas. Y, cómo no, hasta Ciudadanos, que le ven un peligro. Joven, dispuesto y con proximidad. Intentaron endilgarle el estigma del 'hombre del pasado'. Un esfuerzo complicado porque Casado se identifica más bien con el futuro. Hasta le han reprochado que es demasiado joven, y, por ende, 'inexperto'. Golpes bajos que se acusan pero que no tumba. O eso parece.

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