Dolores Cospedal y Soraya Sáenz de Santamaría son enemigas íntimas desde hace años. Casi una década. Desde el congreso de 2008, el de Valencia, el que encumbró a Rajoy al frente del partido. Ellas vestían de rojo, Mariano vestía de gris. Ambas se disputan ahora la sucesión de su ‘jefe’, en un duelo enconado y frontal. Una pugna que se ha convertido en pinza contra el tercero en discordia, Pablo Casado, quien puede ser la gran sorpresa de la batalla electoral que concluye el 21 de julio.
Cospedal reprocha ‘inexperiencia’. El equipo de Santamaría desliza lo del ‘aznarista’. Casado no hacía caso, ignoraba las alusiones de la pareja de damas hasta este jueves que, en esRadio, primero, y en la sede del partido después, decidió dejar de lado las contemplaciones, las buenas maneras, la otra mejilla, y pasó al ataque. “Me he quitado la faja”, señaló Casado al entrar en el estudio de la emisora.
Zancadillas, trampas, obstáculos. Se queja Casado de que el aparato, es decir, ambas rivales, presionan a la gente para que no vaya a sus actos, se han puesto trabas a la inscripción de afiliados, a la presentación de avales y de compromisarios. Casado las devuelve. Recuerda que él daba la cara cuando los escándalos de corrupción, cuando se perdían elecciones, cuando venían mal dadas. Rompe los puentes y la campaña: “No me integrará con ninguna de las dos listas. Ni seré candidato al Ayuntamiento de Madrid, ni portavoz parlamentario, ni secretario general, nada, ni antes ni después. No me representan”. O sea, que se irá a casa.
El debate a la espera
Las palabras de Casado han sonado muy fuertes en los equipos de las aludidas. “Está nervioso, ya se sabe”, señala la gente de Soraya. En privado se agita el fantasma del ‘máster’, un asunto que colea en los tribunales y que cuelga como espada de Damocles sobre la cabeza del exportavoz del PP. “No voy a levantar el trono. Yo no he visto zancadillas. Cada uno puede decir lo que quiera”, señala Cospedal.
Los ‘liliputienses’, como llaman a los aspirantes con menos posibilidades, observan esta batalla con cierta perplejidad. Se sienten más identificados con Casado. Tanto JoséRa García como Magallo reclaman debates, algo a lo que se niegan las dos favoritas. “Están falseando las primarias”, denunciaba el primero, a la vista del escándalo del censo. Hay un manto de sospecha sobre quién decidirá finalmente el nombre del ganador. Los inscritos, tan pocos, son mayoritariamente argos, dirigentes o gente vinculada las zonas de poder. “Si esto es así, con 60.000, ya me dirá lo que ocurrirá el 21 de julio, cuando sólo queden 3.000”, señalan en esta banda de los menos favorecidos.
Santamaría se centra tan sólo en su empeño por conseguir la victoria para echar a Sánchez y ocupar la Moncloa. Poco habla del partido y sus circunstancias porque siempre estuvo alejada de sus siglas. Es Cospedal quien apuesta por el PP, quien lo reivindica, quien lo jalea y lo ensalza, pese a los errores cometidos. Y quien emite reproches sobre determinadas acciones de Gobierno. Mensajes críticos entre ambas que empiezan a decaer para centrarse en Casado.
“Les inquieta su fulgurante campaña, es el más vital, el mejor candidato, nada que ver con el cartón piedra que se ve por ahí”, señala un veterano militante. El primer paso, parece, es deshacerse de quien fuera vicesecretario general del PP. Ahora mismo, es un incómodo rival. Luego, ya se centrarán cada una en su enemiga.
Casado se ha erigido en el valedor del PP de Aznar y de Rajoy, en la defensa de sus valores, de sus señas de identidad de siempre. “Un PP reconocible”, es ahora su lema. Llena su candidatura de proyectos ideológicos, de medidas concretas, de iniciativas que siempre viajaron en el tren del PP y que, últimamente, se han abandonado. Un vuelco en la campaña. Casado acelera mientras esquiva las flechas enemigas. El día 5 se acerca. El termómetro de la contienda ha subido notablemente de tono.
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