El PNV observa con relativa preocupación las consecuencias del polémico acuerdo parlamentario del PSOE, Unidas-Podemos y Bildu para derogar la reforma laboral de 2012. Se siente incómodo porque, en un momento de máxima competición electoral, ese pacto le arrebata ante el electorado nacionalista la vitola de único interlocutor útil, sí, aunque tampoco teme un vuelco en el mapa político vasco.
En la sede bilbaína de Sabin Etxea dan por seguro que el acercamiento a Arnaldo Otegi lo "autorizó" Pedro Sánchez -nadie cree el intento de adjudicar a Adriana Lastra el fiasco- y que el presidente era consciente de que la maniobra daría aire a su competidor en las elecciones del 12 de julio. Piensan que se dejó arrastrar por un Pablo Iglesias obsesionado con los efectos negativos que tendría sobre el Ejecutivo de coalición el crecimiento del PNV y que convenció a Sánchez para dar luz verde a Lastra y al portavoz parlamentario de los morados, Pablo Echenique, sin calcular bien las consecuencias.
El jefe del Ejecutivo insistió este sábado en que lo hizo porque "no estaba garantizado" que el estado de alarma saliera adelante, ya que el PNV no desvelaba su voto y con Cs había dudas. Sánchez culpa al PP porque, al pasar de la abstención al voto en contra, obligó al PSOE a reforzar la mayoría para garantizar su aprobación. Y eso "abrió otros debates que nada tienen que ver con la alarma (reforma laboral)", insistió en su rueda de prensa semanal.
Por convicción o por interés, las fuentes peneuvistas consultadas por Vozpópuli compran esa tesis porque una cosa es jugar a desgastarles para encarecer posteriormente su apoyo a la investidura de Íñigo Urkullu, y otra que el PSE acabe 'liándose la manta a la cabeza' para formar un tripartito. Eso implica no solo romper todos los acuerdos -en el Parlamento Vasco, en las tres diputaciones y en los ayuntamientos- sino que el PNV tumbe a un Pedro Sánchez que quedaría sin mayoría y abocado a adelantar elecciones generales en su momento más débil.
Sánchez y Calvo se está afanando en las últimas horas en calmar por teléfono las aguas de un PNV que le ha lanzado un ultimátum por boca de Ortúzar: "Así no es posible mantener la legislatura"
Por si acaso, el presidente del partido, Andoni Ortúzar, salió este viernes en la ETB a darle un aviso a 'navegantes': "El depósito de la confianza" en Sánchez tiene encendida "la luz de reserva". "No es posible" mantener la legislatura sin "una mínima coherencia" en la política de pactos. Ya torcieron el gesto cuando vieron hace dos semanas a La Moncloa pactar con Inés Arrimadas y Ciudadanos, pero la 'traición' con Bildu es la gota que ha colmado el vaso.
"No sé con quién quiere gobernar, con todos no es posible", sentenció un Ortúzar que desde el jueves ha recibido varias llamadas del propio Sánchez y de la vicepresidenta primera, Carmen Calvo, -también el portavoz en el Congreso, Aitor Esteban-, en un intento desesperado por calmar las aguas y garantizarle que el coqueteo con su principal rival electoral fue coyuntural y sanitario.
? Ikus itzazu @andoniortuzar-ren erantzunak @enjakeETB saioan. Hariari jarraitu. ?
"En política hace falta #coherencia y lo del miércoles no fue coherente. Nuestro depósito de #confianza en Sánchez tiene ya la luz de reserva encendida". pic.twitter.com/D5pnVm04NW
— EAJ-PNV (@eajpnv) May 22, 2020
En el PNV son herméticos respecto al sentido de su voto en una eventual petición de sexta prórroga del estado de alarma, pero el solo hecho de que el Gobierno se lo está pensando, por miedo a una derrota parlamentaria que dejaría muy tocado al gobierno de coalición PSOE/Unidas Podemos, da idea de que el apoyo peneuvista, hoy por hoy, no está asegurado.
"No les van a dar los números" tras el 12 de julio, se dicen además a sí mismos los peneuvistas. Aún cuando los de Otegi y el PSE suban en voto, lo harán a costa de la franquicia vasca de los de Pablo Iglesias, y no podrán sumar mayoría absoluta (38 escaños). La "ensoñación" de que las urnas arrojarán un resultado de 22 escaños a Bildu, 10 al PSE y 6 a Elkarrekin Podemos se "cae" por el eslabón más débil, los morados. "Bildu está fuerte, pero a costa de Podemos, que va a perder mucho en estas elecciones".
"Esto no es Navarra", señalan fuentes del PSE muy conscientes de que Bildu exigiría la presidencia de un hipotético 'tripartito' y eso es inasumible para los socialistas
Desde el PSE, desconocedor del pacto que iban a firmar Lastra, Echenique y la portavoz de Bildu en el Congreso, Mertxe Aizpurúa, se advierte también que "esto no es Navarra", en alusión al apoyo abertzale que la presidenta foral, la socialista María Chivite, recibió para su investidura. Los de Arnaldo Otegi serán segunda fuerza tras el PNV en las elecciones del 12 de julio a mucha distancia del PSE, y en la negociación de un hipotético tripartito reclamarían la Lehendakaritza para su candidata, Maddalen Iriarte.
Eso, apoyar a un lendakari de Bildu sigue siendo "demasiado" tragar, añaden las fuentes socialistas vascas consultadas por Vozpópuli, para un partido que hasta hace no tanto tiempo enterraba cargos y militantes asesinados por ETA; y que el mismo miércoles del acuerdo en Madrid veía como Bildu seguía negándose a condenar el ataque con pintura de madrugada contra el domicilio de su secretaria general, Idoia Mendía.
El rebrote de la kale borroka por parte del sector más intransigente de la izquierda abertzale en protesta por la situación del preso etarra Patxi Ruiz, en huelga de hambre, convierte en imposible cualquier clase de entendimiento entre socialista y abertzales. Y es lo que menos entiende el PSOE del resto de España, incluso buena parte del PSE, de lo ocurrido el miércoles
Mendía avisa a Ferraz: no al tripartito
La propia Mendía, en entrevista con el diario El Correo, dejaba este viernes muy claro a Bildu... pero también a quienes en La Moncloa y en Unidas Podemos, sobre todo, especulan con un tripartito, que ella no está por la labor de ser lendakari con los votos de Bildu y, mucho menos, votar la investidura de Maddalen Iriarte: "No compartiré gobierno con quien no condena que me persigan hasta el portal de mi casa".
El tripartito de izquierdas viene siendo un Guadiana que aparece y desaparece en la política vasca cada cierto tiempo. Al PNV, partido hegemónico, no le ponía nervioso, pero la secuencia de los acontecimientos desde que arrancó 2020 está siendo muy negativa para los jeltzales y hace que en la sede de Sabin Etxea se observe con mucho recelo lo que ocurre: primero, en enero, la ruptura del pacto municipal en Irún, segunda ciudad de Guipúzcoa, y acto seguido el desastre en el vertedero de Zaldíbar que ha desgastado mucho al lehendakari Urkullu en zonas muy sensibles de voto nacionalista.
Luego vino la suspensión de las elecciones previstas para el 5 de abril y la "nefasta" gestión del estado de alarma por parte de su socio Pedro Sánchez, la cual, a juicio del PNV, puede acabar afectándole en las elecciones del 12 de julio si no se pone orden en "el caos" reinante. Claro que, frente a esta tesis, hay quien en el propio partido ven la sigla como el voto refugio de esa mayoría silenciosa que vive con incertidumbre la pandemia y sus consecuencias.
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