Podemos se agarra al clavo ardiendo de la abstención en las elecciones autonómicas de Galicia y el País Vasco. Los sondeos vaticinan uno de los peores resultados de la historia de Podemos. En el País Vasco, los nacionalistas de Bildu pueden sustraer miles de votos a los morados. Y en Galicia las perspectivas electorales empeoran cada día. En la formación de Pablo Iglesias hay incluso miedo a quedarse sin escaños. Aunque los más optimistas creen que el miedo al contagio asustará a los votantes de los partidos mayoritarios y el reparto reducirá el golpe para Podemos.
Para Iglesias las elecciones autonómicas del 12 de julio pueden tener un sabor muy amargo. Se trata de los primeros comicios después de su entrada en el Gobierno de Pedro Sánchez. Y llegan en un momento de enorme dificultad para el Ejecutivo, sacudido por la crisis del coronavirus y un arranque de legislatura muy complicado.
Las votaciones en Galicia y el País Vasco también ponen a prueba la estrategia de Iglesias dentro de Podemos. El secretario general impuso candidatos y listas afines, y ahora ha llegado la prueba del fuego. En Galicia, la herida de las primarias perdidas por Carolina Bescansa entre sospechas de pucherazo queda abierta. Y en el País Vasco el líder de Podemos lanzó una cúpula alternativa a la del exerrejonista Lander Martínez.
Temor a quedarse sin escaños
La cúpula de Podemos hablaba hace pocas semanas de que se conformarían con ocho diputados autonómicos. Esa esperanza bajó semana tras semana, y ahora circula incluso el miedo a no sacar representantes. Fuentes del sector demoscópico afirman que Podemos se mueve en Galicia en la horquilla de entre cero y dos diputados.
En el País Vasco la situación es algo mejor. Pero también en ese caso las perspectivas son negras. En las elecciones generales de 2016, Podemos ganó los comicios en el País Vasco con más de 330.000 votos (29% de las papeletas). Cuatro años después, las encuestas internas y las de los medios de comunicación señalan que Podemos acabará cuarto partido, por debajo del PSOE y muy probablemente con menos de 10 diputados (10% de estimación de voto).
La tendencia apunta a que los nacionalistas robarán miles y miles de votos a los morados. Una caída vertical que fortalecerá a los sectores críticos, que de momento se están limitando a cuestionar las primarias, denunciando casos de fraudes, pero más adelante podrán abrir un debate interno sobre la gestión de Iglesias.
Termómetro electoral
Ante esta situación, la única esperanza de los de Iglesias es apostar por que serán elecciones peculiares. En plena crisis del coronavirus, Podemos espera que las encuestas vuelvan a equivocarse. Y sobre todo que sus electores de los partidos mayoritarios (PP en Galicia, y PNV en el País Vasco) crean que los comicios están ganados y no vayan a votar. De esa manera, la caída de Podemos podría maquillarse.
En el PSOE admiten esa posibilidad. Los socialistas creen que los “radicales” irán a votar. Y temen que una elevada abstención acabe afectando al PSOE. Las encuestas de momento auguran una participación del 60%, pero podría reducirse por miedo al contagio.
Iglesias comprendió antes que nadie que la nueva etapa democrática obligaba a razonar en términos de coalición. Por otro lado, la fragmentación política convierte a las elecciones locales en el medio de la legislatura en un termómetro político para los equilibrios dentro y fuera del Gobierno. Un fracaso de Podemos debilitirá a los morados en el complejo equilibrio de poder en el gabinete de Sánchez. Y podría tener efectos catastróficos para el aguante de la coalición.
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