“Coalición o nada”. Fue pocos días después de las últimas elecciones generales, cuando en el cuartel general de Podemos en Galapagar se fijó el rumbo estratégico del partido morado. El secretario general, Pablo Iglesias, de acuerdo con Irene Montero y sus afines decidieron que solo cabía una salida transitable para salvaguardar su futuro en el partido: un cogobierno con el PSOE, al precio que fuera. “La llamaron operación ruleta rusa”, revela un dirigente de Podemos a Vozpópuli.
Iglesias irrumpió en la política como un tsunami. El politólogo, profesor universitario y hábil tertuliano planteó su proyecto como una enmienda a la totalidad a la estrategia que había sido del PCE y, sobre todo, de IU, desde Santiago Carrillo hasta Cayo Lara. Su escalada hacia al poder tenía que ser inmediata y arrasadora. Jugada desde el minuto uno al filo de la navaja. “Solo me interesa ganar, no quedarme con un 15% o 20% de votos”, afirmaba en los comienzos.
El periplo de estos años no ha sido fácil. Con el momento más difícil vivido hace tan solo nueve meses, durante el complot organizado por Íñigo Errejón, que casi dinamita todo el partido. En las últimas generales, Iglesias logró reflotar el barco morado, hasta superar el 14% de sufragios. Pero tuvo un efecto analgésico, porque en las autonómicas de mayo el partido se hundió. Y los problemas internos y externos reflotaron: los anticapitalistas siguen tramando para hacerse con el control de Podemos, y las confluencias están preocupadas por los movimientos de Errejón, que va buscando apoyos en muchas regiones clave para la formación de Iglesias.
¿Está dispuesto Iglesias a concluir su trayectoria con una rendición?
El farol de Sánchez
En esa situación, Iglesias decidió que hacía falta apretar el acelerador. Vio en Pedro Sánchez un jugador que iba de farol, y pensó que su deseo de gobernar le habría favorecido. Días antes de las generales, Iglesias había mantenido una comunicación telefónica con Sánchez. En ella, el socialista le prometió un modelo de cogobierno a la valenciana, es decir, con ministerios y altos cargos compartidos. Iglesias advirtió a los suyos de que se prepararan, aunque sabía que en campaña electoral las promesas se las lleva el viento. Y así fue, en efecto.
Después de las elecciones autonómicas, Sánchez desapareció. Pasaron varias semanas sin que el PSOE diera muestras de desear una coalición con Podemos. Hasta que el secretario general decidió dar un paso al lado y forzar al socialista a que propusiera un cogobierno. Parecía que la táctica de Iglesias y Montero traía sus frutos. Pero se dio el cortocircuito. Dirigentes cercanos al líder morado, y hasta familiares del propio Iglesias, le aconsejaron que “no tenía que humillarse”. Y en las últimas horas, tras asumir que la propuesta de coalición del PSOE era un sottogoverno maquillado (altos cargos pero poca capacidad de incidencia en las políticas públicas), a Iglesias le “pudo el orgullo” --así lo explican fuentes de Podemos--, y rechazó la propuesta.
"Víctima de su ego"
Estaba convencido de que Sánchez habría mejorado su oferta en septiembre. Y siguió enconado en esa apuesta hasta la semana pasada, mientras su partido entraba en un callejón sin salida. Frases duras como que Iglesias es “víctima de su ego” y que “está agotado” circulan en las conversaciones entre miembros del grupo de Unidas Podemos. Muchos creen que insistir en esa estrategia es un “exceso de autocomplacencia”, pero nadie manifiesta sus dudas en público.
Este lunes, el grupo confederal tiene previsto celebrar la última reunión interna. Será el momento definitivo. El río Rubicón de Iglesias, siempre y cuando en realidad no lo haya cruzado en julio. Tendrá la última palabra y fijará la posición del partido antes de la reunión del martes con el Rey.
La probabilidad de que corrija el planteamiento fijado hace tres meses es muy escasa. El problema para Iglesias es que, en la situación de debilidad interna, otorgar a Sánchez una investidura gratis (tal y como piden varios grupos de IU y los comunes) no representa una garantía de que no se tenga que votar otra vez de aquí a un año. El miedo del secretario general es que entonces Errejón tenga amarrado su nuevo partido y se convierta en un difícil adversario no solo en Madrid o Valencia, sino también en Cataluña y Andalucía.
Errejón calienta motores
El exnúmero dos fue el primero en advertir de que Iglesias no habría cedido ante Sánchez. Lo dijo antes del verano a personas de su círculo y también a miembros de Podemos con los que sigue hablando: “Iglesias está convencido de que creó Podemos, y está dispuesto a matarlo”. El planteamiento de doble o nada ha sido siempre marca personal de Iglesias. De tal manera que ahora se reduce la posibilidad de que acabe cediendo el trono a Sánchez sin exigir nada a cambio.
Además de orgullo y dignidad, Iglesias siempre ha afirmado que la política tiene su “erótica”, y que se basa en buena medida en los golpes de efecto y la valentía. Así que sobrevuela una pregunta en estas últimas horas: ¿Está dispuesto Iglesias a concluir su trayectoria con una rendición? “Vamos a elecciones, y será a vida o muerte”, zanjan algunos en el partido morado desde hace días. “Es la operación ruleta rusa”, repiten.
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