En la España de Pedro Sánchez, igual que la Nochebuena, los tambores de adelanto electoral tan pronto vienen… como se van. La figura de Carles Puigdemont, el árbitro de la legislatura desde que los siete diputados de Junts en el Congreso se hicieron con la llave de la gobernabilidad, ha puesto patas arriba el tablero político.
Cada vez que el expresidente fugado de la Justicia lanza un órdago desde Waterloo, aparece un puñado de profetas que sentencian la vuelta a las urnas. Pero hasta a un personaje que acostumbra a ser tan poco predecible se le acaba cogiendo la medida. Y en el Partido Popular, después de un 2024 de continuos desengaños, asumen que Puigdemont aprieta, pero no ahoga. La tesis del entorno de Alberto Núñez Feijóo es que el dirigente independentista seguirá atado a Sánchez hasta que el Tribunal Constitucional se pronuncie sobre la Ley de Amnistía y resuelva su situación procesal. Y personal. Todavía hoy, sigue en vigor la orden de busca y captura del Tribunal Supremo que le impide cruzar la frontera sin riesgo de que le pongan los grilletes.
Carles Puigdemont acaba el año con un ramillete de promesas incumplidas. En abril, dijo que dejaría la política si no ganaba las elecciones de mayo en Cataluña. En julio, aseguró que acudiría al Parlamento catalán para el debate de investidura. Y en diciembre, que votaría en contra de los Presupuestos si Sánchez no se sometía a una cuestión de confianza.
Lo cierto es que perdió las catalanas, y sigue de líder de su partido. Regresó a Barcelona a final de agosto y no pisó la cámara autonómica. En cuestión de horas, volvió a su exilio voluntario en Bélgica. Eso sí, performance a lo Houdini mediante. En la Cámara Baja, la Mesa ha congelado la moción de Junts que insta a Sánchez a someterse a la cuestión de confianza, y no ha manifestado su intención de tumbar las cuentas públicas.
Los continuos bandazos de Puigdemont, repletos de ruido y exentos de nueces, a ojos de la dirección del PP, son la constatación de que, en realidad, depende tanto de Sánchez como Sánchez de él. Los dos se auxilian mutuamente. Se prestan un mínimo de oxígeno. Puigdemont subsiste en el ecosistema político-mediático y acaricia la impunidad de sus delitos gracias a la dependencia que Sánchez tiene de él. Y Sánchez subsiste en el palacio de la Moncloa gracias a los votos de Puigdemont. De alguna manera, los dos han ligado su futuro.
Así lo ven en Génova, donde mantienen la apuesta de que Junts, por más que amague a cada instante con hacer saltar todo por los aires, no dejará caer al presidente. “Nunca antes el independentismo ha encontrado a un presidente tan dócil”, es un argumento que reiteran desde la cúpula popular. El otro: “No moverá un dedo hasta que Conde Pumpido [presidente del órgano de garantías] acelere la sentencia de la amnistía”.
El 'bloque económico' en el Congreso
Esta semana, en la votación final de la reforma fiscal, se demostró que no hay una mayoría progresista en el Parlamento. Formaciones tan dispares como Vox, PNV y Junts armaron una suerte de ‘bloque económico’ para respaldar varias enmiendas del PP: la que suprime el impuesto a las energéticas, o las dos para eximir de impuestos las ayudas destinadas a los afectados por la DANA en la Comunidad Valenciana.
En las filas populares admiten que, en el terreno económico, y sobre todo el fiscal, hay una sintonía ideológica con los nacionalistas vascos y los independentistas catalanes. La intención de Feijóo es aprovechar esa ventana para impulsar en el Congreso una agenda alternativa a la del Gobierno. De esta forma, logrará interponer más obstáculos a Sánchez. Sin abrir una zanja tan honda como para mandar al patíbulo la legislatura y forzar nuevas elecciones, el último anhelo del presidente popular.
De lo sucedido este jueves en la Cámara Baja, resultó llamativo que las dos bancadas –Gobierno y oposición- lanzaron las campanas al vuelo con el resultado de las votaciones. “Junts salva a Sánchez en todo menos en lo que le interesa al lobby económico que se ha acercado a Puigdemont”, resume un destacado diputado del PP. “Sánchez tendrá que dar pasos hacia Puigdemont si quiere Presupuestos. Todos quieren pactar con Sánchez, pero el precio cada vez es más caro”, opina.
Por su parte, el presidente del PP catalán, Alejandro Fernández, recomendó este viernes en un tuit escuchar “con atención” la última entrevista de Puigdemont en TV3. En ella, el expresident distinguía entre “amnistía judicial” y “amnistía política”. Esta última, explicó Fernández, “consiste en que Sánchez o Illa (o ambos) le visiten y se humillen ante él”. Exactamente, “la misma humillación” que Puigdemont exigiría al PP para una hipotética moción de censura. Por eso, pese al acercamiento en las Cortes para “bajar algún impuesto”, Fernández advirtió: “Nosotros ni queremos, ni podemos, ni lo haremos jamás. Y jamás es jamás”.
Apoya TU periodismo independiente y crítico
Ayúdanos a contribuir a la Defensa del Estado de Derecho Haz tu aportación