La aplicación del artículo 155 de la Constitución en Cataluña constituye toda una patata caliente para el PP, como lo demuestran los diferentes matices con los que se expresan los cargos de ese partido respecto al escenario postelectoral en esa comunidad.
Según diversas fuentes, hay ahora mismo dos lineas de pensamiento que, de momento, no han aflorado en toda su crudeza: la de quienes creen que tras las elecciones del 21-D la nueva Generalitat no debería estar sometida a vigilancia alguna, para recobrar así la normalidad política cuanto antes, y la de los que piensan que aún es pronto para decir eso. Si gana el independentismo, argumentan, nada garantiza que no vuelvan a intentar la secesión del territorio y el Estado deba reaccionar de nuevo.
Ayer se pudo ver con toda claridad en manifestaciones del ministro de Justicia, Rafael Catalá, y de los dirigentes populares Pablo Casado y Xavier García Albiol. Catalá dijo durante un desayuno en Bilbao que las medidas puestas en marcha "finalizarán con las elecciones" porque espera que del 21-D salga un Parlament y un Govern que "se comporte con la lealtad institucional y constitucional con la que históricamente se ha comportado la Generalitat".
El titular de Justicia remarcó que el artículo 155 no se ha aplicado porque el Gobierno catalán quiera la independencia, sino por "la acción de incumplir la Constitución", y rechazó que las medidas consecuencia de ese artículo se puedan "ajustar o variar" antes de las elecciones "porque no da tiempo material en una situación casi de precampaña a hacer esa reflexión".
Justo lo contrario decía el viernes pasado en una entrevista el presidente del PP catalan y candidato en estas elecciones, Xavier García Albiol, para el cual el Gobierno está "legitimado" para volver a aplicar las medidas del artículo 155 si ganan los independentistas y mantienen como objetivo "seguir avanzando en la ruptura y en saltarse las leyes".
A Albiol le parece "no solo necesario, sino obligatorio" continuar con la intervención de la Generalitat si se repiten las mismas circunstancias, aunque cree que el 21 de diciembre hay una oportunidad de volver a la normalidad y "pasar página".
El PP ha tenido que 'sujetar' a algunos de los suyos que han querido hacer extensiva la intervención del Estado a sus comunidades
Ayer, el propio candidato catalán de los populares matizó sus palabras, pero el portavoz del PP, Pablo Casado, insistía en la sede de Génova en que la tesis de que el solo hecho de que el 155 se haya aplicado ya en Cataluña contribuirá a "disuadir" a los independentistas de volver a las andadas precisamente por la posibilidad de una nueva intervención.
"Ya nada será igual que antes", dijo Casado, menos contundente que García Albiol hace tres días pero con la misma advertencia: el 155 es un "aviso a navegantes" para los propios independentistas. En su opinión los electores "lo tendrán muy en cuenta" porque "la gente está harta y lo que quiere es que su hijo encuentre un trabajo".
El problema para el PP está siendo sujetar a dirigentes de otros territorios que, al amparo de lo ocurrido, no han dudado en hacerla extensiva a sus territorios. Ese ha sido el caso del delegado del Gobierno de Castilla-La Mancha, José Julián Gregorio, el exministro de Sanidad y actual presidente del PP vasco, Alfonso Alonso, y la presidenta del PP de Navarra, Ana Beltrán.
Beltrán dijo recientemente que "la actuación del Govern en Catalunya se puede extrapolar a Navarra: ambos gobiernos pretenden que una minoría aplaste a una mayoría no nacionalista", levantando un considerable revuelo en la comunidad foral por entender sus palabras como una amenaza.
Mayor escándalo si cabe supusieron las palabras de Gregorio contra el Gobierno de Emiliano García-Page por sus acuerdos con Podemos en Castilla-la Mancha. El delegado del Gobierno llegó a decir que García-Page "está pidiendo a gritos el artículo 155 para que sea el Estado el que enmiende la labor del Gobierno que forman el PSOE y Podemos".
Incluso al siempre moderado Alfonso Alonso se le fue la mano al insinuar que al lehendakari, Íñigo Urkullu, le puede estar pasando lo mismo que a Carles Puigdemont y el independentismo catalán porque en el País Vasco empiezan a darse coincidencias entre un nacionalismo asilvestrado y el populismo. "Si estos ingredientes se unen nos llevarían a la misma situación, y por lo tanto al mismo desafío y al mismo peligro que se está sufriendo en Cataluña", comentó.
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