Un presidente 'simbólico' y un presidente 'efectivo'. Esta es la fórmula expuesta desde ERC para alejar a Carles Puigdemont de su cargo y desatascar el actual embrollo que tiene maniatada a Cataluña desde hace meses. Esta bicefalia sería más bien asimétrica puesto que el presidente 'simbólico' carecería de cualquier tipo de poderes o atribuciones ejecutivas. "Sería un presidente de opereta, una fantasmada", se comentaba desde las filas constitucionalistas, donde tal recurso se considera un disparate.
Oriol Junqueras apostó por esta fórmula en sus declaraciones desde la cárcel de esta semana. No se trata de una improvisación, sino de una vía que ya se había sugerido desde ERC por Marta Rovira el pasado noviembre en plena campaña electoral.
Se trata de darle una salida digna al 'exhonorable', comentan fuentes soberanistas, un título, un reconocimiento. La propia Rovira advertía este viernes de que elegir 'president' no puede entrañar riesgos jurídicos o penales a diputados, a la Mesa o al titular de la Cámara. Otra forma de advertencia. Puigdemont no puede ser el hombre.
Los equipos jurídicos del Parlamento, que buscan ahora cómo superar el 'impasse' de la congelación del pleno, tendrán que afanarse asímismo en idear una ceremonia de investidura 'simbólica' para satisfacer a Puigdemont. Nada hay previsto para semejante asunto. Habrá que improvisar. Algunas versiones ya sugieren la posibilidad de celebrar una especie de pleno previo al de la investidura formal. Una representación escénica en la que el fugado en Bruselas sea distinguido con los honores de 'presidente' honorífico. O 'president en el exilio', puesto que seguirá en Bruselas, de donde no piensa volver.
Un precedente sin consecuencias
Concluido este trámite, se pasaría luego a votar el candidato 'efectivo' propuesto por Roger Torrent. Algo similar ya se hizo, recuerdan veteranos de Convergencia, en noviembre de 2015, cuando la CUP forzó a que se celebrara una sesión especial para proclamar el arranque del proceso de independencia, antes precisamente de que se concretara la votación del 'president'. Aquella iniciativa, sin efectos jurídicos, se llevó a cabo sin mayores problemas ni mayor repercusión.
Otras versiones señalan que este reconocimiento a Puigdemont podría celebrarse en el mismo salón del palacio legislativo en el que los grupos parlamentarios suscribieron, el pasado 10 de octubre, la resolución de la independencia, una vez que Puigdemont la dio por declarada y luego pasó a suspenderla. Minuto y medio duró la república. Otro acontecimiento 'simbólico'.
Al tratarse de un supuesto sin antecedentes en los anales del parlamentarismo catalán, ni español, los impulsores de la iniciativa se van a mover en un marco de vacío legal. En el caso de que se intente llevar a cabo este proyecto, al que Puigdemont se opondrá, pues ya ha comentado a sus leales que no quiere ser 'un president florero', los organizadores estarán moviéndose en la 'alegalidad' más que en la 'ilegalidad'. Lo que no obsta para que los representantes de los partidos democráticos se hayan mostrado ya decididos a impugnar este paso por considerarlo políticamente inaceptable y legalmente, cuanto menos, dudoso.
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