La última vez que los líderes del PP y el PSOE se vieron en la Moncloa, Mariano Rajoy era el presidente del Gobierno y Pedro Sánchez dirigía la oposición desde fuera del Parlamento. Menos de tres meses después de aquel encuentro, que tuvo lugar tras la investidura de Quim Torra en Cataluña, Sánchez es el jefe del Ejecutivo y Pablo Casado preside el PP -ahora en la oposición-. Los dos se ven las caras por primera vez este jueves.
La reunión es un primer tanteo. No hay un clima de confianza previo entre ambos. Su relación se empieza a construir desde cero. El Gobierno ha filtrado que ofrecerá varios pactos de Estado al PP. Casado ha respondido que hablará de todo lo que "sea bueno" para España. Pero lo que verdaderamente une a ambos dirigentes políticos es su extraña alianza para resucitar el bipartidismo. PP y PSOE comparten el interés por recuperar sus respectivos espacios electorales que Podemos y Ciudadanos han erosionado a izquierda y derecha.
La crisis migratoria
La crisis migratoria es quizá la mejor prueba de como Sánchez y Casado se necesitan el uno al otro. Sus posiciones antagónicas, las acusaciones de racista u oportunista, de una parte y otra, les ayudan a movilizar a esa parte del electorado que les ha abandonado. Esta confluencia de intereses ha hecho que, por ejemplo, Casado no haya pedido una sola vez a Sánchez que convoque elecciones. Casado sabe que necesita tiempo, por un lado, para coser un partido roto por el proceso de sucesión de Rajoy y, por otro, para recuperar el bocado de Albert Rivera en las encuestas.
Es el mismo tiempo que necesita Sánchez para afianzar su posición frente a Podemos. La Moncloa ayuda, pero también genera problemas. La debilidad parlamentaria del PSOE, con tan solo 84 escaños, obliga a una maraña de concesiones a los partidos nacionalistas que complica la gobernabilidad. Apenas dos meses después de ganar la moción de censura, el balance legislativo de Sánchez es la aprobación de un Presupuesto heredado del PP que deploró en la oposición, una derrota sonada en el nuevo techo de gasto y algunas promesas todavía por materializarse como la de sacar a Franco del Valle de los Caídos.
Además de la huelga del taxi, que seguro estará en la agenda, Sánchez quiere ofrecer a Casado pactos de Estado sobre inmigración, Cataluña, violencia de género, Europa e infraestructuras. Son temas genéricos en los que pueden compartir algunos criterios, según fuentes de ambos partidos. Pero que serán difíciles de concretar cuando se baje a la letra pequeña. La confrontación en la polémica migratoria es probablemente el caso más claro.
Presos de ETA y Cataluña
Casado, que este miércoles se fotografió con varios inmigrantes en las zonas de Ceuta y Algeciras, ha querido también marcar su propio territorio. El presidente del PP ha dicho que propondrá a Sánchez un acuerdo para que "en las cuestiones importantes para España, los dos partidos importantes, que somos el PP y el PSOE, podamos hablar y tener posiciones comunes dentro de la responsabilidad".
Pero ha precisado que el PP no hará concesiones en asuntos como el de los presos de ETA o el desafío separatista en Cataluña. Casado ha dicho que pedirá al jefe del Ejecutivo que que "no haya ningún tipo de acercamiento de presos etarras ni terroristas a las cárceles del País Vasco". En la cuestión territorial, ha defendido "que no haya cesión ni chantaje por parte de los independentistas".
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