Cada vez más miembros del PSOE se miran y no se reconocen. Un monumental enfado atraviesa el partido por seguir dependiendo para continuar en el poder de Carles Puigdemont tras su último espectáculo en Barcelona. La segunda huida del expresidente catalán ha indignado a buena parte de los socialistas. Una de ellas, que tuvo altas responsabilidades en la ejecutiva, califica la subordinación al prófugo así: "Es indigno, patético y vergonzoso". Ni la presidencia de Salvador Illa calma los ánimos.
En verdad, parece lógico pensar que el Gobierno y la actual cúpula socialista mirarían para otro lado tras el número de Puigdemont. Ni un solo comentario duro hacia el expresidente catalán. La hemeroteca de relaciones del PSOE -y de todo el Ejecutivo- con Puigdemont lo explica todo. A saber: la visita de la vicepresidenta segunda, Yolanda Díaz, para verse con él en Bruselas; las negociaciones de Santos Cerdán, retratado bajo una enorme fotografía con las urnas triunfantes del 1-O de 2017; la firma del pacto de investidura con Jordi Turull, condenado e indultado por sedición, malversación y desobediencia, etc.
Si aquella foto del número tres socialista con el prófugo ya fue un "mal trago" para buena parte del PSOE, su actuación de esta semana quema en el partido. Además, cabe preguntarse si el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, se pronunciará al respecto en algún momento. O tocará esperar a que le aborde la prensa cuando tenga oprtunidad. Entre muchos socialistas se extiende la sensación de que la legislatura no puede seguir apoyándose en los siete votos de Puigdemont.
La imagen de España quedó tocada con su huida. Una vez más. Poco parece importar en Moncloa la credibilidad del país fuera de las fronteras toda vez que ya hasta el nombre del presidente del Gobierno y el de su mujer, Begoña Gómez, se escriben y se pronuncian en medios de todo el mundo por una investigación judicial. Pero el Ejecutivo sigue vendándose los ojos. La coyuntura para Ferraz, en efecto, no es buena.
Hay quien recomienda a Sánchez, dentro de su partido, más templanza; que se abstraiga de su situación personal y que marque una clara una línea que le separe a él y a su mujer del Gobierno. Además, entre algunos socialistas con raigambre, no se ve con buenos ojos la mimetización que el líder del PSOE está haciendo de unas siglas centenarias con las de su persona y de todo lo que a él le suceda, porque la imagen del partido es la que sufrirá cuando él no esté al mando. Y eso que la etapa posterior cada vez se ve más cerca.
Poco a poco se extiende el convencimiento de que esta legislatura será una auténtica tortura para el PSOE. No porque Puigdemont vaya a derribar a Pedro Sánchez con una moción de censura. Es más, la cúpula del partido piensa que no tiene sentido ese extremo antes de que la amnistía esté atada y bien atada. Pero sí porque Junts impedirá toda ley, todo proyecto. "Junts lo volará todo", explica una destacada socialista con cargo institucional. La llave del caos la tiene el expresidente catalán, como demostró en Barcelona.
Ante ese escenario, en el PSOE se empieza a vislumbrar la posibilidad real de que la salida de la legislatura del callejón sea una nueva convocatoria de elecciones. Moncloa, no obstante, confía en poder evitar la llamada las urnas. Sobre todo, si consigue sacar adelante los Presupuestos que Junts retrasó con un torpedo. El núcleo duro del presidente sabe que un adelanto electoral debe obedecer a un criterio de beneficio político. Y en estos momentos, con Sánchez acorralado, no es buena idea concurrir a unos comicios.
En cualquier caso, desde que estalló la crisis de Begoña Gómez, hay sectores del PSOE que están preocupados por la posibilidad de que el presidente cierre su etapa envuelto en esta maraña y arrastre a su familia, a la que ya ha utilizado políticamente, tras sus "muchas virtudes". Las fuentes consultadas comparten el diagnóstico: la presidencia de Sánchez ha sido positiva en numerosos aspectos. Por eso, no merece un final así (si es que este, en efecto, termina siendo su final).
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