Política

El leonesismo aviva el debate interno en el PSOE sobre su relación con los regionalismos

Crece el malestar entre los socialistas por la entrega a los partidos locales e independentistas. Algunos cargos piensan que son los que rentabilizan el voto de izquierdas

Pedro Sánchez, en una reunión de la ejecutiva del PSOE.
Pedro Sánchez, en una reunión de la ejecutiva del PSOE. PSOE / POOL

Una nueva marejada atraviesa el PSOE. El voto favorable de los socialistas leoneses, con el beneplácito de Ferraz, para que la diputación provincial inicie el trámite que segregue a León de Castilla con el fin de convertirse en una comunidad autónoma propia aviva el debate interno en el partido sobre su relación con los regionalismos, nacionalismos e independentismos.

Lo cierto es que el PSOE es consciente de que este cantonalismo irredento no va a frenarse por arte de magia. "El tema de León no va a parar. La situación de falta de afecto por la idea de la comunidad en León es total", explica a este diario una fuente de le ejecutiva socialista conocedora de la idiosincrasia castellana y su disputa con los leoneses.

Pese a que él mismo se ha posicionado siempre en contra de ese movimiento, este jueves dio alas al leonesismo, al que dice entender y respetar por su situación económica y social. Lo más irónico es que en el dibujo del mapa autonómico español, que tuvo a la UCD de Adolfo Suárez como gran cartógrafo, se impidió la creación de una comunidad leonesa para evitar que el Partido Comunista de España (PCE) tuviera poder territorial en una comarca de raigambre minera -junto a Asturias-. La España entre 1975 y 1982 fue un polvorín ideológico.

Fuentes oficiales del partido explican que la estrategia tras el sí a la segregación leonesa es dar un golpe al Ejecutivo de Alfonso Fernández Mañueco. "Es una llamada de atención a la Junta de Castilla y León. La que se ha ido de León es la Junta", aseguran en la planta noble de Ferraz. El rugido leonés suena con más fuerza que nunca desde que Anselmo Carretero -uno de los intelectuales socialistas de las nacionalidades españolas- ya teorizara esa división de leoneses y castellanos.

Ahora, cuatro décadas después, los leoneses se movilizan para segregarse como respuesta a la desertización económica y demográfica. Lugo, Orense, Asturias, León, Zamora, Palencia y Salamanca se han convertido en una especie de nuevo Sur: pobre, deprimido y, además, vacío. En algunas manifestaciones en León, epicentro de este irredentismo, se ha llegado a gritar que estas provincias son "la nueva Siberia”.

El problema para el PSOE es que este movimiento se mezcla con la identidad. Allí donde hay una identidad regional fuerte, la izquierda enfrenta un problema. Ferraz lleva tiempo haciendo ese análisis. El auge del BNG en Galicia, de Bildu en el País Vasco, de Compromís en la Comunidad Valenciana o de Más Madrid en la Comunidad de Madrid revienta a los socialistas, porque se ven incapaces de frenar la ola identitaria que atraviesa España.

Este contexto está generando malestar entre algunos altos cargos socialistas por la entrega de Ferraz a los partidos locales e independentistas. Algunos de ellos, en conversación con este diario, piensan que son los que rentabilizan el voto de izquierdas. El propio presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, pidió a los suyos aupar liderazgos autonómicos que incluso trasciendan las siglas socialistas.

Toda una muestra de la importancia que da la actual dirección socialista a tener un discurso nacional en los territorios. Precisamente ese es el gran lamento de la vieja guardia socialista, capitaneada por el expresidente Felipe González. Estos socialistas lamentan ver cómo su partido ha dejado de aspirar a gobernar aglutinando mayorías para para contentarse con formar sopas de siglas en los consejos de gobierno autonómicos, especialmente lo de la España perifiérica.

El problema es que es una línea difícil, porque fuentes del oficialismo socialista apuntan que España tiene una realidad plurinacional que hay que atender y que eso implica tener un discurso regionalista, pegado al territorio. De manera que, arguyen, eso implica abrir huecos por el que se pueden colar los mensajes de los partidos regionalistas e independentistas.

Estas fuentes, de hecho, ven las voces críticas del PSOE como un ejemplo más de posturas propias que obedecen a los intereses de sus territorios, donde también opera otro nacionalismo: el español. Un claro dardo a los dos dirigentes socialistas más contestatarios, Emiliano García Page, Javier Lambán e incluso Juan Lobato.

El PSOE sigue en su laberinto territorial. El juego identitario solo le sale bien en Cataluña, donde por oposición al independentismo, es capaz de aglutinar el catalanismo centrado. Pero ahora los socialistas también abren entrada en León a las disputas institucionales. Fuentes de la dirección explican que Sánchez acepta el criterio particular de sus federaciones, pero siempre dentro de los límites de la lealtad que le deben: "Hay que compatibilizar la voz propia con estar dentro del PSOE".

"Si este partido abre el debate territorial se desangra", dijo una vez a este redactor un socialista con décadas de solera en la maquinaria parlamentaria del Congreso. León es la prueba. Y es que los socialistas salmantinos huyen de la segregación: "No entiendo por qué piden algo en nuestro nombre", espetó el secretario general de esa provincia, David Serrada.

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