El Partido Socialista de Navarra (PSN) vive la historia de una contradicción. O de varias, porque hay para elegir. En los últimos días María Chivite y sus compañeros del PSOE navarro han vuelto a vivir momentos convulsos, al acabar enrolados en un pacto con Geroa Bai y Bildu en el Parlamento que es, simplemente, el paso previo a conseguir el gobierno autonómico. ¿Por qué dan estos pasos también contradictorios? Ellos se justifican diciendo que buscan superar lo que consideran errores del pasado mediante "la centralidad" entre la derecha y el nacionalismo.
El PSOE navarro parece llevar la contradicción en sus genes. Para empezar, se creó en los 80 como una escisión del Partido Socialista de Euskadi: cuando estaban juntos, los socialistas vascos y navarros defendían una autonomía con ambas comunidades, pero después el discurso político del PSN ha estado centrado en defender la autonomía Navarra frente a las ansias anexionistas del nacionalismo.
La corrupción y Ferraz hunden al PSN
Además, los dos presidentes autonómicos del PSOE en Navarra, Gabriel Urralburu y Javier Otano, se vieron obligados a abandonar la política por sendos casos de corrupción. Cobro de comisiones y cuentas en Suiza. Casos que provocaron la larga travesía por el desierto de la oposición que ya dura casi 25 años y que puede acabar en las próximas semanas.
El PSN tuvo opciones de gobernar antes, pero llegaron las contradicciones entre los líderes autonómicos y Ferraz. Ahí se enmarca el famoso 'agostazo' de 2007, cuando el PSOE de José Luis Rodríguez Zapatero impidió a Fernando Puras, líder del PSN, formar un gobierno junto a Nafarroa Bai (antecedente de Geroa Bai) e IU. Siete años después, en 2014, el PSN amagó con presentar una moción de censura contra Yolanda Barcina (UPN), pero nuevamente Ferraz, esta vez con Alfredo Pérez Rubalcaba al frente, frenó esas pretensiones.
De quinta a segunda fuerza
Esas dos tentativas fracasadas de pactar con el nacionalismo para gobernar desdibujaron a los socialistas navarros. Y sus votantes se lo hicieron pagar. Con creces. En las autonómicas de 2015, el PSN, hegemónico en los 80, bajó hasta el quinto puesto, por detrás de UPN, Geroa Bai, Bildu y Podemos. Un desastre antológico. Tras tantas calamidades, Chivite y compañía recompusieron el partido, con una posición política muy crítica hacia el cuatripartito ahora saliente (Geroa Bai, Bildu, Podemos e IU) pero también con discrepancias hacia UPN.
Ya en campaña, como entonces contó Vozpópuli, el PSN remarcó que no pactaría con la derecha ni con Bildu. El plan era (y es) aprovechar la aritmética para gobernar, situándose en "la centralidad". El 26-M, el PSN pasó a ser segunda fuerza, solo por detrás de Navarra Suma (UPN, PP y Cs). Ahí, llegados a ese punto, Chivite y los suyos entendieron que era su momento propicio para recuperar el poder en Navarra 25 años después.
La prolongada y tortuosa estancia en la oposición del PSN explica su actual viaje a "la centralidad". Con su estrategia, plagada una vez más de contradicciones, los socialistas pretenden aprovechar la "oportunidad histórica" que tienen de conseguir el poder. No quieren dejar pasar esta oportunidad. Y, pese a posibles vetos de Ferraz, lo tienen claro.
Los números y las contradicciones
Así lo define un ex alto cargo socialista: "Nosotros tenemos que buscar la centralidad política, que no es el centro político, sino la capacidad de encontrar un lugar propio entre la derecha foralista y el nacionalismo vasco, para gobernar mediante un gobierno progresista pero desde esa centralidad; no vamos a negociar nada con UPN -Navarra Suma- ni con Bildu, como María Chivite se cansó de repetir en la campaña electoral". "Vamos a sumar 23 escaños (11 suyos, 9 de Geroa Bai, 2 de Podemos y uno de IU), que no son la mayoría absoluta -26-, pero sí son más de los que tiene Navarra Suma (20) y más de los que han conseguido quienes gobernaron la legislatura pasada (19)".
A quienes controlan el PSOE navarro no les importa la contradicción que supone gobernar apoyados en votos de los nacionalistas tras cuatro años atacando a esos partidos (sobre todo a Geroa Bai, que ahora es su socio preferente). Tampoco les importa montar otro cuatripartito después de arremeter a diario contra el saliente. Tampoco la evidencia de que necesitan la abstención de Bildu aunque demonizan a los abertzales. Y tampoco lo difícil que será gobernar en esas condiciones.
Chivite irá a la investidura. Y, sea con los apoyos que sea, tiene muchas papeletas de convertirse en la tercera presidenta de Navarra del PSOE. Su plan es "la centralidad".
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