Pedro Sánchez encara su particular otoño del patriarca. Como en la novela de García Márquez, los socialistas se disponen a elegir secretario general en el Congreso Federal. Y ningún militante votará. No porque con ello quieran demostrar hastío, sino porque no habrá urnas. No ha habido primarias al no haber otros contendientes. Todo será hará por lectura única. En este tiempo no ha surgido un liderazgo alternativo que intente competir con el presidente del Gobierno.
Ni si quiera se ha obrado la farsa de aupar un candidato de apariencias. Y todo esto tiene a buena parte del PSOE sumido en la resignación. "El partido está controlado por los contratados", explica un líder territorial a este diario. Las antenas socialistas emiten en más bandas que la oficial. Cada vez hay más indignación en las federaciones y en las casas del pueblo con el liderazgo de Pedro Sánchez, porque más allá de las prebendas al independentismo -cupo catalán incluido-, creen que está fusionándose con un partido que tiene más de 140 años de historia.
Quizá, como comentan las fuentes consultadas, aún no hay una némesis que contrarreste el hiperliderazgo del 'gran jefe', porque hace mucho frío fuera del Gobierno central. El Ejecutivo se ha convertido en un refugio para multitud de cuadros socialistas. Y eso es, precisamente, a lo que se agarran. "Nadie muerde la mano que da de comer", sintetiza un socialista con dos décadas de cargos dentro del partido.
El PSOE se prepara ya para reunir en Sevilla al máximo órgano de dirección: el Congreso Federal, que se celebrará los días 29 y 30 de noviembre y 1 de diciembre, y que es el foro encargado de marcar la línea política de la organización para los próximos años. El runrún de cambios ya atraviesa al partido. Sánchez guarda en secreto los retoques que hará, pero se dan casi por descontados.
Por el momento, todo son meras especulaciones. Se comenta que puede afectar a los rostros de la comunicación del PSOE, como la portavoz de la ejecutiva, Esther Peña, quien no habría terminado de cuajar como esperaba el presidente. O a su colega en el Congreso de los Diputados, Patxi López. También se apuesta la entrada en la ejecutiva del partido del adjunto al jefe de gabinete de Presidencia, Antonio Hernando. También ha subido muchos enteros el secretario de organización, Santos Cerdán. Pero solo el presidente sabe qué piezas moverá.
En cualquier caso, en el PSOE esperan que Sánchez acompase los cambios en el organigrama socialista con el (o los) retoque(s) en Moncloa que se producirán con la salida de la vicepresidenta tercera, Teresa Ribera, rumbo a Bruselas, donde se incorporará en el gabinete comunitario de la conservadora alemana Ursula von der Leyen.
En verdad, Moncloa también se prepara para algunos cambios de calado. El nombramiento del académico cacereño de 38 años Diego Rubio como jefe de gabinete de Presidencia promete ser un catalizador de cambios en busca de perfiles más jóvenes y de talento fuera de las murallas de Ferraz. Sánchez ha decidido volver al esquema de separación de influencias. Las cosas de Moncloa por un lado y las del PSOE, por otro.
Rubio carece de raigambre socialista. No conoce el partido. Ni sus resortes de poder interno. Se limita a pedir datos y datos casi federación a federación, llegando a provocar cierto hastío. Pero no se ha curtido en los vericuetos de una organización tan compleja como vetusta. Es un desconocido para casi todos en el PSOE e, incluso, en el Gobierno.
Es más, algunos ministros, en conversación con este diario, aseguran conocerle solo de oidas. Y eso es lo que les atormenta; también en el PSOE: no entender el alma del principal consejero del líder. Todos conocen a Santos Cerdán, a María Jesús Montero, Félix Bolaños o al propio José Luis Rodríguez Zapatero. Pero Rubio es un alien. Algunas fuentes en el Gobierno bromean con que el presidente se ha convertido en su propio jefe de prensa; que vuela solo. García Márquez escribió: "La primera vez que lo encontraron, en el principio de su otoño, la nación estaba todavía bastante viva como para que él se sintiera amenazado de muerte hasta en la soledad de su dormitorio, y sin embargo gobernaba como si se supiera predestinado a no morirse jamás". Él mismo dice que hay gobierno para rato.
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