La carta que Carles Puigdemont envió a Roger Torrent, en la víspera de la 'histórica' jornada, sentó como una patada en el estómago. "Le solicito amparo para que tome las medidas necesarias para que salvaguarde los derechos y prerrogativas del Parlament y de sus miembros". Una presión sin avisar. Una orden sin vaselina. Fue la primera puñalada. El titular de la Cámara recibió la carta como una advertencia extemporánea. "No hace falta que me recuerden mis responsabilidades", comentó en su entorno. Nubes negras se cernían sobre el Palacio de la Ciudadela.
En la noche de la víspera, mientras diputados de JxCat y ERC se afanaban en diseñar los detalles de la sesión, el gabinete de Torrent solicitó al 'sanedrín de Bruselas' una copia del que sería el mensaje del aspirante a presidente de la Generalitat. No recibían respuesta. Se volvió a demandar y como todo documento, se les remitió una par de folios con notas inconexas, una especie de borrador somero de lo que habría de ser el discurso oficial. Otro desaire, otro desprecio.
A las 12.30 de la noche concluyó el encuentro de los parlamentarios secesionistas, convencidos de que, doce horas después, todo estaría encarrilado. "Al TC, que le vayan dando, y a Soraya, ni caso", comentó uno de ellos en su entorno. Todo estaba en orden. Tres exconsejeros fugados habían renunciado a su escaño, la mayoría absoluta estaba asegurada. Investido en la primera ronda, con autoridad, sin dudas. Puigdemont había colgado en Twitter una fotografía de las proximidades del Parlament. Una más de bromitas absurdas de adolescente.
En ERC conocieron una noticia difundida por TV3, la televisión pública al servicio del expresidente, en la que se afirmaba que las tres formaciones secesionistas habían llegado a un acuerdo para respaldar la candidatura en ausencia del aspirante. No había tal acuerdo. Sólo fueron conversaciones y basta. Otra puñalada. La actitud displicente de JxCat crecía. El momento más ríspido, días atrás, se vivió cuando Puigdemont declaró en una entrevista que "se puede gobernar desde el exilio, pero no desde la cárcel". Junqueras, casi olvidado en su celda, leyó estas palabras como una afrenta.
El enconamiento subía de tono. El diputado republicano Joan Tardá, devolvió el golpe: "Habrá que pensar en sacrificar a Puigdemont", dijo. Desde la cúpula de su formación le enmendaron la amenaza y se pusieron a los pies del expresidente, único candidato posible. Con la boca pequeña. La venganza esta en marcha y no había que dar pistas.
"No sabíamos nada"
"Estupefactos se quedaron los diputados de JxCat, la lista de Puigdemont, al enterarse de que el pleno quedaba 'aplazado'. No tenían noticia, conocieron la novedad por la tele o por los periodistas. Roger Torrent había anunciado una comparecencia a las diez de la mañana, media hora antes de que se celebrara la reunión de la Mesa para estudiar el desarrollo de la jornada. Se dijo luego que había intentado contactar con el prófugo, que le llamó cinco veces, sin obtener respuesta. "Salía un número oculto" apuntaban desde Bruselas. "No son capaces de hablar entre ellos, el número uno y el número dos, y pretende gobernar Cataluña desde mil kilómetros", señalaba una fuente del soberanismo.
Todo estaba listo para el gran día. El expresidente no se había movido de su refugio belga. Ni amago de aparecer por el Palacio legislativo. Uno de sus diputados, Eusebi Campdepadrós, sería el encargado de dar lectura a su discurso. Nada de Skype ni plasma. La vía telemática quedaba aparcada. Se procedería luego a la votación y a la proclamación del vencedor.
Arrollan a los mossos
Hasta que Roger Torrent anunció el 'bombazo'. El pleno se suspendía. "Aplazado, no desconvocado", señalaban. Al estilo de "mezclado, no agitado", de James Bond. No se suspendía la candidatura del líder prófugo pero se acataba la advertencia del TC, que impide la investidura de un aspirante ausente y con asuntos judiciales pendientes. Los miembros de la 'lista del president' reaccionaron con bronca. También los de la CUP, enfurecidos hasta la ira.
Tanto, que se presentaron en el Hemiciclo, a las tres de la tarde, hora del comienzo del debate, como si tal cosa. Fuera, unos cientos de militantes de la ANC hacían los propio: "Puigdemont president", clamaban al aire. La protesta fue en aumento. Los activistas acogotaron a los mossos, que se dejaban arrollar. Saltaron la verja de protección y hasta amagaron con entrar en el edificio del Parlament. Se escucharon gritos contra ERC.
El bloque de la DUI amenaza cisma. Ya no se ocultan los agravios ni se disimula el rencor. Difícil será lograr un nuevo acuerdo. "Cualquier cosa harán menos perder el poder", señalan las mencionadas fuentes. Puigdemont quiere elecciones. De momento, va por buen camino. Aunque quizás resulte amortizado en el empeño.
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