Mariano Rajoy desarrolla su cotidiana monotonía en el despacho de Santa Pola. Ha adelgazado, está más joven, tiene mejor aspecto. Mantiene su afición por las caminatas matutinas y ya no tiene el tedioso compromiso de las comidas oficiales. Vive desde una relativa distancia los avatares de su formación.
Este jueves no acudirá a votar en la primera gran criba de la precampaña, comentan en su entorno. Con prudencia. Se comprometió a no interferir y está cumpliendo. No está aislado del mundo. Este miércoles fue consultado por Rafael Hernando, el portavoz parlamentario del PP, sobre el decretazo socialista depara renovar la cúpula de RTVE. Rajoy se negó a sumarse a acuerdo alguno que no implicara un reparto equitativo de las mesas del Consejo. Sánchez no lo admitió y no hubo acuerdo. Hernando informó luego a Sáenz de Santamaría y a Cospedal. Rajoy, al cabo, sigue siendo el presidente de la formación.
Se mantiene informado asimismo por varios de sus leales. Fernando Maíllo, el coordinador general, es uno de ellos. Carmen Martínez Castro, quien dirigió su comunicación, también. Nadie comenta nada. "Si votara, lo haría por Soraya", dicen algunos de los que le conocen. A saber. El enigma gallego es infranqueable.
"Cumpliré mi mandato hasta el día que elijáis a la persona que me va a suceder", aseguró Rajoy, entre lágrimas, al despedirse de su Comité Nacional. "Elijáis", sentenció. Nada de "elijamos". Se queda fuera del cuerpo electoral en este delicado y fundamental trance. Y dijo más: "Desde el primer momento estaré a las órdenes de quien elijáis. Y a la orden es a la orden". Todos pensaron en ese directo mensaje a José María Aznar, quien sigue reapareciendo de vez en cuando para reivindicar su pasado y dirigir el presente.
Rajoy acudirá el día 21 a la segunda jornada del Congreso extraordinario del PP. El pulso de la sucesión ya estará solventado. Entregará el testigo al nuevo presidente, pronunciará unas palabras, según manda la tradición, y volverá a su monotonía de registrador, junto al mar.
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