El presidente del Gobierno se ha puesto al frente de los dos flancos negociadores más urgentes que tiene ante sí el Ejecutivo. De un lado, amarrar los presupuestos y, de otro, frenar el desafío separatista. El primer asunto necesita de la anuncia de los nacionalistas vascos. El segundo es más sofisticado y pasa por cerrarle el paso a los preparativos para el referéndum secesionista que impulsa la Generalitat.
Para cerrar las cuentas públicas, Mariano Rajoy desarrolla estos días una serie de contactos con el lehendakari Íñigo Urkullu, con quien mantiene una 'línea caliente' sobre la que apenas se tiene conocimiento. Con los vascos se habla en privado. La semana pasada recibió en la Moncloa a Urkullu, de lo que se tuvo noticia merced a una filtración periodística. Hay conversaciones telefónicas entre ambos dirigentes y encuentros del propio Rajoy con gente del PNV. 'Las cosas marchan bien', señaló una fuente de Moncloa.
Respuesta a la gallega
El anuncio de la banda terrorista ETA sobre su futuro desarme ha irrumpido en esta vía negociadora. El PNV, que ha apoyado al Gobierno en cuestiones tan clave como el decreto de la estiba y hasta ha echado un capote en la Ley de Seguridad Ciudadana, reclama un papel mediador con los etarras y ha hecho saber a su interlocutores de Madrid la necesidad de 'gestos' sobre los presos. Asunto tabú, hasta ahora, para el Gobierno. Urkullu pide que no haya terrorista alguno encarcelado a más de 250 kilómetros de su comunidad. El Ejecutivo se niega, o al menos eso es lo que anuncian sus portavoces. Alfonso Alonso, el hombre del PP en el País Vasco, lo repite con frecuencia.
En círculos del Gobierno se sugería este martes la posibilidad de un nuevo encuentro entre Rajoy y el lehendakari. Quizás la semana próxima. "No hay nada de eso en la agenda pública", declaró el presidente este martes en el Senado. "Entonces ¿será un encuentro discreto?", le preguntaron. "O no", respondió a la gallega. Con la sombra del terrorismo de ETA como telón de fondo, los pasos que dará el Ejecutivo se adivinan prudentes y alejados de luz y taquígrafos.
Lo contrario sucede con el desafío secesionista catalán. Rajoy se ha sumado al esfuerzo negociador que desarrolla Soraya Sáenz de Santamaría. Tiene el presidente anunciados dos viajes a Barcelona en un espacio de 48 horas. El domingo, cierre del congreso del Partido Popular de Cataluña, donde Xavier García Albiol quedará confirmado como nuevo dirigente de la formación. Rajoy ya ha asistido a los congreso de Madrid, País Vasco y Andalucía.
Iniciativa a dos bandas
El martes acudirá a un encuentro con empresarios, donde anunciará la aprobación de importantes iniciativas en el terreno de las infraestructuras. En especial, el corredor del Mediterráneo, que los nacionalistas catalanes reivindican desde hace años. Dos actos públicos, abiertos, en auditorios que se prevén masivos y con transmisión en directo por parte de los medios. No está prevista aún la fecha para un encuentro con el presidente de la Generalitat, quien el pasado lunes firmaba un artículo en 'El País', a alimón con su vicepresidente, Oriol Junqueras, en e que demandaba distensión y diálogo.
Una agenda con dos caras. La hermética y opaca, para el País Vasco, con el sensible asunto del terrorismo en el meollo de la negociación. Y transparente y hasta festiva en Cataluña. El presidente ha tomado las riendas en ambas cuestiones. "Vivimos tiempos de hacer amigos", señaló en el hemiciclo del Senado en respuesta a una intervención del representante del PNV.
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