Le reprochaban a Pablo Casado el haber puesto toda la carne en el asador en una cita tan arriesgada como las elecciones andaluzas. "Nada que ganar, mucho que perder", se le decía. "Mira a Sánchez, sólo ha estado un par de veces". Casado se la ha jugado a fondo. Ha pasado allí once días de los quince de la campaña. Ha protagonizado una media de cinco actos por jornada y ha eclipsado a su propio candidato, Juan Manuel Moreno, un aspirante sin demasiado 'tirón', según la propio dirección nacional.
"Saldrá vivo del empeño", comentan ahora en el equipo más próximo al presidente del PP. Han cambiado muchas cosas en estas semanas. La principal: que lo que está en juego ya no es el futuro de Casado. Estas son las razones.
- No habrá 'sorpasso'. Ciudadanos no cumplirá sus expectativas iniciales de superar al PP y convertirse en la segunda fuerza andaluza. Todos los sondeos coinciden en que el partido de Rivera ha perdido fuelle en los últimos días de campaña. Suele ocurrirles. Si hubiera superado al PP, Casado se enfrentaría a una situación endiablada. El partido naranja se convertiría en el referente del centro derecha no solo en Andalucía, sino con proyección a nivel nacional. Con 'sorpasso', Casado afrontaría la cita electoral de mayo en unas condiciones adveras. Si el PP nada pinta en Cataluña y ahora tampoco en Andalucía, el líder de cuanto se mueve a la derecha del PSOE sería Rivera. Sin 'sorpasso', Casado aguanta y respira.
- El candidato es Moreno. Lo ha dicho el propio aludido: Casado no sería responsable de un mal resultado. No hubo tiempo para recambios. El nuevo líder del PP tuvo que asumir la candidatura de Juan Manuel Moreno, quien ya había sido derrotado por Susana Díaz en 2015. La dirección regional era mayoritariamente de Soraya Sánez de Santamaría. Con esos bueyes ha tenido que arar Casado, aunque nadie duda de que, con otro candidato (Fátima Báñez, Esperanza Oña) habría quizás conseguido mejores resultados. Puestos a echar culpas, todo el mundo tiene claro que Moreno Bonilla es el principal protagonista esta aventura.
- Vox juega a favor. La irrupción de Vox en el sprint final de la contienda ha arrebatado masa electoral al PP. De eso no hay duda. Lo señalan todas las encuestas. Algunos dirigentes populares se ha puesto nerviosos ante este incidencia. Casado ha mantenido la calma. "No vamos a arremeter contra nuestros exvotantes", señaló en esRadio. El empuje de Abascal, pendiente de lo que sentencien las urnas, favorece en forma indirecta al PP. Mucha papeleta desencantada ya no busca a Ciudadanos, sino que se está yendo a Abascal. De ahí el frenazo que se observa en las expectativas de Rivera. Y la continuidad del PP como segundo en el ránking parlamentario andaluz. "No hay mal...".
- Una tradición sin excepciones. La tradición juega a su favor. En Andalucía nunca ha gobernado el PP. Javier Arenas logró derrotar a Griñán en 2012. Le sacó tres escaños. Un pacto con IU mantuvo a los socialistas en la Junta. Fue un fogonazo excepcional, sin precendentes ni réplicas. En las elecciones generales, sin embargo, el PP se impuso en 2016 con más de cien mil votos y también tres escaños. Las autonómicas son otro cantar. Se da por hecho que el PP no tiene nada que hacer. Que resulta casi imposible echar al PSOE. Tan sólo un acuerdo del centroderecha podría lograrlo. Se antoja muy difícil que PP, Cs y Vox logren ahora sumar. Como la victoria es misión imposible, si no se alcanza, no hay drama. "Lo sorprendente sería lo contrario", dicen en la dirección nacional.
- Indiscutible liderazgo. El PP salió fracturado de las primarias. Un procedimiento inédito que rasgó los tejidos internos de la formación. Sáenz de Santamaría dejó la política activa. Pero muchos de sus fieles sigue en en la formación. Casado los ha intentado integrar. Con distinto éxito. Nadie duda de que el liderazgo del actual presidente es indiscutible. Y que no hay herederos a las puertas. Núñez Feijóo se hundió al no dar el paso para competir en las elecciones internas. Tiene muy difícil su retorno. Santamaría está en otra, quizás a la espera de un despacho empresarial. Y no hay más. "Tenemos Casado para rato", reconocen incluso en el sector crítico.
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