Política

Rectora de la UGR: "El máster es necesario, pero hay que hacer autocrítica"

La catedrática Pilar Aranda es una de las siete rectoras que existen en la universidad pública española. En su caso, dirige la de Granada, una institución con cinco siglos de historia que continúa escalando en el ránking de Shangai gracias a la excelencia de sus investigaciones

Pilar Aranda (Zaragoza, 1958) se convirtió en la primera mujer rectora de la Universidad de Granada (UGR) en el verano de 2015 después de una vida ligada a la institución. Allí se había licenciado en Farmacia y en Ciencias Biológicas y había defendido su tesis doctoral.

Más tarde ejerció como docente y desarrolló una vasta labor investigadora en Fisiología Digestiva y Nutrición, por lo que asumió como un desafío personal e institucional la tarea de contagiar el orgullo y la pasión universitarios "hasta el último y más desapegado miembro de la comunidad universitaria".

Tres años después, aunque reconoce honestamente que existen problemas estructurales y coyunturales, puede defender que el centro que gestiona "funciona bastante bien". Fundada en 1531, la UGR continúa escalando posiciones en algunos de los ránkings más prestigiosos a nivel internacional, como el de Shangai.

Este año ascendió al segundo puesto en cuanto a las universidades españolas con un total de hasta 34 especialidades destacadas, solo por detrás de la Barcelona, lo que también significa que se mantuvo como la institución andaluza más valorada en la lista que anualmente elabora Universidad Jiao Tong.

Además, las áreas de Documentación, Ciencia y Tecnología de los Alimentos, Ciencias de la Computación, Matématicas y Oceanografía se sitúan en el top 100 de la clasificación y, por ende, en la élite científica mundial. "Hay un sentimiento generalizado de orgullo en las personas que estamos coordinando el trabajo en la Universidad de Granada, de pertenencia a la institución...", explica Aranda.

¿La fórmula? Para la catedrática, la clave está en detectar los defectos y dar voz a todo el mundo. "Somos autocríticos, conocemos nuestros errores y los tratamos de analizar. Esto hace que todo el mundo sienta que forma parte de la estructura universitaria, se tiene bastante en cuenta el sentir de cada uno", considera

¿Cómo se gestiona una universidad con cinco siglos de historia?

Tratamos de aunar tradición y futuro, aunque a veces hay inercias que cuesta romper. En general, la comunidad universitaria es conservadora en cuanto a sus modos y maneras, pero poco a poco va asumiendo que los procesos de innovación deben ocupar todos los planos de nuestra vida.

La UGR es una universidad fácil de gestionar porque, entre otras cosas, desde las primeras elecciones a un rectorado se cerraron filas con la persona que ganó y se elaboró un Estatuto que ha permitido un desarrollo progresivo de la universidad siempre in crescendo. Aunque tengamos problemas estructurales y otros coyunturales, en general, la Universidad de Granada va bastante bien.

¿Qué desventajas puede tener con respecto a las instituciones nuevas?

Cuando se tienen muchos años de historia hay una serie de políticas y de ideas asentadas, pero también tienes unas inercias que hay que romper. Metodológicamente son más difíciles de asumir algunos nuevos retos o cambiar algunas estructuras porque cuesta más trabajo... ¡Pero hay que ir adaptándose!

¿Están las plantillas universitarias envejecidas?

Desde los recortes presupuestarios de 2012, la universidad española en general, y la de Granada en particular, aún está en valores negativos respecto a donde estaba y la edad media de los docentes es de 56 años. Pero en los últimos años, ya estamos creando empleo y nos hemos puesto cerca de 400 profesores nuevos, además de promocionar a los que teníamos.

Por otra parte, estamos inmersos en una política de captación de investigadores, tanto los que se han formado en la universidad y ahora están fuera como los investigadores de otras universidades que quieren venir a Granada para formar parte de grupos de investigación potentes o de otros nuevos que se están creando.

Cuando se tienen muchos años de historia hay una serie de políticas y de ideas asentadas, pero también tienes unas inercias que hay que romper

¿Han dejado de ser las universidades la cuna del conocimiento? Con la transformación digital se puede acceder a este incluso a través de las redes sociales...

Ese es el gran reto de la universidad española. El conocimiento está ya democratizado y socializado, al alcance de todo el mundo, está en las redes, pero hay que enseñar a discernir el verdadero. Hay que formar un espíritu crítico para que cuando se tenga acceso a ese conocimiento se sepa discrepar o reconocer lo que metodológicamente está bien construido.

La universidad debe de ser investigadora, si no, no es universidad. Debe de generar conocimiento y transmitirlo y, en esa transmisión, tiene que dar valores metodológicos, no todo vale.

¿Valen los másteres? ¿Qué opina sobre la crisis en torno a los títulos de másteres?

Tenemos que hacer una labor pedagógica, hay que hacer autocrítica viendo el valor de nuestras comisiones de control externas e internas y si hay que abordar una modificación, se aborda. Tenemos agencias que los evalúan, acreditan y hacen seguimiento.

Hay que fortalecer las propias estructuras de la universidad a través de la Inspección de Servicios porque muchas veces pueden estar desbordadas. Pero quiero dar siempre un mensaje optimista: la universidad española es buena, ahí están las cifras. Estamos en el mejor momento universitario, por tanto el máster es necesario, aunque haya que corregir y enmendar algunos temas. El máster tiene unos mecanismos de autoevaluación que deben funcionar y actualmente hay rigor que en la inmensa mayoría.

El conocimiento está ya democratizado y socializado, al alcance de todo el mundo, está en las redes, pero hay que enseñar a discernir el verdadero"

A raíz del Máster de género que propició la dimisión de la ministra Carmen Montón se pusieron en entredicho este tipo de estudios. ¿Cree que las cuestiones de género deben abordarse mediante másteres o con un grado? 

Yo un grado no lo defiendo. La UGR celebró el primer seminario de estudio de la mujer, tiene un instituto de investigación de género, tenemos un máster y creo que sí es bueno, pero un grado no. Insisto en que los másteres tienen sus mecanismos de control y las comisiones académicas y de garantía de la calidad velan por su calidad para corregir los errores que se pueden cometer.

Sí defiendo totalmente la necesidad de una especialización en temas de género y de la información de todo lo que tenga relación con la violencia de género. Además, creo que deberíamos hacer más en las facultades de Educación porque estamos formando a los formadores del futuro. Los educadores tienen que tener claro el concepto de igualdad y los valores de la ciudadanía.

Defiendo la necesidad de una especialización en temas de género y de la información de todo lo que tenga relación con la violencia de género

¿Usted ha vivido la desigualdad en su trayectoria hasta convertirse en rectora? Es una de las únicas siete que hoy dirigen alguna universidad pública... 

¡Y estuve un año y medio como rectora única en la universidad publica! Hay que dar el paso de presentarse y romper ese techo, eso sí que es un techo, cuesta trabajo. Se necesitan grupos de apoyo porque nuestras elecciones son de sufragio universal y hay que tener personas que te animen.

Primero hay que hacerse visible durante un tiempo para que conozcan tu trabajo y demostrar tu mayor o menor capacidad para ocupar el cargo y luego, hay que perder el miedo. Desde el momento que alguien dice que se va a presentar a rector o rectora se empiezan a generar determinados aspectos que no siempre son agradables porque, al final, reproducimos la vida pública. Somos una comunidad universitaria, pero no hay que olvidar que estamos dentro de una sociedad. Estoy contenta de que ahora estemos siete.

Desde que alguien dice que se va a presentar a rector o rectora se empiezan a generar aspectos que no siempre son agradables. Al final, reproducimos la vida pública...

Parece que a usted se le está dando bien. Este año, el ránking de Shangai vuelve a reconocer el trabajo de la Universidad de Granada... ¿Cuáles son sus fortalezas?

Somos muy potentes en Documentación, en Geografía e Historia, en Tecnología de Alimentos, en Ingenierías, en Química, Geológicas y Oceanografía. También destacamos en TICs, inteligencia artificial, Sanidad... Pero no perdemos el foco en el ámbito humanístico y social, por ejemplo, en Educación estamos bastante bien.

¿Hay que cree en los ránkings?

Yo creo que los ránkings hay que analizarlos. No nos gustan... ¡Hasta que nos van bien! Nos pasa a todos los rectores y rectoras. Hay que tener en consideración qué mide cada clasificación, si está más volcada hacia el ámbito de la investigación o hacia la transferencia; si mide la calidad  de la docencia o si se trata de examinar los modelos de gestión. Las universidades somos muy distintas, somos muy heterogéneas.

En la de Granada, más de un 50% de los alumnos son de fuera de la provincia, por lo que esa internacionalización es una de nuestras fortalezas. 

El más contrastado es el ránking de Shangai, pero hay otros que también están muy bien y que nos van midiendo diferencias. Yo creo que, sin obsesionarnos, sí que tenemos que ver qué indicadores están midiendo porque estos nos hablan de la calidad respecto a lo que socialmente se piensa que debe ser una universidad.

¿Qué hay detrás de la internacionalización, además de ser un imán para Erasmus?

Aunque somos la primera universidad europea en recibir y enviar estudiantes Erasmus, la internacionalización de una universidad no solo es movilidad de este programa. Se trata también de la formación en idiomas, de la investigación que se genera, de las relaciones de grupos de investigación, de la participación en redes de universidades...

Además, la movilidad no solo atañe a los estudiantes, sino también al personal docente investigador y al de administración y servicios. Es importante ver distintos modelos de gestión en otros centros. En Granada, se viene trabajando la internacionalización desde hace muchos años, todo esto no llega de repente. Ha habido que tomar decisiones difíciles en cuanto a la selección de profesorado porque, al final, lo más importante que hace una universidad es la selección de personal y, a partir de ahí, todos a trabajar en un mismo sentido.

¿Es Pedro Duque un buen fichaje en ese sentido? ¿Qué valoración hace de sus primeros más de 100 días como ministro?

Desde la CRUE hemos saludado con alegría la creación del Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades porque era algo que reclamábamos desde hacía tiempo. Se van a crear tres grupos de trabajo: el Estatuto del Personal Docente e Investigador (PDI), la ordenación de las enseñanzas universitarias oficiales, y, por último, la potenciación de la internacionalización de las universidades españolas. Por otra parte, en Ciencia estamos muy necesitados, la inversión en I+D ha caído bastante y creemos que es necesaria esa coordinación de política científica.

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