"Es nuestra responsabilidad que la España del 15-M gane a la vieja España de las guerras de banderas". Así planteaba este sábado el secretario general de Podemos, Pablo Iglesias, el cambio de rumbo que pretende infundir en sus filas para intentar sacar al partido de la crisis en la que se encuentra sumido desde la asamblea de Vistalegre II (febrero de 2017) y que se ha visto definitivamente agravada por la crisis catalana.
Su posición ante el reto independentista no ha cumplido sus expectativas. El líder del partido lo reconoció ante el Consejo Ciudadano Estatal -el máximo órgano de dirección del partido entre asambleas-. Allí, planteó recuperar el discurso de la calle y liderar la oposición al Gobierno de Mariano Rajoy, fijándose como objetivo revalidar las plazas locales en las próximas elecciones municipales y autonómicas de 2019; la antesala de las generales de 2020.
Para ello, Iglesias ha optado por delegar de forma definitiva en su formación 'hermana', Catalunya En Comú -el partido de Ada Colau-, la capacidad de fijar el discurso en materia territorial. Podem, su marca catalana, se encuentra con respiración asistida tras la dimisión forzada del anterior secretario general, Albano Dante Fachin, por su acercamiento a los independentistas.
Aunque mantienen que el referéndum pactado y con garantías es la única solución viable al conflicto, la nueva hoja de ruta de Iglesias pasa por relegar a un segundo plano el debate territorial para centrar su discurso y su acción parlamentaria en los problemas sociales y la corrupción; ambos eclipsados por la dialéctica del enfrentamiento.
¿Está Podemos a tiempo de frenar su desgaste con este giro estratégico? "La dirección de Podemos tomó en su día la decisión de 'subcontratar' su posición a la que interesase a los 'comunes'. Por tanto, no hay manera ahora de desvincularse de una manera creíble", opina el politólogo Pablo Simón. Precisamente el eje que guió la campaña de los 'comunes' fue poner la agenda social en el centro para romper la dinámica de bloques. El resultado fue la pérdida de tres escaños y el mantenimiento de la polarización entre independentistas y defensores de la unidad.
El nuevo escenario que dejan tras de sí las urnas y la estrategia planteada por Iglesias tiene cierta analogía con la relación entre el PSOE y el PSC. El segundo, con entidad propia, ha planteado problemas a Ferraz en ciertas ocasiones por la divergencia de posturas. Sin embargo, el nivel de integración entre ambos partidos es mayor al que existe entre Podemos y la joven formación de Colau.
Compromís en la Comunidad Valenciana o la gallega En Marea pueden desvincularse en cualquier momento de los pactos alcanzados con el partido de Iglesias. En este sentido, la formación morada no cuenta con los contrapesos de las 'baronías' que sí tiene el PSOE en las comunidades donde gobierna.
Precisamente, la clave del futuro del partido y del liderazgo de Pablo Iglesias reside en la capacidad que tenga para retener alcaldías clave como Madrid y Barcelona y para erigirse como formación decisiva para conformar gobiernos autonómicos de izquierdas. ¿Servirá la retórica del 15-M para lograrlo?
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