Era su última bala para dar un vuelco en los sondeos, pero Albert Rivera acabó disparando al rival equivocado. En abril, ganó el primer debate televisivo y en el segundo mantuvo muy bien el tipo. Sin embargo, ayer se enzarzó en varias discusiones con el líder del PP, Pablo Casado, y en menor medida con el de Vox, Santiago Abascal. A Pedro Sánchez sólo le puso en un brete cuando le volvió a preguntar si va a dimitir como secretario general del PSOE si la sentencia de los ERE es condenatoria.
El presidente de Ciudadanos inició el debate con su oferta de "desbloquear" el país en un mes tanto si los números dan para las formaciones de centro-derecha como desde la oposición. "Los españoles quieren que nos pongamos de acuerdo en lo que nos une", subrayó.
Su momento más comentado de la noche fue cuando sacó un adoquín lanzado por los CDR en Barcelona, su ciudad natal. “Este adoquín representa la ausencia del Estado en Cataluña. En Barcelona mientras Sánchez y su Gobierno dicen que no pasa nada, los barceloneses sufrimos la violencia en las calles", expuso el líder de Cs antes de pedir que el próximo domingo "se garanticen los derechos de muchos catalanes que votarán en pueblos donde la libertad está coaccionada".
El siguiente recurso televisivo de Rivera fueron las concesiones del PP y PSOE a los nacionalistas a lo largo de las últimas décadas, con un extenso papiro de competencias transferidas a las comunidades autónomas, por lo que exigió que no haya más cesiones a Quim Torra.
En ese punto se quebró el pacto de no agresión con el PP de Casado, quien le pidió que no se equivocara de adversario y que dejase de "arremeter contra quien no debe". Rivera no se dio por aludido y arremetió contra los grandes partidos al acuñar el termino ICB, el "Impuesto de Corrupción del Bipartidismo" al sacar a colación el latrocinio público de las últimas décadas.
"No seas cutre, Casado"
El líder del PP se defendió con un caso de corrupción en Arroyomolinos (Madrid) que ha salpicado a la formación naranja y Rivera le respondió con una salida de tono difícil de escuchar entre políticos. "No seas cutre, Casado", le reprochó antes de comprometerse a poner en práctica la "verdadera revolución fiscal en España de los últimos 40 años: la destrucción del ICB".
El siguiente candidato en la diana de Rivera fue Abascal, a quien le criticó que hable de suprimir chiringuitos cuando "vivió cuatro años de uno en el que cobraba 80.000 euros al año", en referencia al cargo público que tuvo durante una legislatura cuando Esperanza Aguirre dirigía la Comunidad de Madrid. "Los españoles que curran cada día necesitan coherencia de sus políticos", fue su crítica más acerada al líder de Vox.
Los dardos sólo le llegaron a Sánchez cuando le preguntó con un mapa de España cuántas naciones veía en el gráfico. "Si le digo la verdad me importa poco", se respondió él mismo: "Yo veo una que es España. Pero no es una nación de naciones como dice usted y el PSOE sino una nación de ciudadanos libres e iguales".
A renglón seguido, Casado puso contra las cuerdas al candidato socialista al cuestionarle dos veces seguidas si iba a pactar con nacionalistas, independentistas y populistas. Sánchez respondió con evasivas y cuando le tocó el turno a Rivera, este último cambió de tercio para alivio del líder del PSOE. Perdido ese momento, cuando luego sacó a colación la pregunta de si dimitiría por los ERE andaluces ya no tuvo el mismo impacto. "La ignorancia es muy atrevida", le respondió un habilidoso Sánchez.
El último enfrentamiento verbal de Rivera fue con Abascal cuando le reprochó que vuelva de forma recurrente a los odios del pasado "entre rojos y azules", y que se empeñe en crear un muro en las fronteras de Ceuta y Melilla. "Se necesita altura de miras en vez de altura de muros", dijo al respecto.
También afeó al líder de Vox su foto con Matteo Salvini unos días antes de que el exministro italiano apoyase las reclamaciones independentistas en Cataluña, pero Abascal reaccionó rápido leyendo la respuesta que le dio aquel día en Twitter a su colega de ultraderecha.
Las mejores respuestas
Curiosamente, las mejores respuestas de Rivera llegaron al filo de la campana. Primero, cuando Sánchez se comprometió a promover la ilegalización de la Fundación Francisco Franco y el líder de Cs le criticó que no plantease lo mismo para formaciones secesionistas como Arran, las juventudes de la CUP.
Tras ello, dejó en entredicho al jefe del Ejecutivo cuando le instó a ser valiente contra los "dictadores vivos" y defender el libre comercio "tanto del jamón ibérico como del serrano" tras la metedura de pata de Sánchez en campaña con este producto típico extremeño.
El último minuto de Rivera no tuvo esta vez silencios de por medio, ni tampoco la chispa ni la frescura de abril. Si hace seis meses el grito de guerra era el "¡Vamos!", en esta ocasión se decantó por el "¡Sí, se puede" con el que busca la remontada. "Vota lo que sientes, vota Ciudadanos", concluyó el líder centrista.
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