Un cajón de la secretaría del Instituto Cervantes de Shanghái contiene un testimonio manuscrito sobre el estado de ánimo y la personalidad de Pedro Sánchez, el que ha renovado su retrato oficial con la entrepierna en plano central y recibe continuos ditirambos de sus allegados políticos, siendo el único gobernante contemporáneo que ha publicado dos libros sobre sí mismo en seis años. En torno a este presidente del Gobierno con un perfil grafológico semejante al de Donald Trump, brotan usos y expresiones propias del culto al líder, como ese reciente tuit -“Convencida y orgullosa del trabajo de @sanchezcastejon”- de su vicepresidenta María Jesús Montero o las exclamaciones de Salvador Illa en la Fiesta de la Rosa: “Te enviamos, Pedro, ¡nuestro reconocimiento!, ¡nuestro agradecimiento!, ¡por tu actitud!, ¡y por tu compromiso!”.
El Molt Honorable Illa ha engrosado las filas de aduladores como el senador sevillano Juan Espadas, la citada María Jesús Montero, la ministra portavoz Pilar Alegría o el ministro Óscar Puente que le reconoce la condición de 'puto amo', semejante a la de 'Gran Jefe' que le adjudican en la 'fontanería' del PSOE. Sea cual sea el apelativo más adecuado de los que utilizan sus cercanos, el jefe del Ejecutivo, poco dado a exteriorizar sentimientos pero habituado a ser ovacionado por los suyos, ha dejado involuntariamente una pista de lo que bulle en su interior con ocasión de su viaje oficial a China.
Durante su visita a Shanghái el 10 de este mes para inaugurar la sede del Instituto Cervantes, tras ser agasajado en la calle Anfu con una danza del dragón que contempló fríamente, visitó las nuevas instalaciones del Cervantes y firmó en el Libro de Visitas de la entidad. Su séquito, a excepción de la directora del centro, no apreció el contenido y la forma del saludo que dejó escrito el ilustre visitante. “¡Suerte a nuestro querido Instituto Cervantes de Sanghai! Un orgullo poder participar en su inauguración. Un abrazo, Pedro Sánchez. 10/sept/2024”. Hasta aquí la transcripción de un texto de no fácil lectura ya que fue escrito todo en mayúsculas, con el resultado que se aprecia en la imagen junto a estas líneas.
La psicología y la grafología consideran la escritura solo en mayúsculas propia, en la mayoría de los casos, de personas autoritarias, sin espontaneidad ni empatía, orgullosas, con ego cercano al narcisismo, etc. Entre los escasos personajes de la política contemporánea que utilizan una caligrafía semejante a la del inquilino de la Moncloa sobresale Donald Trump, con un tipo de escritura, todo mayúsculas, coincidente con la utilizada en el saludo plasmado en el Libro de Visitas del Cervantes de Shanghái, aunque la rúbrica del expresidente de los Estados Unidos es más agresiva que la del español.
La proyección pública y las posiciones sociopolíticas del ahora candidato a la Casa Blanca con el presidente español son bien diferentes, lo que no obsta para la semejanza en las pulsiones internas que reflejan ciertas conductas de ambos personajes. En el caso de Sánchez Pérez-Castejón, a su afición por las aclamaciones que recibe en los cónclaves de órganos directivos del PSOE, todos en pie aplaudiendo durante unos interminables 20 segundos o a su complacencia con gestos cariñosos de compañeras de partido que no resisten las ganas de acariciarlo, se suma el diferente trato formal que dispensa a quienes le visitan oficialmente en el palacio de La Moncloa, como se está apreciando durante las últimas semanas.
Cualquier actividad no privada en el recinto presidencial tiene unas reglas de etiqueta para anfitrión y visitante. En las imágenes oficiales sobre la agenda presidencial durante los meses de junio y julio aparece el inquilino de la Moncloa con corbata en sus encuentros con el consejero delegado de Amazon, con el consejero delegado de la Copa América y con el director general para Europa de la OMS.
Desde el comienzo de septiembre la etiqueta parece ser aleatoria: recibió encorbatado al fiscal general del estado, Álvaro García Ortiz, y sin corbata al presidente del Consejo Económico Social, Antón Costa, tratándose en los dos casos de la entrega de las memorias anuales de ambos organismos. Con el cuello desabrochado recibió también al presidente de la Asociación Española de Fabricantes de Automóviles, que acudió a la cita de traje y corbata igual que el ministro de Industria allí presente.
La interpretación caprichosa o interesada de la etiqueta resultó notoria con el paseo informal de Sánchez por lo jardines de la Moncloa junto al presidente legítimo y electo de Venezuela, Edmundo González, recién exilado en España. El político perseguido por Nicolás Maduro acudió a la cita con corbata pero su anfitrión lo recibió descorbatado, devaluando aún más un encuentro sin comunicación oficial, solo recogido en un tuit. Una semana después, el 19 de septiembre, hizo todo lo contrario con Mahmud Abbas, presidente de la Autoridad Nacional Palestina o Estado Palestino reconocido por el Gobierno español. Abbas, tratado con las formalidades propias de un Jefe de Gobierno y sin mayor legitimidad que la del venezolano, estuvo acompañado de un Sánchez trajeado y encorbatado.
La tendencia de un individuo a no mostrarse tal cual es ante los demás, reflejada en quienes escriben solo con mayúsculas, también asoma en la algo abstracta biografía oficial del jefe del Gobierno. Tras unos escuetos datos familiares, “casado y padre”, sin decir número de hijos, su acervo académico se limita a reseñar: “En 2012, Sánchez se doctoró en Economía por la Universidad Camilo José Cela, donde ejerció de profesor de Economía”. Las omisiones en este aspecto son llamativas, no solo porque un doctor universitario señala el título o tema de su tesis doctoral sino por lo raro e inusual que es referirse a una experiencia docente sin especificar con qué categoría, en qué área o departamento y la duración.
"Su inteligencia es clarísima, su juicio exacto y atinado, su valor personal es representativo de la bravura ante las situaciones que exigen determinación, sea mediata o inmediata; no vacila y acierta siempre, su cultura técnico-profesional es completa". Esta cita que parece extraída de algunas de las semimemorias de Sánchez, 'Manual de Resistencia' (2019) y 'Tierra firme' (2023), o recogida de las loas de la 'sanchosfera' a los aciertos del presidente, perteneciente a un artículo laudatorio sobre Francisco Franco -el Caudillo, el Conductor- firmado por su compañero de armas, el general José Millán Astray, en 'La Gaceta Regional de Salamanca' en octubre de 1936. Lo recoge un estudio sobre la construcción del carisma durante la Guerra Civil del que son autores María Luisa Rico, de la Université Paris 8, y Francisco Sevillano, de la Universidad de Alicante, publicado en 2013 por Ediciones Universidad de Salamanca.
La resiliencia de la que presume Sánchez y su modo de afrontar las adversidades tiene más de ochenta años de diferencia con las cualidades que Millán Astray adjudicaba a Franco Bahamonde. También le distingue de ese dictador un galón añadido al personaje que se ha construido: ser el único gobernante del primer tercio del siglo XXI, sátrapas incluidos, que a los 52 años ha publicado dos libros sobre lo que hace y lo que piensa y lo ha hecho en el sexenio que lleva al frente del Ejecutivo.
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