Desfilaron primero los ‘liliputienses’, los aspirantes pequeños, algún friki, algún espontáneo de última hora. García Margallo, el más campanudo, terno claro, de cónsul centroamericano, desfilaba ante los micros, con su verborrea precisa e incansable. Dos valencianos ignotos, Bayo y Cabanes, nunca se vieron en otra. El severo Joserra García, quizás ‘tapado’ de alguien, pero, en cualquier caso, la cuota de la militancia cristiana, se mostraba riguroso y académico. Tenían que presentar sus cien avales. Algunos, se excedieron, como Pablo Casado, que depositó cinco mil, estos son mis poderes.
Baile de papeles en el último día fijado para encontrar un hueco en la parrilla de salida. Soraya Sáenz de Santamaría y Dolores Cospedal mudaron sus roles del día anterior. Santamaría, el martes humilde y hasta tímida a las puertas del Congreso, sin más compañía que los leones de la puerta y su fiel auxiliar Maria Pico, apareció rodeada de pesos pesados: Alfonso Alonso, Fátima Báñez, José Luis Ayllón. Antes, le había dado su respaldo Íñigo de la Serna, exministro de Fomento. Músculo y poderío. Que nadie se olvide que fue la vicepresidenta.
Cospedal se apeó del escenario de Toledo, boato y aparato, y entró en Génova con militantes de a pie, jóvenes y ancianos, la pura base haciendo de 'atrezzo'. También se proclamó decidida a presidir no sólo el PP, sino la Nación. “España, España”, siempre en sus labios.
El hormigueo periodístico frente a las puertas de la sede del PP entraba en incandescencia, por el solazo implacable, por el goteo de postulantes, por las señoras del barrio que querían un selfie, por los ejecutivos camino del lunch. "¿Y aquí qué pasa?, ¿vuelve Rajoy?", decían las comadres.
Pablo Casado hizo honor a su vocación de centro. Aterrizó entre las dos damas, Soraya y Cospedal, y se reclamó el único aspirante con garantías de mantener la unidad del partido. “¿Alguien piensa en fracturas o cismas?”. Mejor no contestar. Se personó en compañía de Javier Maroto, al que se pensaba ‘hombre’ de Alonso, y de Échaniz, que fue consejero de Cospedal. ¿Qué hacen estos aquí?, inquirían los ‘sherpas’ de la competencia. El exacaldes de Getafe, Juan Soler, y la responsable de internet del PP de Madrid, Isabel Díaz Ayuso se sumaban a la comitiva. Futuro y juventud, es la consigna.
Lluvia de avales
Entre el ruido de másteres y de puñaladas amigas, Casado ganó la batalla de los avales. Cinco mil depositó en la oficina del partido. Cospedal, muy precisa, entregó 3.336, en tanto que Santamaría, que mostró un voluminoso cartapacio, tan sólo desveló que ‘hay más de cien’. Margallo brujuleaba en su particular satélite con algo más de quinientos. Un ejercicio estéril ya que, en cualquier caso, sólo cuentan los cien primeros. El resto es farfolla o ganas de reforzar el ego de los pretendientes.
El viernes se proclamarán formalmente las candidaturas. El sábado arrancará la campaña, hasta el día 5, cuando se procederá a las votaciones pertinentes por parte de los afiliados con los papeles en regla. Unos mil centros previstos para depositar la papeleta. En la candidatura de Margallo se temían ‘nefastas influencias’ de la organización. “El voto de los compromisarios será decisivo. Y ya se sabe a quién responden los compromisarios”, señalaba esta fuente.
Santamaría, al primer vistazo, ofrecía un aspecto de firme vencedora. Cospedal se mostraba algo más inquieta. Llegó diez minutos antes de que cerrara el plazo. Casado vigila de reojo a la espera de, quizás, otro golpe traidor. Tras la deserción de Feijóo, es el candidato de la militancia, el hombre que recuperará los votos huidos hacia Ciudadanos y que podrá echar a Pedro Sánchez de Moncloa.
Una vez confirmado que Ana Pastor no se presenta, pese a que, según su gente, había recidibido decenas de llamadas para que diera el paso al frente, todo parece indicar que el ‘duelo de damas’ centrará una campaña que se adivina dura y fatigosa. Todos prometen visitar todas las regiones de España. En especial, las más hostiles. Así, Cospedal necesita crecer en Andalucía y Soraya, hacer lo propio en Madrid y Valencia. Galicia, conmocionada por el papelón de su presidente, aún no tiene dueño. Casado, el comodín del público, será al final quien decida la partida
Apoya TU periodismo independiente y crítico
Ayúdanos a contribuir a la Defensa del Estado de Derecho Haz tu aportación