Poco queda de aquel Santiago Abascal (Bilbao, 43 años) que en 2013 tomo la decisión de poner fin a su militancia en el Partido Popular, el de su padre, después de casi dos décadas de carné. No porque sus convicciones hayan cambiado demasiado, sino por la tristeza con la que abandonó la formación y que este 2019 se ha tornado en euforia. "¡Gracias a Vox!", que diría su ejército tuitero.
Han pasado ya seis años desde que el político vasco se despidió de Rajoy por carta. En la misiva reconocía que darse de baja en el PP había sido una de las decisiones más duras de su vida. Militaba en él desde los 18 años. Al gallego le cayó la del pulpo. Le acusó de haber incumplido su programa electoral con "la continuación de la política sobre terrorismo heredada del gobierno anterior" y de dar un "trato indigno a las víctimas del terrorismo y a sus manifestaciones".
Abascal abandonó el PP en 2013. Envió una carta demoledora a Rajoy en la que anunciaba su intención de hacer oír su voz fuera de las filas populares. Seis años después, su voz se ha oído más que nunca
Le atribuyó también una actitud "pasmada y pasmosa ante el desafío de los dirigentes separatistas" y le reprochó una "insólita y suicida posición política en Cataluña y País Vasco" y la falta de medidas ante la corrupción que había sacudido al partido. "Hasta aquí hemos llegado, presidente", zanjó Abascal para anunciar que iba a pasar a ser "un español más" en busca del "modo más adecuado y eficaz para hacer oír su voz en favor de España".
Este 2019, ya cabalgando a lomos de Vox, su voz se ha escuchado más que nunca. En el PP pasó de ser concejal en Lloido a presidente de Nuevas Generaciones en el País Vasco y diputado en el Parlamento autonómico. Además, fue uno de los promotores de la Fundación para la Defensa de la Nación Española, que presidió entre 2006 y 2014, y terminó fichado por Esperanza Aguirre para dirigir la Agencia de Protección de Datos de la Comunidad de Madrid.
10-N: Vox da el campanazo
Nada comparado con el protagonismo adquirido bajo el sello de Vox. Abascal, que estudió Sociología en Deusto, ha pasado de 'figurante' en las filas populares a ocupar un papel destacado en la política nacional española. Las generales del pasado 10 de noviembre le convirtieron en el tercer hombre del Congreso de los Diputados.
Tras una campaña electoral maratoniana en la que, entre otras aventuras, se atrevió a mostrar su faceta más personal en un programa como 'El Hormiguero', su formación se hizo con la medalla de bronce en el podio electoral. Hasta entonces había tratado de contener una euforia alimentada, esta vez sí, por las firmas demoscópicas. Pero aquella noche otoñal dejó a un lado la prudencia a la que había estado llamando en repetidas ocasiones para dejarse contagiar del júbilo que se había apoderado de su equipo.
El espíritu futbolero había invadido la cuarta planta de Bambú 12, la nueva sede de la formación, y Abascal, siempre acompañado por Enrique Cabanas y Kiko Méndez-Monasterio -los hombres que le ayudan a dirigir el partido en la sombra-, seguía el escrutinio cantando escaños casi como goles. Anotó 52 tantos. Ahora sí que se le iba a oír.
"Hace solo once meses no teníamos representación en ninguna institución. Hoy somos tercera fuerza política de España, tenemos 52 diputados, somos el partido que más sube en votos y en escaños. Significa que habéis sido protagonistas de la mayor gesta política de la democracia española", recordó desde un balcón improvisado ante cientos de simpatizantes ondeando banderas españolas.
"Ni facha, ni capillitas"
Más amante de los tuits que de los focos, el político vasco llega a la XIV legislatura amparado por los buenos resultados electorales y a la gresca con casi todo el espectro político, incluidos PP y Ciudadanos, a los que acusa de haber propiciado que su Grupo parlamentario solo cuente con un miembro en la Mesa del Congreso en lugar de dos, una maniobra que ha terminado brindando otro puesto para Podemos: el de Pisarello.
No se considera ni 'facha', ni 'capillitas' y es una amante de la naturaleza aunque no del "alarmismo climático". No tiene mucho trato con Iglesias y tampoco con Sánchez. Las veces que se ha cruzado con el primero por los pasillos del Congreso, la cosa ha fluido con "cordialialidad". Al segundo le atribuye "una actitud altiva y chulesca". No soporta al PNV, partido al que ha bautizado como "recogenueces de ETA". Mucho menos a los "filoetarras" de Bildu.
Sobre la foto del Lastra y Simancas con estos últimos escribió: "Traidores. ¡Ni agua al mentiroso compulsivo Pedro Sánchez! Vox no ha acudido a esta ronda de contactos con el PSOE para no colaborar con el blanqueamiento de sus reuniones y apaños con los filoetarras".
¿Su referente político? Su padre
La estampa le cabrea. Su padre, Santiago Abascal Escuza, estuvo amenazado por ETA. Ese fue el motivo que le llevó a sacarse la licencia para llevar la pistola que tantas televisivas ha protagonizado.
"Tengo una en casa y me saqué la licencia a los 23 años. Tengo derecho a portarla, pero no la llevo encima. Me saqué la licencia porque quería proteger a mi padre, que estaba amenazado por ETA. Pero nunca le he quitado el seguro a mi pistola", explicó a Pablo Motos en su programa.
Ni Le Pen, ni Salvini, ni Trump, al único que dice que quiere parecerse es a su padre: Santiago Abascal Escuza
Ni Le Pen, ni Salvini, ni Trump, al único que dice que quiere parecerse es a su ya fallecido padre. "Es el único modelo que tengo", ha aclarado más de una vez el líder de Vox. Abascal Escuza fue un miembro histórico de Alianza Popular y, más tarde, dirigente local del PP en Álava durante más de 35 años, concejal en el Ayuntamiento de Amurrio, miembro de la ejecutiva del partido en el País Vasco y portavoz de su grupo juntero en las Juntas Generales de Álava.
De ahí que le costase el au revoir a los populares. Sin embargo, este 2019 su salida se ha visto recompensada a nivel personal y en las urnas.
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