La segunda temporada de Prison Break con Carles Puigdemont de nuevo como protagonista ha concluido una vez más con la fuga del político sobre el que hace siete años pesa una orden nacional de detención expedida por el Tribunal Supremo. De nuevo, en esta etapa de Pedro Sánchez en la Moncloa, las instituciones públicas españolas han sufrido un descrédito que trasciende nuestras fronteras.
El show de Puigdemont no solo ha servido para lo evidente; mostrar la subyugación de los poderes públicos a los intereses de los políticos -llámense Sánchez o Puigdemont-. También ha dejado en evidencia la ruptura del bloque constitucional, con un Partido Popular en actitud pasiva y un Vox empeñado en incluir a toda costa ataques contra Génova en sus mensajes políticos.
La imagen que prueba esta situación es el pinchazo de la protesta convocada frente a las puertas del Parlament por Vox y S'ha Acabat para pedir el encarcelamiento de Carles Puigdemont. "Éramos unas 300 personas enfrentados contra miles -los separatistas-. Nos han insultado, nos han dicho de todo...", afirma en declaraciones a Vozpópuli uno de los asistentes. Nadie del PP ha secundado la protesta. "Ni estaban ni se les esperaba", afirma esta misma fuente.
El jueves fuimos testigos de la desunión y debilidad por la que pasan los enemigos de Sánchez. Una situación bien distinta a la que se encontró el líder de Junts cuando en octubre de 2017 se fugó a Waterloo escondido en el maletero de un coche.
Por aquel entonces había un partido de centro, Ciudadanos, que a los dos meses hizo historia convirtiéndose en el primer partido no nacionalista en ganar las elecciones catalanas con 37 escaños (la candidatura de Inés Arrimadas). Dos años después, en 2019, Sociedad Civil Catalana convocaba una movilización contra el procès donde conseguía aunar la participación del PP, de Vox, de Ciudadanos y hasta del PSC. Eran otros tiempos, cuando hasta el mismísimo Pedro Sánchez se comprometía a traer detenido a Puigdemont para ponerlo a disposición de la justicia.
Lo ocurrido este jueves en la investidura de Salvador Illa como president es la constatación del abismo que separa a los integrantes de aquel bloque constitucionalista, con un Partido Socialista que ya hace tiempo que se sumó al discurso independentista por mor de Pedro Sánchez, con un Ciudadanos que ha muerto lenta y agónicamente, y con un PP y un Vox incapaces de hacer frente común.
Falta de reacción del PP
La respuesta de los populares a nivel nacional ha resultado, cuanto menos, tibia. El presidente del principal partido de la oposición, Alberto Núñez Feijóo, no hacía acto de presencia vía Twitter hasta las 11:44, casi tres horas después del discurso y fuga de Puigdemont. "Una humillación insoportable. Otra más", apuntaba.
La oleada de críticas en redes sociales por la falta de reacción del PP tuvo como respuesta otro tuit tres horas después: "Puigdemont pretendía sacar a Cataluña del Estado y al final Sánchez ha sacado el Estado de Cataluña".
La agenda del Partido Popular era un erial el día que Puigdemont volvía a España. Solo figuraban dos actos protagonizados por el presidente del PP navarro, Javier García: asistencia a las fiestas de Funes y a la feria taurina de Cintruénigo.
Poco antes de que Feijóo pusiera su segundo tuit, los populares anunciaban una declaración institucional en Génova presentada por la secretaria general del partido, Cuca Gamarra. En un nuevo error de comunicación de Génova, el PP no recordó en sus mensajes que la razón por la que hablaría Gamarra en lugar de Feijóo es la reciente intervención a la que ha sido sometido por un desprendimiento de retina. Algo que ha levantado nuevas críticas hacia el líder popular por su imagen de pasividad ante un insulto mayúsculo a las instituciones del Estado.
Vox no entierra el esgrima con el PP
Mientras tanto, Vox persiste en su estrategia de atizar al PP a la menor oportunidad, y lo ha hecho también el día en que Salvador Illa era investido tras regalarle a los independentistas la llave de la Hacienda catalana. Una decisión que tendrá consecuencias económicas para el conjunto del país. El mismo día, además, que Puigdemont da un mitin en pleno centro de Barcelona y consigue eludir a todas las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado con un ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, silente en todo momento.
Si bien hay que reconocer que el secretario general de Vox, Ignacio Garriga, no ha dedicado comentarios a los populares en su intervención en la sesión de investidura, diversos cargos de la cúpula de la formación de Santiago Abascal no han escatimado en calificativos contra los de Génova a lo largo de toda la jornada.
El más activo en este menester ha sido el jefe de la Delegación de Vox en el Parlamento Europeo, Jorge Buxadé. "Es de Pero Grullo pero no se olvide: vuelve ahora -Puigdemont- porque le dejaron escapar con el gobierno de Rajoy". El mismo Buxadé respondía al primer tuit de Feijóo con este comentario: "¿Se habrá ido en el mismo maletero que se fue con Rajoy?".
Tras la ruptura de los gobiernos autonómicos por parte de los de Abascal tras la aceptación de los de Feijóo del reparto de menas entre las comunidades autónomas, la retórica de Vox contra el PP se ha endurecido. El mismo Garriga culpaba al mismo nivel a PP y PSOE por esta segunda llegada de Puigdemont: "El totalitarismo del separatismo lo estamos sufriendo por culpa de los sucesivos gobiernos del PSOE y el PP. Si el prófugo de la justicia accede hoy al Parlament será porque un Gobierno del PP permitió que se fugara".
Otro de los hombres fuertes de Vox, el diputado Ignacio Hoces, arremetía contra Cayetana Álvarez de Toledo: "Siempre salís a su rescate -el de Pedro Sánchez- y la historia reciente también nos dice que queréis encamaros con Puigdemont".
Ni un día sin su correspondiente esgrima. Una escisión en la derecha española que contrasta con un Pedro Sánchez que cumple siempre su palabra con sus socios independentistas; la ley de amnistía ha sido aprobada y Carles Puigdemont no ha sido siquiera detenido.
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