El PSOE andaluz vive sus horas más convulsas desde la pérdida de la Junta hace más de seis meses. El cese de Mario Jiménez como portavoz en el Parlamento ha sido un antes y un después en el proceso de renovación iniciado por Susana Díaz.
La expresidenta está prescindiendo de buena parte de su equipo más cercano. Son las personas que le acompañaron en el trance de las primarias y la amarga victoria de las elecciones autonómicas del 2-D, que puso fin a 37 años de socialismo en el Gobierno de Andalucía.
El impulso político que busca Díaz con estos cambios y el indudable instinto de supervivencia que los acompañan han provocado, sin embargo, el efecto contrario. Y la todavía líder del PSOE andaluz está paradójicamente más aislada que nunca. Al rechazo del sector sanchista, que no le perdona, se suma ahora el creciente malestar de la que fue su gente.
Dicen quienes mejor la conocen, que Díaz no quiere pasar a la historia como la dirigente que perdió la Junta, sino como la socialista que renació de sus cenizas y recuperó Andalucía. Y a ello se dedica en cuerpo y alma. El baño de realidad de la oposición ha sido demasiado duro para un PSOE andaluz agotado por las primarias, el constante rifirrafe con Ferraz y la mala lectura que ha hecho del último ciclo electoral.
Malas lecturas de Díaz
La líder del socialismo andaluz interpretó que el Gobierno de PP y Ciudadanos duraría poco. Se equivocó. Después, y a pesar de las advertencias de su círculo hoy defenestrado, creyó que Sánchez se estrellaría contra el adelanto electoral. Volvió a equivocarse. Le pidieron que normalizase su relación con la nueva cúpula de Sánchez. Tampoco quiso.
El PSOE andaluz se ha dado de bruces contra el triunfo de Sánchez en las urnas y la estabilidad del Ejecutivo andaluz. Y es ahora cuando Díaz ha empezado a mover ficha. Todos coincidían en que los cambios eran necesarios. Y ni siquiera su exequipo le achaca que los busque. Le reprochan unas formas impresentables.
“Lo que no se puede es repartir las culpas a los demás y no asumir ninguna”, dicen fuentes consultadas por Vozpópuli.
La caída de Mario Jiménez ha sido un trago doloroso. Jiménez, dicen, ha sido el colaborador más leal de Díaz. Y asumió una tarea muy ingrata como portavoz de la Gestora del PSOE entre la abstención a Mariano Rajoy en noviembre del 2016 y el regreso de Sánchez a la secretaría General en mayo del 2017.
Los choques entre Díaz y Jiménez en el Parlamento por la manera de llevar la oposición han sido constantes. Un día no muy lejano en el tiempo, Díaz ordenó cambiar el sentido de un voto consensuado en el grupo dos horas antes de la votación y sin avisar a Jiménez. Fue, dicen, un punto de no retorno.
Jiménez rechazó las salidas, especialmente el Senado, que le ofreció la secretaria General del PSOE andaluz. Y optó por quedarse como diputado raso. Díaz lo fulminó hace unos días entre alabanzas a su gestión de Juan Cornejo y la vieja guardia que todavía resiste junto a Díaz.
“Si tan bien lo ha hecho, ¿por qué le echan?”, dicen estas fuentes.
Mejora la relación con Ferraz
La fuerza de los hechos ha obligado a Díaz a normalizar poco a poco su relación con Ferraz, que ahora es buena. Muy comentado fue su papel durante la investidura de Sánchez. Díaz se presentó en Madrid. No paró de dar ruedas de prensa en el Congreso y entrevistas a los medios defendiendo al candidato y su propuesta de coalición a Podemos.
Nadie entendió esta súbita conversión al sanchismo. Dicen que, de alguna manera, quería hacerse copartícipe de la victoria del presidente. Volvió a equivocarse. La investidura no salió adelante.
Díaz trata con todos estos movimientos de asegurar su superviviencia al frente del PSOE de Andalucía. Pero sus críticos creen que yerra al pensar que Sánchez no armará una candidatura alternativa llegado el momento.
“Ella ya no tiene el poder y el liderazgo de Sánchez es creciente. ¿A dónde cree que van a ir nuestros alcaldes y cargos municipales cuando necesiten algo? Desde luego a Díaz no. Ellos lo que no quieren son líos”, aseguran estas fuentes.
Y si Díaz no tiene el apoyo del sanchismo andaluz, pese a su conversión en la pasada investidura, y ahora pierde a sus fieles. ¿Qué le queda? Aislamiento.
“Si abre ahora esta vía de agua con la gente que le ha acompañado estos años es posible que no pueda volver a cerrarla llegado el momento”, aseguran.
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