Es época electoral y, por consiguiente, época de rumores. Entre los más extendidos, los que sitúan a la ministra de Transición Ecológica, Teresa Ribera, en una futura vicepresidencia de cambio climático. Siempre y cuando, claro está, Pedro Sánchez logre, esta vez sí, formar Gobierno. Pero en los últimos tiempos, estos rumores se han reforzado con motivo. Se habla y no se para en círculos políticos y, especialmente, empresariales del poder que ha acaparado Ribera desde un departamento importante pero, en un primer momento, con menos glamour en lo que a influencia se refiere que otros.
En ámbitos en los que habitualmente se mueve la ministra destacan su firmeza y su seguridad, propia de quien se sabe totalmente respaldada desde arriba. Y arriba ya solo está el mismísimo presidente del Gobierno, el mismo que ejerció de maestro de ceremonias en la presentación en sociedad de la estrategia de transición energética del Ejecutivo. "No todos los ministros serían capaces de llevar a un acto público en el que se pusiera en valor su trabajo al presidente".
Esa firmeza se traslada al consejo de ministros, donde también ha sido capaz de ganar batallas nada sencillas. Dura fue la del Plan de Energía y Clima, hasta el punto de que España fue el penúltimo de los 28 estados miembros de la Unión Europea en presentarlo. A Ribera le costó tres intentos derribar la resistencia, en especial la de la ministra de Hacienda, María Jesús Montero. Pero hasta tal punto lo logró que Bruselas se ha deshecho en elogios del Plan español, especialmente por sus ambiciosos objetivos.
Esa rumoreada vicepresidencia podría ser, precisamente, ese paso que restara para que ni siquiera tuviera que mirar de igual a igual a Hacienda.
La pasada semana, Ribera resaltó en un acto organizado por El País la relevancia que había adquirido la lucha contra el cambio climático y la transición energética y, para ilustrarlo, comparó el actual escenario con el de un pasado reciente. "Antes, el departamento de medioambiente era uno más y ahora es tan importante como el de Hacienda". No faltan lenguas viperinas que aseguran que la comparación no fue nada casual sino un aviso a navegantes.
Con idéntica firmeza solventó de un plumazo la complicada negociación para establecer un calendario de cierre de las centrales nucleares, que abocaba a las eléctricas a un escenario de incertidumbre. "Hizo que Enresa se pusiera las pilas para encontrar la solución. Y cuando todo parecía perdido, la cuestión se solventó en una tarde. Muy larga, eso sí, pero en una tarde", señalan desde el sector energético.
Esa rumoreada vicepresidencia podría ser, precisamente, ese paso que restara para que ni siquiera tuviera que mirar de igual a igual a Hacienda. "A los efectos, ya está ejerciendo de vicepresidenta en un buen número de asuntos". El último de ellos, el del nuevo marco retributivo para los próximos periodos regulatorios de los sectores eléctrico y gasista, un asunto en el que Ribera se juega el futuro de ese Plan de Energía y Clima que tanto le costó sacar adelante en aquellos tensos viernes en el complejo de la Moncloa. Y no está dispuesta a que corra peligro.
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