La relación entre María Jesús Montero, vicepresidenta primera, y Yolanda Díaz, segunda, se ha deteriorado en el último año. Y la previsible salida de la también vicepresidenta (tercera) Teresa Ribera, rumbo a Bruselas, recrudecerá la guerra entre ambas. El presidente del Gobierno, según fuentes gubernamentales, se está pensando qué hacer: si dejar tres vicepresidencias o repartir la tarta entre la ministra de Hacienda y la titular de Trabajo. Pedro Sánchez tendrá que reestructurar los equilibrios de poder en su gabinete, en el que todo parece indicar que el socio menor de la coalición (Sumar) se quedará igual o incluso verá mermada su influencia.
En cualquier caso, durante el lapso que dure la dualidad Montero y Díaz en las vicepresidencias, ambas serán el reflejo de los dos partidos en el Consejo de Ministros. Montero es la número dos del PSOE y Díaz la líder de Sumar. Pero ese uno de los problemas, la falta de credibilidad como líder política de la ministra de Trabajo ante los ojos de Montero y del resto de colegas socialistas de Moncloa. La ministra de Hacienda duda de su fiabilidad como dirigente política, incapaz de mantener prietas sus filas. Además, desde hace un año, cuando Yolanda Díaz empezó a anunciar medidas fiscales competencia de Montero -como bajadas del IRPF-, la relación se ha deteriorado.
Montero y Díaz compiten ahora. Ambas han negociado muchas horas, sobre todo en asuntos presupuestarios, y mantuvieron una buena relación personal durante el arranque de la coalición. Pero la relación entre el PSOE y Sumar no atraviesa su mejor momento. La última vez que Díaz compareció en la rueda de prensa posterior al Consejo de Ministros, el pasado 6 de febrero, lo hizo junto a Montero. Y ambas se enfrentaron públicamente arañándose tiempo de intervención ante los medios.
La intervención de Yolanda Díaz se comió entonces 12 minutos y 39 segundos. Montero le superó por poco (12 minutos y 57 segundos). Lo llamativo es que la número dos del PSOE, habitualmente muy expresiva, no pudo contener la cara de exasperación, desidia y hasta aburrimiento que le provocó la diatriba de Yolanda Díaz, orientada a vender su gestión. La vicepresidenta segunda está asfixiada mediáticamente. El equipo de persuasión de Moncloa está empeñado en no dejarla ni un resquicio para ganar perfil. Y todo con el objetivo de mermar sus opciones electorales en el ciclo de comicios (vascos, catalanes y europeos) de las próximas semanas.
Si algo demuestra su situación, como resumen altas fuentes socialistas, es que el peso de la legislatura lo lleva el PSOE y el presidente del Gobierno no va a darle oportunidad de armar ruido. Tampoco de colgarse medallas. El distanciamiento de Yolanda Díaz con el lado socialista del Gobierno lleva tiempo fraguándose. En Moncloa lamentan la "oportunidad perdida" de la líder de Sumar de erigirse en una dirigente con una voz que se escuche en el progresismo español.
Es más, en Moncloa hay ministros que la ven más preocupada de su imagen y de lo que transmite que de lo que realmente propone. O incluso de sus planes políticos. Yolanda Díaz, además, tiene otro problema en el Consejo de Ministros: el titular de Justicia, Presidencia y Relaciones con las Cortes, Félix Bolaños. Ambos mantienen también una tensa relación. Y la desconfianza viene por las relaciones de Bolaños con Podemos. El 'súperministro' de Sánchez negoció en enero con los morados salvar los dos decretos del lado socialista (el ómnibus de su departamento y el paquete con las medidas anticrisis por la guerra de Ucrania y el conflicto en Oriente Medio), pero se 'desentendió' (o así lo creen en Sumar) del decreto del Ministerio de Trabajo sobre los subsidios por desempleo, que fue el único que cayó por la venganza morada. Aunque fuentes socialistas explican que pese al intento de salvar también la medida de Díaz, la cerrazón morada fue imposible de salvar. Ahora, Díaz siente el mismo ninguneo.
Sumar está fuera de juego. La vicepresidenta segunda ha pasado en menos de dos años de arrastrar toda la atención mediática a casi ser ignorada por la prensa. Para más inri, el equipo de comunicación del Ejecutivo está potenciando la figura del ministro Ernest Urtasun, de los comunes. Hasta el momento, solo el viaje que tiene planeado a Palestina sin el concurso (y la autorización) de Exteriores ha sido una seria llamada de atención al PSOE. Pero lo cierto es que el bagaje legislativo de Sumar es nulo en lo que va de legislatura.
La vicepresidenta tan solo puede arrogarse la última subida del Salario Mínimo Interprofesional.
Y ni eso, ya que se trata de un decreto prerrogativa del todo el Ejecutivo. Las propuestas de Sumar se han ido encontrando, una a una, con el muro socialista: desde gravar los márgenes de las empresas de distribución para bajar la inflación de los alimentos a subir las rentas del capital en el IRPF para atacar el 60% de los ingresos de los altos directivos, pasando por revisar el "marco colonial" en los museos de España y terminando con eliminar los vuelos dentro de España con una duración menor de 2 horas y media.
La vicepresidenta segunda y líder de Sumar está completamente desdibujada y asediada en la interna de su partido por la confección de las listas europeas del próximo 9 de junio.
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